Como si se tratara de un desacato a alguna imposición dictada minutos antes, el personaje femenino del primer cuento de Las voladoras inicia con una pregunta desafiante: “¿Bajar la voz?”, “¿Por qué tendría que hacerlo? Si uno murmura es porque teme o porque se avergüenza, pero yo no temo. Yo no me avergüenzo”, aclara firme y continúa diciendo: “Son otros lo que sienten que tengo que bajar la voz, achicarla, convertirla en un topo que desciende, que avanza hacia abajo cuando lo que quiere es ir hacia arriba”.