(Publicado originalmente en La Revista del 21 de mayo del 2017)

Su vida cambió cuando incursionó en los muebles de muyuyo. Jamás se imaginó que por dicha labor sería el Rey del muyuyo. Su historia la cuenta en El Arenal (km 6,5 vía a Data). Esa mañana medio gris, desde lejos se escucha el tronar del mar, el ulular del viento levanta arena y polvo como en esas películas de pueblos fantasmas.

Él está rodeado de muebles a medio hacer y piezas decorativas que cuelgan de las paredes de su taller. Sitio poblado por troncos y ramas de muyuyo, tongos de bejuco, diversos tipos de maderas, herramientas de trabajo y un par de oficiales en plenas labores, ese es el reino de Bonifacio Crespín Mite, de 74 años, quien de entrada cuenta que anteriormente ejerció otros oficios: “Yo antes era carpintero de ribera y albañil, pero en 1980 empecé a trabajar con el muyuyo y hasta ahora me siento feliz de haberme pegado a este arte”. Mientras muestra las obras que realiza, comenta con orgullo que gracias al muyuyo ahora tiene casa, taller y vehículo, además ya no tiene que movilizarse a otros pueblos o ciudades lejanas a trabajar durante el tiempo que duraba la obra como la ejercía de albañil y carpintero.

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Indago quién fue su maestro en este arte rústico, pero auténtico y vistoso. Dice que gracias a Dios como es carpintero aprendió solo. “Simplemente le compré un mueble a José Lázaro, reconozco que él es el fundador de este trabajo, entonces a solas me las averigüé y empecé a trabajarlo”. Agradece a sus clientes que le llevan fotos de muebles hechos con otros tipos de maderas que él replica utilizando muyuyo y bejuco, pero dándole sus giros y toques creativos, eso es lo que realiza desde hace 37 años don Bonifacio.

Es verdad, José Lázaro Escalante fue quien hizo los primeros muebles de muyuyo. Surgiendo en Playas una nueva artesanía de este hombre actualmente de 83 años y que aún trabaja en su taller del barrio Carita, de General Villamil, Playas.

La historia es así, ocurrió cuando a sus 41 años, el arquitecto Eduardo Crespo le encargó unos muebles playeros, pero con troncos de muyuyo que le habían sobrado al cercar su propiedad. El siguiente fin de semana, los muebles rústicos estaban listos, le encantaron a Crespo quien lo recomendó a sus amigos y clientes. “Comencé solo con el muyuyo, después de unos años, adornaría con el bejuco –me refirió Lázaro años atrás–. Yo me entusiasmaba con mis muebles porque quedaban bonitos, eran rápidos de hacer y enseguida ideé nuevos modelos”. Recordó que antes el muyuyo servía para cercar terrenos y corrales para chanchos y chivos. También que de niño su madre lo peinaba usando como brillantina la goma que brota del fruto del muyuyo.

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Las artesanías del rey
Antes él se anunciaba con un letrero que al pie de la carretera decía: “Taller artesanal Don Boni”, pero todo cambió en 1996 cuando un periodista de EL UNIVERSO le hizo una entrevista y en ella lo nombró como El Rey del muyuyo. “Oh, sorpresa así he quedado bautizado, todo el mundo me considera muy bien y hasta empecé a tener más clientes”, cuenta entre carcajadas Bonifacio Crespín Mite, quien así perdió su nombre y apellidos pero ganó un título de nobleza.

Explica que las maderas silvestres que utiliza: el muyuyo y el bejuco se las consiguen sus proveedores oriundos de Cerecita, El Progreso y Bajada de Chanduy pero cada vez es más difícil de conseguir porque grandes industrias ahora han instalado sus fábricas en esas localidades y han rozado el monte donde antes crecían. “Por eso ahora el montañero lo trae de algunos kilómetros más monte adentro a lomo de burro y entonces centavo a centavo va costando más”.

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Le consta porque él va a buscar ese material en su camioneta. Luego clasifica por tamaños y formas las varas de muyuyo antes de ponerlas a secar al sol. En cambio, las ramas de bejuco se utilizan verdes cuando están flexibles porque sus formas adornan los muebles que cuando están listos son secados al sol.

Asegura ser un artesano responsable, es el consejo que le inculca a sus nietos que trabajan con él. Y es que Bonifacio Crespín es padre de siete hijas y de un varón, pero es feliz enseñando su arte y oficio a sus tres nietos.

¿Hasta cuándo reinará el Rey del muyuyo?, indago antes de abandonar su reino en El Arenal y responde: “Hasta que Dios me dé fuerzas para trabajar, esperando que los nietos y sus hijos sigan en el oficio”. (I)