Un sentimiento que no cambia con el transcurso de los años es la ilusión de que nuestra Selección asista a la fiesta más grande del fútbol. La esperanza, algunas veces con fundamentos y otras no, siempre ha alimentado al aficionado ecuatoriano, entrándose de eliminatorias a un Mundial. Esa esperanza nos ha solido cegar respecto a la realidad y aquello sucedió en 1981, cuando nos correspondió jugar la clasificación al Mundial España 1982.