El deporte sigue siendo, para mí, fuente de maravillosas emociones. La búsqueda de la victoria desde que empieza una prueba; la lealtad de cada competidor en todos los instantes para que el triunfo sea limpio, sin sombras; el modo en que un deportista se sobrepone a las dificultades y vuelve a la brega, pleno de entusiasmo; el carácter solidario, que es vital cuando se compite en equipo, aun resignando las propias aspiraciones triunfalistas... Son tantas las lecciones que puede darnos el deporte cuando se practica y se disputa con nobleza.

Todavía tengo en el cuerpo rezagos del temblor emocional que produjo el domingo pasado la carrera de ciclismo de ruta de los Juegos Panamericanos de Santiago, el emocionante triunfo de Jhonatan Narváez y el gesto generoso del multilaureado Richard Carapaz cuando ambos pugnaban por la medalla de oro, junto a lo que los narradores del canal Chilevisión llamaban “el grupo de ataque” formado por otros seis aguerridos pedalistas.

Me enganché desde el inicio de la transmisión para enviar mensajes virtuales de energía positiva a nuestros dos gladiadores, a los que admiro desde aquel triste episodio en los Juegos Bolivarianos de 2017 en Santa Marta (Colombia), cuando una funcionaria pasó por sobre la autoridad del Comité Olímpico Ecuatoriano (COE) y sancionó a tres ciclistas nacionales –dos de ellos eran Carapaz y Narváez; el otro era Jonathan Caicedo– por un suceso que jamás se aclaró.

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El deporte me ha dado muchos momentos gratos. Podría escribir un libro para narrarlos, pero, en este rato, me vienen a la memoria dos muy cercanos: la victoria de Carapaz en el Giro de Italia 2019 y la medalla dorada de la Locomotora del Carchi en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. En esos JJ. OO. me mantuve pegado al televisor toda la madrugada y el sprint final de nuestro deportista para arribar vencedor me trastornó mi funcionamiento cardiovascular. Si me hubiera tomado la presión, habría saltado el tensiómetro. Literalmente, temblaba mientras gritaba alentando a Carapaz, como si este estuviera a mi lado pedaleando en la cinta de asfalto. Mis vecinos estuvieron a punto de llamar al 9-11 y debí explicarles la causa de mi alboroto. Todos entendieron.

Una lección que el deporte puede dar a la sociedad es la unión y el compañerismo entre quienes forman un equipo, máxime si ese equipo representa al país. “Lo importante en la vida no es el triunfo, sino el combate. Lo esencial no es haber vencido, sino haber luchado bien”, proclamó Pierre de Fredy, barón de Coubertin. En Tokio 2020, Narváez fue compañero de Carapaz con la malla de Ecuador y debió sacrificar sus aspiraciones en beneficio de quien luego dio a nuestro país la medalla de oro.

Brillante estrategia

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Ahora, en Santiago de Chile, todos fueron a ver triunfar a Carapaz, quien cayó cuando se iniciaba el ascenso al cerro San Cristóbal, en el último tramo de la prueba de ruta. Se recuperó; estuvo otra vez en el pelotón con Narváez y el resto del grupo de aspirantes a la presea dorada. En el sprint final, cuando todos se empinaron en el sillín para dejar el último átomo de energía, Carapaz advirtió que podía abrir una brecha para que pasara su compañero tricolor. Maniobró con inteligencia, el pequeño resquicio apareció y por allí penetró Narváez, que venía embalado y aseguró la victoria, que fue sorprendente para sus rivales.

Celebración icónica

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Los que estábamos pendientes de los detalles advertimos que, cuando el medallista logró pasar por el diminuto boquete que abrió Carapaz, este dejó de pedalear y alzó los brazos en señal de alegría, de victoria. La imagen la tiene Chilevisión. Ojalá haya una fotografía.

El que en los pronósticos era seguro vencedor decidió dejar pasar su posibilidad de triunfo para que sea su compañero el ganador. Narváez, ciclista de élite mundial nacido en Sucumbíos, ganador de la etapa doce del Giro en 2020 y del Tour de Austria 2023, e integrante del famoso Team Ineos Grenadiers, se cubrió de gloria. Nuestros compatriotas dieron al país, desde las filas del deporte, una clase de civismo e identidad patriótica: primero está la nación, y luego el interés individual. Si de por medio está el país, los egoísmos no pueden encontrar sitio.

¿Qué tal si la noble actitud de Carapaz y Narváez la adoptan como emblema de conducta los movimientos políticos de Ecuador? (O)