Insultos, apodos, chats, supuestas revelaciones... los ecuatorianos observan con estupor cómo se ha venido manejando la política del país en los últimos años.
El escaso o nulo respeto dentro de una estructura partidista sale a luz en medio de acusaciones y señalamientos que la sociedad no está dispuesta a tolerar. La Revolución Ciudadana fue gobierno durante diez años, mantiene el segundo bloque más numeroso del Legislativo, a nivel de gobiernos seccionales su representación es alta, pero la realidad que muestran sus miembros no solo la debilita como organización sino que se vuelve insolente con quienes son simpatizantes y el país entero.
Tristemente actores políticos se vuelven virales en redes sociales con declaraciones en que se agreden entre sí y algunos abandonan sus filas. Mal precedente para la política, irrespeto hacia sus electores.
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En momentos tan álgidos los líderes deben ser bálsamo y no gasolina que avive las llamas. Más allá de uno u otro partido político se trata de respeto para el país, la sociedad y las instituciones donde se desenvuelven.
La política entendida como vehículo de servicio a la comunidad, como mecanismo para obtener acuerdos, resolver conflictos y gestionar leyes o normas que mejoren la vida de los pueblos queda afectada con episodios en que quienes la desarrollan están envueltos no solo en ataques sino en acusaciones que van desde indisciplina, falta de ética, corrupción y hasta supuestas violaciones. A todos los grupos partidistas les compete frenar acciones que lo que logran es hastiar a la ciudadanía y luego se quejan de la apatía en época electoral.
Así como más de una vez se exige una depuración en instituciones por elementos nocivos, los partidos y movimientos deben analizarse puertas adentro. Son parte de la democracia y por tal de interés general.
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En los casos que involucran delitos las cortes deberán intervenir con agilidad y transparencia. Como país es lamentable hablar de esto, pero solo con justicia y respeto al ciudadano los políticos podrán mejorar su reputación. (O)