Las actitudes, gestos y posturas ante determinados hechos y el lenguaje que usamos son el retrato de nuestra personalidad, de nuestros valores éticos y de la educación que recibimos en el hogar y fuera de él. El uso del insulto como forma de discrepar y la tendencia a tratar de humillar a los que piensan distinto revelan una distorsión de nuestro temperamento que requiere urgente atención del psiquiatra. Es lo primero que se nos ocurre al leer el comentario del entrenador portugués Renato Paiva al referirse a un pedido del Club Sport Emelec para que se contrate a expertos extranjeros para operar el sistema tecnológico llamado VAR en los partidos de definición entre el equipo guayaquileño y el quiteño Independiente del Valle, dirigido por Paiva.

La solicitud es perfectamente lícita por estar contemplada en las reglas que rigen el campeonato nacional y por la justificada desconfianza que han provocado en casi todos los equipos los yerros arbitrales, algunos de ellos justificables por la condición humana de quienes dirigen en el campo de juego y deben decidir en fracciones de segundo. Lo que no se puede justificar son los errores en situaciones claras, vistas por todo el mundo, menos por los réferis y jueces de línea, y mucho menos por los que manejan el VAR, que es un recurso tecnológico para subsanar los desaciertos arbitrales. A menos que uno esté cegado por el odio, o la animadversión gratuita, es imposible negar que el club más perjudicado por fallos equivocados en la segunda etapa es Emelec. La percepción generalizada —no solo entre seguidores eléctricos— se orienta hacia la incomprobable teoría de la conspiración para evitar que los porteños alcanzaran el título de manera directa.

La solicitud de Emelec —ajustada al reglamento— provocó la ira de Paiva, que la ha considerado “asquerosa”, un calificativo pretendidamente ofensivo hacia una entidad respetable cuya limpia historia en el deporte nacional el portugués desconoce. ¿Es su exabrupto de su propia cosecha o es el resultado del clima intolerante hacia el deporte guayaquileño que se respira a su alrededor? ¿Lo piensa él o lo mandaron a que lo diga?

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Mi duda razonable surge porque Paiva es nacido en un país de un alto nivel de cultura, con una tradición histórica de intelectualidad y de respeto a los valores morales, como lo revela la leyenda del Gallo de Barcelos, que mi padre aseguraba haber oído de mi bisabuelo, José Souza Vasconcellos, nacido en Braga, Portugal, y llegado a Guayaquil en 1888 para fundar nuestra familia.

El Gallo de Barcelos es un símbolo nacional de Portugal, que representa la honestidad, la confianza, la integridad y el honor. La leyenda cuenta la historia de un peregrino gallego que salía de Barcelos (ciudad portuguesa del distrito de Braga) camino de Santiago de Compostela, y que fue acusado de haber robado el dinero a un terrateniente, por lo que fue condenado a la horca. Como última voluntad, pidió ser llevado ante el juez, que se encontraba comiendo un gallo asado. El peregrino le dijo que, como prueba de su inocencia, el gallo se levantaría y se pondría a cantar. El juez ignoró las palabras del hombre. Sin embargo, en el preciso momento en que el preso iba a ser ahorcado, el gallo se levantó y cantó. El juez, habiéndose dado cuenta de su error, corrió hacia la horca y descubrió que el gallego se había salvado gracias a un nudo mal hecho.

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¿Tiene Paiva la superioridad moral para usar su lenguaje despreciativo y ofender no solo a Emelec, sino al deporte guayaquileño? ¿Será acaso que por venir de Europa cree tener supremacía sobre quienes nacimos en Ecuador, al que presume un territorio de conquista? Su actitud difiere de la de otro europeo con diferente modo de pensar y obrar que llegó en 1988 como un verdadero maestro y cambió todo nuestro fútbol: el muy respetado y querido Dussan Draskovic. Paiva vino con un modesto currículo. No es Draskovic. En su país solo dirigió en primera durante un corto y forzado interinato en Benfica, en el que trabajó en divisiones menores.

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¿Habrá tenido Paiva alguna formación superior que lo haya hecho entender que el entrenador es un docente técnico y moral? El entrenador, además de las funciones básicas de preparar al deportista para las competiciones en cuanto a la técnica y la táctica, es responsable de preparar un deportista con sólidos valores éticos, que le permitan a su vez enfrentar no solo cualquier actividad deportiva con dignidad y entereza, sino también que lo preparen para la vida de manera general. La primera cualidad que debe cumplir un profesor deportivo es ser ejemplo de conducta ante la vida para cumplir con la función que le ha encomendado la sociedad.

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La reacción desbordada e intemperante de Paiva, el casi anónimo técnico, causa un gran daño a sus dirigidos y es un pésimo ejemplo para los jóvenes que militan en el exitoso club capitalino. El portugués es un nefasto representante de la cultura de un país intelectualmente rico en grandes valores: Luis de Camoes, Eça de Queiros, Fernando Pessoa y José Saramago, Premio Nobel de Literatura.

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El DT del aspirante a campeón no tiene la altura para ofender al Emelec, entidad que es orgullo de Guayaquil, por más que lo haga para mostrarse grato con quienes le dan trabajo, o haga de altoparlante de algún odiador serial. Ofender es, según el Diccionario de la Lengua Española: ‘Humillar o herir el amor propio o la dignidad de alguien, o ponerlo en evidencia con palabras o con hechos’. Emelec y el deporte de Guayaquil están muy altos y no los alcanzan los escupitajos verbales del “técnico”. Hay cosas que no le van a contar los que lo rodean. Emelec va a cumplir 93 años. El deporte nacional se enriqueció con sus grandes estrellas. Con sus propios recursos construyó su estadio y organizó temporadas internacionales. Fue el promotor del profesionalismo ecuatoriano, en 1950. Exhibe 21 títulos entre los torneos de Fedeguayas, Asoguayas y los nacionales. Hoy tiene uno de los más elegantes estadios de América y sigue siendo uno de los equipos más competitivos de nuestro balompié.

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Lo que me apena es que el periodismo porteño actual (con la excepción de Mario Canessa) no haya salido a criticar los insultos de Paiva. Somos pocos los que mantenemos una postura crítica y no aspiramos a recibir “favores logísticos”, como llamó Luchito a la compra de conciencias con viajes y contratos. Las luces de Dubái titilan en ojos codiciosos.

Somos pocos los que respetamos la herencia que recibimos de César Plaza Ledesma, Rafael Guerrero Valenzuela, Voltaire Paladines Polo, Manuel Palacios Offner, Miguel Roque Salcedo y otros grandes del periodismo. Aprenda usted, Renato Paiva, algo que no le enseñaron: el que insulta, se ultraja a sí mismo. (O)