Así no. En esta corta frase parece resumirse el mensaje que, el pasado domingo, a través de las urnas expresó la mayoría de chilenos al ser consultados –con voto obligatorio de por medio– si daban su consentimiento para que entre en vigencia la nueva Constitución que fue redactada no por legisladores, sino por ciudadanos para reflejar las demandas de los sectores que pedían un cambio.

Sin embargo, el producto no logró satisfacer las aspiraciones del ciudadano promedio. Ante las opciones “apruebo” o “rechazo” del referéndum, solo el 38 % de los votantes se inclinó a favor de la nueva Constitución y el 62 % la rechazó. Si en octubre de 2020, casi un 80 % de los electores pidió cambiar la Constitución después del estallido social del 2019, el reciente resultado se interpreta como la incapacidad –de los 155 integrantes de la Convención que redactó la propuesta– para leer a la sociedad chilena en conjunto.

Los sectores que veían en el nuevo texto una promesa social que inspiraría a otras naciones, ante el rechazo que se anticipaba en las encuestas culparon a ‘actores retrógrados’ de distorsionar el sentido de la propuesta e infundir temor en el pueblo por cambios que se consideran radicales o extremos. Probablemente, miradas hacia las vivencias de argentinos y venezolanos hayan tenido alguna incidencia.

Publicidad

Con apenas seis meses en el poder, el joven presidente Boric deberá conducirse con tino para descifrar cómo lograr otro texto constitucional que satisfaga a la mayoría. Ha empezado por prometer cambios en su gabinete y declarar que está consciente de los apremios de sus mandantes: “Sé que esperan soluciones contundentes ante la inseguridad, la violencia en el sur, el déficit de vivienda, el aumento del costo de la vida, la falta de apoyo a los cuidados, la reactivación a nuestra economía, las eternas listas de espera en salud, la calidad de la educación y las bajas pensiones... el camino a una nueva Constitución jamás será obstáculo a las urgencias que ustedes nos han planteado”. El sur del continente sigue en la mira del vecindario. (O)