En el 2008, cuando aún se encontraba en la plenitud de su espléndida versación futbolera y su recio espíritu crítico, el irreemplazable periodista Mauro Velásquez Villacís dedicó varios de sus programas radiales para demostrar que la FIFA tenía razón al considerar al encuentro Barcelona-Emelec como el clásico del balompié ecuatoriano.

De inmediato se levantó, desde Quito, una oleada de críticas contra Mauro por haber desconocido el valor del ‘único clásico con carácter nacional’: el de Barcelona con Liga de Quito.

Los títulos internacionales logrados por Liga (Q) entre el 2008 y el 2010 avivaron la discusión. Un sector del periodismo arremetió con furia contra Emelec para privarlo del mérito de ser actor del partido más importante del fútbol nacional. A Barcelona no lo discutían, pero le restaban todo valor. Algunos llegaron a burlarse de las victorias ante Millonarios en 1949 y 1952 y confesaron que aquello de la hazaña de La Plata (1971) y las dos finales de la Libertadores les provocaba hilaridad. El más urticante de los críticos llegó a decir (y está escrito) que el pasado no servía para nada; que lo que importaba era el presente y que había que echar la historia a la basura. Liga fue campeón de la Libertadores hace ocho años y aquella sensacional actuación es hoy parte de la historia. Habría que preguntarle al amargo columnista qué hacemos con ese trofeo del 2008 en el 2016.

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El 5 de mayo anterior corriente la revista inglesa Four Four Two publicó una lista de los 50 clásicos más famosos de todo el mundo. Para desasosiego de los enemigos de Barcelona y Emelec, Liga de Quito no aparecía por ningún lado. El elegido por nuestro país fue el Clásico del Astillero, tal como lo escogió ya la FIFA hace muchos años.

Esta lista, difundida en todo el mundo, parece haber agravado lo que supongo es un trastorno obsesivo-compulsivo entre los detractores del Clásico del Astillero. Voy a apelar muy pronto a la opinión del doctor Miguel Palacios Frugone para que nos haga conocer su opinión sobre la reacción de algunos periodistas capitalinos cada vez que, universalmente, en el mundo del fútbol, se reconoce a Barcelona y Emelec como los actores del partido más representativo de este deporte en el plano nacional. Alguna vez leí que esa conducta se trataba de un caso de “ritualización compulsiva que se presenta en personas que acostumbran a apelar a pensamientos o imágenes repetitivas con el objeto de contrarrestar su ansiedad provocadora de ideas o imágenes, que constituyen las obsesiones”.

El 9 de abril de 2010, en este Diario, escribí una columna titulada ‘Ya no se puede inventar nuevos clásicos’ para refutar a quienes, denostando con fiereza a los clubes guayaquileños, y reclamaban que se reconociera al duelo Barcelona-Liga de Quito como el verdadero clásico nacional.

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No es cierto que “el debate sobre los clásicos en el fútbol ecuatoriano está abierto, sobre todo alrededor de tres partidos que disputa Liga de Quito”, como sostiene un matutino de la capital. Ese debate está cerrado hace más de medio siglo. Un periodista jovencito afirma que el juego Barcelona-Emelec no es clásico sino “un derby”. Su explicación, a un entrevistador muy centrado, luce tan inentendible como los comentarios del famoso ‘Bertoldo’ en un canal oficial. Es un clásico de la Costa, de Guayaquil, dice contradictor.

Yo propongo una prueba: jugar un Clásico del Astillero en el Olímpico Atahualpa o en la Casa Blanca. Puedo apostar lo que quiera el necio en mención: cualquiera de esos dos escenarios lucirán repletos. Y otra prueba más: que haya un duelo entre Liga (Q) y Nacional, o entre la misma Liga (Q) y Aucas en el Modelo o en el Monumental. ¿Se llenarán los estadios porteños?

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La obsesión compulsiva de los contradictores estriba, de modo principal, en la histórica ausencia de un partido entre equipos quiteños que haya conseguido la dimensión de un clásico. Han pasado más de 100 años desde que en Quito se estableció el fútbol y, si bien hubo encuentros que alcanzaron expectativa e importancia, ninguno consiguió el estatuto de clásico capitalino. El que más cerca estuvo fue el de Aucas contra Liga (Q), pero la larga declinación de los auquistas impidió la consolidación.

Las taquillas no son determinantes para que un compromiso alcance ribetes clásicos. Tampoco la mercadotecnia, a la que han aludido algunos comentaristas costeños con interés acomodaticio, pensando en el rating de sus programas antes que en la verdad. Un juego se convierte en clásico cuando dos equipos concitan una rivalidad que surge de la pasión. El del Astillero nació como tal hace 68 años, cuando a EL UNIVERSO se le ocurrió la denominación. La fama de Barcelona como ídolo popular se extendió a todo el país y entre los ecuatorianos en el exterior. Emelec fue creciendo en popularidad en las décadas de los años 50 y 60, hasta tornarse en enorme legión de seguidores.

Cuando Barcelona llegó al corazón del pueblo, desde 1947, no había ganado nada; carecía de títulos. El público de la general del viejo Capwell se enamoró de sus colores, de su juego vistoso, de la enorme garra que ponían sus futbolistas y de los goles de Sigifredo Chuchuca. Emelec empezó a generar pasión con las cabriolas impredecibles del Loco más famoso de nuestro fútbol, José Vicente Balseca, y los goles de Carlos Alberto Raffo. Hasta que aparecieron Jorge Pibe Bolaños, los ‘Cinco Reyes Magos’ y don Fernando Paternoster. Fue cuando todo hizo explosión.

El choque entre Liga y Barcelona es muy nuevo para ser un clásico. No lo fue nunca, pero hace diez años el periodismo quiteño (una crecida parte) empezó a hablar de algo parecido a un clásico. Es un partido muy importante y lleva público. Basta ver a la Casa Blanca pintada de amarillo. La tesis contradictora se basa en que el alicaído y resignado Barcelona de hoy no puede ganar hace casi dos décadas a los ligados en Quito.

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También es mentira que para llamarse clásico un encuentro debe tener actores de dos ciudades o regiones. Ese es un alegato de iletrados en el fútbol. La lista de la revista inglesa que hemos citado tiene en el primer lugar a Boca-River, ambos de Buenos Aires. También figuran Flamengo y Fluminense, de Río de Janeiro; Alianza y Universitario, de Lima; Colo Colo-U. de Chile, de Santiago; Nacional y Peñarol, de Montevideo. Y podríamos citar una docena más.

Como dijimos hace seis años, ya es muy tarde para inventar nuevos clásicos en Ecuador. La historia está escrita con letra indeleble, aunque un odiador perenne, desde su columna, dice que la historia es basura. Ahora escribe poco porque su equipo hace rato que no hace historia y vive del recuerdo. (O)

No hay debate sobre cuál es el clásico en el fútbol ecuatoriano. Ese debate está cerrado hace más de medio siglo. Barcelona y Emelec son los actores del más representativo duelo de Ecuador.