Fue un golpe fuerte del que la tradicional travesía Guayaquil-Posorja intenta levantarse porque no pudo realizarse, en las dos ediciones anteriores, en la fecha acostumbrada a causa de la pandemia del coronavirus. Esta antigua costumbre de remar 56 millas náuticas, que se inició el 20 de marzo de 1940, se reactivará en los primeros minutos de este Viernes Santo cuando las yolas zarpen desde el muelle de la calle Gómez Rendón.

Guardo muchos y hermosos recuerdos de la regata. En múltiples ocasiones nos contó bellas historias en las páginas de este Diario nuestro grato amigo Ricardo Vasconcellos Rosado, que ha concurrido a muchas de ellas. Siempre estuvo acompañado del querido y recordado caricaturista deportivo Washington Rivadeneira (River).

Este ritual de la regata arranca con la preparación de los participantes desde octubre y noviembre con intensos entrenamientos. La mayoría de los esforzados remeros son personas sencillas y muy nobles que tienen en sus genes la herencia del espíritu huancavilca, con estirpe marinera. Los remeros que mejor están físicamente son los escogidos para subir a la embarcación, los otros se convierten en personal de apoyo que acompaña en la ruta a Posorja.

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Al momento de la partida se repasan las últimas recomendaciones, se revisan planes y estrategias. La adrenalina empieza a subir, se templan los nervios, se inician los calentamientos. Se necesitan piernas, brazos y abdominales fuertes y un corazón y espíritu de acero. Con la partida se empiezan a escribir páginas heroicas en las que mucho tiene que ver la experiencia de los timoneles, que son viejos lobos de mar que juntan a la perfección el alma de Neptuno y Poseidón.

No importa arribar a la meta con llagas en las manos. En algunos casos participaron yolas conformadas por jóvenes con mayor fuerza y vigor, pero no tuvieron éxito porque se accidentaron, se perdieron en los ramales, o abandonaron la prueba por fatiga extrema al no dosificar bien las energías.

La historia tiene reservadas grandes jornadas dedicadas a equipos como Andes, Autoridad Portuaria, Liga Deportiva Estudiantil, Cleveland y muchos más. En estos últimos tiempos tienen hegemonía la Infantería de Marina y Asociación Deportiva Naval (ADN) gracias a una ventaja natural de entrenar todos los días, y porque por lo general sus tripulantes son jóvenes con buen biotipo y se apoyan de manera científica con tecnología de punta y con lanchas y remos más livianos.

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Una de las más dramáticas finales de la Guayaquil-Posorja fue la del 2009 en la que después de varias horas de bregar todo se definió en la misma meta. La embarcación de ADN, a muy poco de arribar, le había sacado una notoria distancia de ventaja al equipo Cocodrilos (que lidera Eduardo Dueñas), que venía rezagada. La embarcación de prensa venía muy atenta al desenlace. De pronto notamos que los navales empezaron a perder ritmo, pese al empeño de sus remeros, porque se toparon con varias corrientes encontradas.

Mientras, la otra embarcación empezó a desplazarse con rapidez al encontrar y entrar cordones favorables y fue acercándose poco a poco, hasta darle alcance a la de ADN en la misma línea de llegada. Los Cocodrilos remataron en primer lugar en una final de ojo mágico, como se dice en la hípica. Se debe mantener la costumbre de premiar a los ganadores, pero también conseguir interesar a los jóvenes y hacer más atractiva la carrera para el público que llega al malecón de Posorja.

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En los últimos años radio CRE y otros medios han relatado todo el recorrido hasta la llegada, donde se unen muchas embarcaciones que salen al encuentro de los gladiadores. Todo esto en el marco de un hermoso amanecer que resulta casi un galardón para quienes tienen el privilegio de participar o ser testigo de una competencia que resulta un culto al esfuerzo. (O)