Su mejor obra fue la de adelantar su salida. Nuestro país en manos de un Gobierno inepto, incapaz, indolente, lejano, vago, por dos años más hubiera sido apocalíptico. Y lo hizo muy bien, porque con su salida se fue llevando una Asamblea extorsionadora, conspiradora y deplorable, que nunca le interesó el destino de la gente, sino solo sus espacios de poder. Guillermo Lasso nunca debió ser presidente. El único motivo por lo que lo logró fue porque compitió contra un grupo político al que le ha sido imposible superar el cincuenta por ciento de los votos. Así como cualquier candidato de esa tienda tiene garantizado llegar a una segunda vuelta, también tiene garantizado que la va a perder contra quien sea. La mayoría de nuestro pueblo está saturado de la corrupción y el bochinche asociado al correísmo. Ese efecto de decantación llevó a Lasso al poder. Un poder que ha ejercido con nulo liderazgo y con una irracional parsimonia. Sus subalternos, sus amigos, la delincuencia, el narcotráfico, han hecho con nuestro país lo que han querido, mientras para él su principal preocupación fue su reputación.

Ha sido temeroso de actuar a la altura de lo que las emergencias le han exigido. Las carencias de su gobierno fueron múltiples y mayoritarias, pero ninguna tan grande como su inoperancia para combatir a la delincuencia. Le tuvo pánico a la contratación pública, aun cuando su inacción se traduzca en muerte en las calles. Evidenció un penoso criterio cuando escogió a sus dos secretarios de Seguridad Pública. El primero un flemático ejecutor, especialista en explicar cómo funcionan los procesos burocráticos de las compras públicas. Y el segundo, un militar de carrera, que no se lo ve ni se lo siente. El líder de esa secretaría tiene que ser un personaje que esté siempre visible, transmitiendo miedo al delincuente y confianza a la gente, lleno de energía, hambriento de éxito de su gestión, con valentía para firmar lo que tenga que firmar para avanzar rápido, un desatacador de procesos; un estratega y ejecutor implacable. Tiene que ser y parecer; en seguridad las percepciones son esenciales para que el ciudadano retome la confianza y para que el delincuente tema.

Contamos los días para que se vaya. Que retorne rápido a su mundo privado, que en lo público no lo queremos volver a ver.

¿Cómo es posible que hoy los ciudadanos no tengamos cómo pedir ayuda a una línea directa contra los vacunadores? ¿Cómo es posible que no exista una unidad especializada que nos oriente en cómo actuar frente a un extorsionador, mientras lo esperan a que vuelva por dinero para capturarlo? ¿Cómo es posible que los camiones que hacen fila para entrar a nuestros puertos tengan que pagar a los vacunadores por contenedor? ¿Cómo es posible que el presidente Lasso esté viajando en sus últimos días de gobierno, en vez de estar al mando para combatir todas estas desgracias que están quebrando negocios, cobrando vidas y destruyendo a la economía? El ciudadano está solo, y lo único que le queda es pagar o cerrar. Para rematar su gestión, esta semana se iniciaron los racionamientos de energía, mientras él sale nuevamente de viaje, y no nos da la cara. Nuestro presidente se esconde de su pueblo. Contamos los días para que se vaya. Que retorne rápido a su mundo privado, que en lo público no lo queremos volver a ver. (O)