Nuestro sistema electoral se presta para que se irrespete la decisión de las mayorías. Cuando llega la hora de una elección, comienzan a deslumbrar todas esas leyes depredadoras que nuestros políticos hacen entre líneas, con la única finalidad de beneficiarse ellos mismos, sin pensar en ningún principio de justicia, ni de ética, ni de lógica electoral. Hugo Chávez es un referente internacional en el manejo de leyes electorales a su conveniencia. Solo como un ejemplo, en el 2009 logró –junto con una Asamblea Nacional oficialista– que se apruebe una nueva Ley Orgánica de Procesos Electorales, la cual cambió la metodología de asignación de escaños para futuras elecciones. Un año después en las votaciones parlamentarias la oposición sacó más votos, pero el oficialismo ganó más escaños.

Algo similar se ve en los resultados de la consulta que vivimos el sábado 7 de mayo. En Montecristi en el 2008 se aprobó el artículo 106 que con una osadía espeluznante cambió las reglas para la aprobación de las consultas populares y referéndums. En la Constitución anterior el SÍ tenía que ganarle al NO, a los nulos y a los blancos juntos, para lograr su aprobación. Era lo sensato. En las reglas actuales redactadas en Montecristi no se cuentan los nulos ni los blancos a la hora de sumar mayoría. Se los considera votos inválidos, inservibles, despreciables y descartables. O votos no inteligibles, como defenderá el oficialismo. Según las cifras publicadas por el Consejo Nacional Electoral solo en la pregunta 1 hay mayoría ínfima pero real (50,46%), en ninguna de las demás preguntas de carácter nacional el SÍ tiene mayoría real. Todas recibieron un rechazo mayoritario, sin embargo terminarán siendo aprobadas. Un gobierno adepto a las consultas, necesitaba que la nueva Constitución contenga una forma más simple de aprobarlas, aunque sea ilógica. Y los redactores de Montecristi parecieron ser sensibles a esas necesidades. Lo más insólito del artículo 106 es que plantea una excepción. Cuando se trata de consultar al pueblo para la revocatoria del mandato del presidente, ahí sí se necesita mayoría real. No deja de asombrar el descaro del 106. Los excoidearios del Gobierno que construyeron la nueva Constitución, y que actualmente están con el NO, hoy serían más críticos por lo menos con ese artículo en particular. Ese es justamente el problema cuando se aprueban leyes por coyunturas políticas y condicionadas a un plan de gobierno especifico. Toda ley redactada por conveniencia particular, termina siendo un bumerán que está listo para darse la vuelta al instante que ya no se está en el poder.

Otras leyes que son más antiguas que las de Montecristi pero que igual irrespetan a las mayorías, permitieron que Rafael Correa gane en primera vuelta con alrededor del 45,2% de los votos totales de los sufragantes. Otra vez en minoría. Hacer que el voto sea obligatorio es otra vieja herramienta voraz de los políticos insaciables de popularidad. Estamos a dos años de una nueva elección. Tiempo suficiente para ver nacer y triunfar a una nueva clase política. Sería inspirador que llegara un grupo político con un nivel de desprendimiento electoral de tal dimensión, que desvele el ilusionismo del artículo 106, que exija mayoría real en la primera vuelta para ganar una elección presidencial, y que promueva la tesis del voto no obligatorio. Una combinación aniquiladora para la clase política populista y demagoga.