Homecoming es una costumbre de algunas universidades gringas que se basa en la realización de varios eventos preparados para dar la bienvenida a casa a alumnos de todas las promociones de la institución. Es una vez al año y dura una semana, durante la cual los alrededores de la universidad se convierten en un lugar festivo y muy familiar. El punto central alrededor del cual todo el resto de actividades gira, es por lo general un partido de fútbol americano. El fútbol americano universitario genera expectativa nacional. En un partido de homecoming de una universidad tradicionalmente exitosa en esta competencia puede gozar tranquilamente de una asistencia de 80.000 espectadores. El partido de homecoming es el primero en casa del campeonato, y simboliza también la recibida de sus seguidores al equipo de sus amores. Su desenlace cobija a alumnos, profesores, empleados y fanáticos de todas las generaciones. De alguna manera haber visto el estadio de Barcelona en los últimos partidos me recuerda lo mismo. Hay un efecto que creo no tomaron en cuenta los dirigentes y asesores de Barcelona cuando se lo llevaron a vivir a Quito: la nostalgia de sus hinchas guayaquileños. Sus ansias de recibirlo en casa cada vez que vuelve. La punta sola no es la única que está llevando gente a su estadio. Partidos de las primeras fechas del campeonato contra rivales no tradicionalmente taquilleros como Macará y Manta llevaron más de 18.000 espectadores, lo cual no ha sucedido en años pasados cuando Barcelona también ha arrancado bien el campeonato. Hay una mezcla de nostalgia y ansiedad de su hincha al verlo cada vez más cómodo en Quito. Ven cómo allá ponen en un partido 15.000 personas, y no se quieren quedar atrás. Quieren recordarle a su equipo cuál es su verdadera casa, por si lo empiezan a olvidar.

Los dirigentes de Barcelona y sus asesores internacionales están logrando explotar el potencial comercial a nivel nacional que tiene este equipo. Ya compañías quiteñas les tocan la puerta para ofrecer auspicios que antes no ofrecían, cuando vivían en Guayaquil. Y para rematar el éxito comercial, cuando vuelven a su estadio generan taquillas inéditas por su consistencia. Cada vez se visualizan menos motivos prácticos y comerciales por los cuales alguna vez Barcelona vuelva a hacer base en su ciudad natal. Con un equipo muy similar al del año pasado, más Luis Bolaños, y con el mismo técnico, de un equipo que peleaba contra el descenso pasó a ser el puntero. Nadie ha podido probar con tanta claridad lo que significa la desventaja de la altura como lo ha hecho Barcelona. La tentación comercial y deportiva de quedarse en Quito se va a volver cada días más irresistible para sus dirigentes. Hoy por hoy la sola idea de trasladar el clásico contra Emelec desde su estadio a la capital, los inquieta. Su único fracaso este año ha sido justamente contra ellos en su ciudad. Si clasifican a la Copa Libertadores sus asesores tendrán que luchar contra la seducción de plantearle al reglamento jugar esos partidos en Quito. Históricamente en el mundo hay equipos que han cambiado su sede de forma permanente. Los Dodgers se mudaron desde Nueva York a Los Ángeles por una decisión comercial de su mayor accionista en 1957.

Barcelona tendrá que decidir si sigue por el camino que va o volver y buscar otras alternativas para disminuir los efectos de la altura. Su principal auspiciante seguramente querrá que se quede en Quito. Sus hinchas simplemente lo quieren ver campeón. Hay una frase de Oscar Wilde que dice “Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad”. Los hinchas y los socios principalmente tienen la última palabra.