El 7 de septiembre de 1999 se exhibió por primera vez la película ecuatoriana Ratas, ratones, rateros en el Festival de Cine de Venecia.

“Primero la enviamos a Cannes, pero no la aceptaron y luego a Venecia y les gustó. En ese año solo hubo dos cintas en español. La otra era una argentina”, dice Sebastián Cordero (42 años) al recordar el estreno de su primer largometraje.

Con esa historia, el ahora figura del cine nacional, empezó su camino en la dirección.

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“Yo quería hacer una película que fuera mucho más urbana, más contemporánea, cercana a la realidad que vivíamos aquí y al mismo tiempo sea una película muy dinámica, que te enganche. Cosas que en ese tiempo no se estaban haciendo aquí mucho”, apunta Cordero, quien añade que durante una época se puso a recolectar anécdotas de robos, ladrones y cosas que le habían pasado a la gente, y que le parecían superinteresantes. Varias de ellas las mostró cambiadas y adaptadas a la trama del filme.

Con un presupuesto que rondaba los 250 mil dólares la filmó en Quito y Guayaquil, con la producción de Isabel Dávalos.

La selección de los dos actores protagonistas Cordero lo recuerda como algo chistoso, pues afirma que pensaba que iba a encontrar de manera fácil el actor para el papel de Salvador, y se le complicaría el de Ángel, pero pasó lo contrario.

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La primera semana del casting le dio el papel de Ángel a Carlos Valencia “apenas entró a la oficina”. Mientras que para darle el rol de Salvador a Marco Bustos tardó un poco más, puesto que al inicio él iba a interpretar otro personaje.

La película, que fue una producción íntegramente nacional, estuvo en las salas de cine ecuatorianas por seis meses, tiempo en el que acumuló una audiencia de 135 mil personas, con cuatro copias.

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“Es una película que la hicimos con bajos recursos, pero con escenas bastante ambiciosas (...). Ahora es bacán acordarse de las soluciones que tuvimos”, recuerda Cordero.

Solo cuando la cinta cumplió 10 años se volvió a reunir todo el equipo del filme, que ya es un clásico del cine nacional.