Crimen de lesa fútbol: primero escaló el Himalaya, luego tropezó con una piedra y cayó. Tras tumbar nada menos que a España y Alemania, dos pesos pesados, Japón estuvo cerca de eliminar también al subcampeón mundial, Croacia, pero falló en los penales. El mundo estaba con Japón, esperaba celebrarle otra proeza. No se dio, igualaron 1-1, fueron al alargue, a los penales y Japón ejecutó mal tres disparos sobre cuatro, los tres parados por el magnífico arquero Dominik Livaković, a quien ya le habíamos visto una actuación consagratoria en el Dínamo Zagreb ante el Chelsea por Champions.

El fin del miedo

Experto en penales, en el Mundial anterior Croacia avanzó a cuartos de final y a semifinales ganando también por la vía de los doce pasos. Entonces dejó fuera de carrera a Dinamarca y a Rusia, en aquel choque en que el público se desmayaba de emoción. No hay duda posible: tiene oficio para este tipo de definición, tan atrapante y emotiva. O práctica. Japón pareció no hacerlo.

“Termina el suplementario y vamos a la lotería de los penales”, informa el narrador radial o televisivo. Lo de lotería es un clisé sin fundamento: pocas cosas tienen menos contenido de azar que el disparo de los doce pasos. Siempre decimos que si “la definición por tiros desde el punto del penal” (tal su denominación correcta) fuese una lotería, el entrenador elegiría a los cinco jugadores de más suerte que tiene en el equipo. Pero no, elige a los cinco que mejor patean. Y, sobre todo, a los que más confianza se tienen. Incluso cuando se avizora que se va irremediablemente a definir por esa vía, si aún le queda un cambio y hay un buen ejecutante en la banca, el técnico lo pone y se asegura un disparo de calidad.

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Agárrense fuerte: ¡Inglaterra-Francia!

Lo que se omite decir es que la definición por penales suele no ser similar a las capacidades y a los méritos que dos equipos exhibieron durante el partido. El que peor jugó puede ser el mejor en los lanzamientos. Incluso un futbolista con menos condiciones que otro puede ser superior en esta instancia que conlleva una carga emocional tremenda. Más en un Mundial sabiendo que carga la ilusión del país en sus hombros. En el penal, la cabeza manda. Y Croacia es fuerte de arriba.

El estadio 974, construido con contenedores, cierra sus puertas para siempre tras el Brasil-Corea del Sur de este lunes. Ahora será desarmado completamente y desaparecerá. Es el de más bajo costo de los ocho que presentó Qatar: 230 millones de dólares. Albergó cinco partidos de la Copa Árabe en noviembre de 2021 y siete de este Mundial. ¿Será el más efímero de la historia? Fue construido para este torneo y duró catorce días. Ahora habrá condominios allí. Al menos se despidió con una goleada de lujo: Brasil 4 - Corea 1. Que pudo ser ocho a cuatro, por la cantidad de situaciones generadas por ambos. Las chicas coreanas suspiran por Son, el crack que juega con el antifaz y es figura en Inglaterra. Es el ídolo nacional. Pero la TV no enfocaba más que brasileños.

Weverton, golero suplente de Brasil, tuvo minutos contra Corea del Sur. Foto: Rungroj Yongrit

Fue un entrenamiento con público. Apenas 6 minutos 43 segundos necesitó Brasil para quebrar la guardia coreana. Y cuando entró el primero quedó la puerta abierta. A los 35 ya estaban 4 a 0 y, aunque uno no quiera, la mente se relaja. La fiera se ablanda, levanta el pie del acelerador y el partido pierde la tensión que supone un duelo equivalente. Las combinaciones de los hijos de Pelé sobre el rectángulo verde semejaban al billar, a pegarle a tres bandas. La inventiva brasileña es demasiado indescifrable para la rígida estructura mental coreana. Es la improvisación talentosa frente a la táctica férrea y el espíritu de combate. No hay color. Porque los brasileños también luchan. Y tienen esa larga amistad con la pelota. “Cuando juegan bien, juegan bien”, dice un colega imitando a Perogrullo. Pero se le entiende: cuando le suenan los violines ¡qué orquesta! Inglaterra inventó el fútbol, Argentina es la capital de la pasión y Brasil la patria del jogo bonito. El país que mejor lo ha interpretado. Llevan el juego a un nivel inalcanzable para las otras 210 selecciones que el mundo tiene.

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Uruguay protestó acremente por su eliminación en primera fase, pero podría estar contento: no debió enfrentar a este Brasil (si pasaba, le tocaba en lugar de Corea). Lo mismo que Ecuador gambeteó el posible choque con Inglaterra. Se salvaron los dos. El problema con Brasil es que si se marca a Neymar quedan Raphinha, Vinicius, Richarlison y Paquetá. Si se marca a Neymar y Raphinha están los otros tres. Y así. Son cinco problemas y ninguna solución. Y está la histórica letalidad brasileña frente al arco rival. Llegan 5 veces y anotan cuatro. Corea dispuso de cinco situaciones netas de gol, marcó uno solo. Le pasa lo que a Argentina, debe producir ocho jugadas de gol para ganar 2 a 1, así fue con Polonia y Australia. Eso se paga ante una máquina de producir fútbol como esta de Tite. Ahora le toca Croacia en cuartos y no debería tener problemas de avanzar. Si Argentina vence a Holanda se encontrarían en semifinales, una pena porque desde hace décadas el fútbol espera una final del mundo entre los “hermanos”. Un Argentina-Brasil en la final es un acontecimiento como el cometa Halley, pasa una vez cada 75 años. No hay clásico mayor en el planeta, ni un Alemania-Inglaterra. Ahí, en las tribunas ganaría Argentina, en la cancha es favorito Brasil.

Silencio, genio trabajando

La mejor noticia para Tite, además del triunfo, es la vuelta de Neymar. No brilló, pero corrió sin dificultades. Su tobillo de cristal pareció recuperado. Cuando nos preguntan a quién vemos para ganar la Copa respondemos: ¿cómo haría Brasil para no ser campeón? Parece imposible. Juega mucho. A los cinco jinetes del Apocalipsis se agregan el mariscal Casemiro en el centro del campo, y tres centrales fantásticos atrás: Militão, Marquinhos y Thiago Silva. Y un arquero de garantías como Alisson. Grandes actores, sentido de equipo, mentalidad ganadora, estilo ofensivo. Mención aparte para Militão: es tan fantástico atléticamente, que se nos antoja el jugador perfecto para intentar anular a Mbappé en un duelo futuro. Tiene sus mismos atributos: velocidad, potencia, elasticidad. ¿Se verán en la final?

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Las casas de apuestas pagan cada día menos por una eventual coronación brasileña. Devuelven apenas 2,85 por cada euro invertido. No es mucho, pero es tan candidato que igual seduce. Francia paga 5,50, Argentina 7, Inglaterra 8, España 9 y Portugal 15. Para mejor, en la ruta de abajo del cuadro chocarán Inglaterra y Francia, uno de los dos empezará a pensar en el siguiente Mundial. Tite acuñó en 2019 una frase para el libro de citas: “Es imposible eludir el favoritismo, somos Brasil”. Tiene razón. (O)