En los 68 años que tengo en el deporte, en diferentes facetas, nunca había presenciado tanto entusiasmo por realizar un torneo internacional como el que han mostrado el ministro del Deporte y el presidente de la Federación Deportiva del Guayas. En otras épocas habríamos aplaudido tanta vehemencia, si no fuera por las circunstancias económicas, técnicas, de infraestructura y de inseguridad que vive Guayaquil, escogida como sede de los Juegos Bolivarianos 2025. Ninguno de estos factores ha sido analizado en profundidad por quienes deben manejar el tema.

En noviembre de 2022, el ministro Sebastián Palacios y el presidente de Fedeguayas se reunieron para elaborar un presupuesto de costo de los Bolivarianos. Se lo fijó en $ 24 millones. Para este trabajo no se citó al Comité Olímpico Ecuatoriano (COE), al que le correspondía solicitar la sede a la Organización Deportiva Bolivariana (Odebo), de acuerdo a los estatutos de esta entidad internacional, y preparar el legajo documental. Cualquier funcionario o dirigente con un elemental conocimiento del costo de un evento multideportivo habría advertido que tal presupuesto presentado era antitécnico e insuficiente.

El COE, presidido ya por Jorge Delgado Panchana, se vio embarcado en un problema por una decisión de Odebo al conceder la sede a Guayaquil, gestionada por la Fedeguayas, entidad ajena al movimiento olímpico, y no por el COE, que representa a nuestro país. El dosier presentado a Odebo fue insuficiente en muchos aspectos, entre ellos el del aval escrito asumido por el jefe de Estado del país solicitante, y otro emitido por la más alta autoridad de la ciudad en la que se proyecta realizar los Juegos, comprometiéndose al cumplimiento de todas las exigencias estatutarias y reglamentarias de Odebo. Lo que se presentó fueron cartas del presidente de la República y la alcaldesa en que expresaron que verían con simpatía que los Juegos se hagan en Guayaquil.

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Los deportes incluidos en los Juegos deben ser quince, y dos de ellos deben ser de conjunto. Guayaquil deberá albergar un máximo de 500 personas por cada uno de los siete países del área bolivariana. El programa debe incluir, además, exhibiciones de bellas artes y certámenes culturales.

Ante esta realidad, el COE, preocupado por el presupuesto de los Juegos, decidió acudir a expertos internacionales, quienes concluyeron que los escenarios eran insuficientes, porque no existían o no reunían los requisitos reglamentarios, por lo que habría que construir nuevos. Analizados todos los rubros y haciendo un cálculo modesto, los expertos concluyeron que los Juegos en Guayaquil costarán no menos de $ 51 millones. Ante esta realidad, avalada por el propio presidente de Odebo, el colombiano Baltazar Medina, el ministro ha respondido que el Gobierno entregará los $ 24 millones que se señalaron inicialmente. ¿Y el resto? Según el oficioso funcionario, se solventará con el aporte del Municipio de Guayaquil, la Prefectura del Guayas y con auspicios de la empresa privada.

De la asignación de fondos municipales y provinciales es necesario advertir el pronóstico hecho por el experto analista económico Walter Spurrier Baquerizo en el artículo ‘Tsunami financiero’ (EL UNIVERSO, 29 de marzo anterior) sobre las secuelas de la baja del precio del petróleo: “La principal consecuencia para el Ecuador es la caída del precio del petróleo por debajo del valor contemplado en el presupuesto del Estado. Es muy pronto para saber si las autoridades de los países centrales van a poder contener esta crisis en ciernes. Ya los ingresos presupuestarios de enero y febrero están 13 % por debajo de lo que fueron en los mismos meses de 2022, tanto por los menores ingresos petroleros como por las más bajas recaudaciones tributarias (…) A la postre, el Gobierno no podrá cumplir con sus compromisos presupuestarios e incurrirá en atrasos. Las transferencias a las prefecturas y alcaldías se reducirán. Alcaldes y prefectos reclamarán airadamente que el Gobierno no les cumple, y Finanzas tendrá que recordarles que las transferencias son un porcentaje de las recaudaciones, no el valor referencial que consta en el presupuesto”. ¿De dónde sale el optimismo ministerial sobre millones que aportarán Municipio y Prefectura?

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Hay otro factor tan grave como el que hemos citado. Guayaquil es la ciudad que mayor disminución de su importancia en influencia deportiva ha sufrido en los últimos 20 años. De su condición de capital deportiva del país; de puerta por donde llegaron todos los deportes modernos; de pionera de las afiliaciones internacionales; de promotora de hazañas, gestas y resonantes victorias, hoy su entidad matriz, Fedeguayas, es una fuerza de tercer orden en el panorama nacional. Los campeonatos deportivos de mayores han desaparecido. Murieron hace mucho tiempo, como potencias, el básquet, béisbol, boxeo, lucha olímpica, ciclismo, natación, halterofilia, y en general todas las ramas deportivas.

Los escenarios federativos han desaparecido o son escombros recién pintados. No se hacen ya los torneos provinciales que antes llenaban los estadios Modelo (hoy Alberto Spencer) y Ramón Unamuno (demolido). Tampoco los emotivos certámenes de básquet en el Huancavilca o el Voltaire Paladines, donde también se escenificaba el boxeo; y los campeonatos de béisbol en el Yeyo Úraga. ¿Hace cuántas décadas que no se juega hockey en patines o se realizan de forma frecuente los campeonatos de atletismo? Si esta es una realidad innegable, ¿cómo justificar un dispendio de más de $ 50 millones para hacer unos Juegos que son la obsesión de personajes ávidos de vanidad?

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Finalmente, hay que abordar el tema de la seguridad. A los últimos Bolivarianos, en Valledupar, asistieron más de 4.000 personas —entre atletas, personal técnico, dirigentes, etcétera—. Es la cantidad que llegaría a Guayaquil. ¿Podrá otorgarse protección a todos ellos durante 24 horas por 20 días? Al presupuesto de organización hay que agregar la inversión del Estado en seguridad con participación de la fuerza pública. La Federación Ecuatoriana de Fútbol renunció en noviembre de 2022 a organizar la Copa América 2024. “Hoy nuestro país debe concentrar sus recursos en enfrentar la difícil problemática que nos preocupa a todos y que es prioritario. Hay cosas más importantes que el fútbol”, dijo el presidente de la FEF en alusión al clima de inseguridad que afecta a Ecuador, achacado por las autoridades al crimen organizado y el narcotráfico.

Una posición sensata frente al drama por el que atraviesa nuestra ciudad. Ante este desistimiento, Palacios no dijo nada, pero en cuanto a los Bolivarianos llegó al despropósito de consultar a la Odebo si él, como ministro del Deporte, podía asumir la organización de este certamen multideportivo. La negativa fue tajante. En la reunión entre el presidente de Odebo, el titular del COE y el ministro Palacios, este funcionario no presentó el aval presidencial ni la asignación de $ 24 millones ofrecidos.

¿Qué circunstancia es la que origina la obsesión de hacer los Juegos? ¿Cuál será el beneficio para el deporte guayaquileño, que yace enterrado en un camposanto hace tantos años? (O)