No eran cracks como muchos de los de hoy, inventados por el marketing y elevados artificialmente por periodistas embarrados en el fango del embuste. Hoy se pagan cientos de miles de dólares por el fichaje de jugadores jóvenes que aún no han debutado en primera división. Otra montaña de billetes verdes se embolsan empresarios que venden el pase de figuras de barro traídas del extranjero a las que nadie conoce en su país.