Sentado frente a la computadora me encontré ante un dilema: escribir, como tema de esta columna, sobre la final del campeonato nacional 2022, o encarar la vergüenza universal que nos ha hecho pasar la Federación Ecuatoriana de Fútbol con el caso de Byron Castillo. Después de ver con desazón el partido de ida entre Barcelona y Aucas (0-1), y de advertir desesperanzado los movimientos intrascendentes de los futbolistas, decidí que este domingo comentaría solo de refilón lo sucedido.