La energía musical de los Maneskin y el mito de Elvis: así el rock and roll resplandeció arrolladoramente en el Festival de Cannes en su recta final, acaparando la atención de los paparazzi en una de las alfombras rojas más esperadas y luminosas de esta edición aniversario 75.

El director australiano Baz Luhrmann, que ya bautizó en el certamen francés más prestigioso del planeta Moulin Rouge (2001) y El Grand Gatsby (2013), recibió una larga ovación en pie en la premier mundial de Elvis, en la que hábilmente reconstruye la atormentada epopeya del mito Presley.

Los Maneskin, al ingreso de la Gran Sala Lumiere, interpretando la canción más impactante de la banda sonora del filme If I can Dream, dieron la bienvenida al desfile de estrellas: Sharon Stone, Shakira, Ricky Martin, Juliette Binoche, entre otras, seguidas por un ejército de influencers, listos para documentar en sus redes la velada más glamorosa de la Croisette. Como broche de oro, los protagonistas del filme, Tom Hanks y Austin Butler, junto a la viuda de Presley, Priscilla, acompañaron muy sonreídos a Luhrmann que no paraba de mostrar a los fans su cinturón con la enorme hebilla de Elvis.

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Para dar nuevamente vida a una leyenda mil veces celebrada era necesario una perspectiva diversa. Luhrmann ha elegido la suya, con su estilo trepidante, el usual bombardeo de imágenes y sonidos, con una intención precisa: “La película se llama Elvis, evidentemente, porque es la estrella central. Pero también se enfoca la historia del coronel Tom Parker, su manager, el narrador omnisciente del filme. Parker no tenía oído musical, pero estaba muy impactado por el efecto que ocasionaba la imagen de Presley en el público. Como dice él mismo en la película: Elvis es el carnaval más grande que haya visto’. “A mediados de los 50, en Estados Unidos, carnavales habían muchos, sobre todo musicales, pero eran fenómenos transitorios. Parker estaba en la búsqueda de algo extraordinario, justo como Elvis”, afirmó el cineasta. Se trata de la relación entre ambos, Elvis y Parker, estrecha e interdependiente, hasta la toxicidad, como narra el filme”, prosiguió.

La película reconstruye los momentos fundamentales de la carrera musical del Elvis: la influencia de los ritmos y blues escuchados durante las funciones religiosas; la mítica Memphis con su Beale Street repleta de locales musicales; el encanto arrasador que Elvis sabía aprovechar frente a un público sobretodo femenino; el encuentro con Priscilla; el sueño de una carrera en Hollywood y el largo periodo final en Las Vegas. Este recorrido, Luhrmann lo disemina en su totalidad en momentos del pasado y del presente al que pertenece este biopic.

Su inspiración para llevar a la gran pantalla la historia del Rey del Rock fue Amadeus (1984), ganadora de ocho premios Óscar bajo la dirección de Milos Forman. “No se trata realmente de Mozart. Se trata de los celos que Salieri padecía hacia Mozart”, admitió.

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Al referirse a la elección del protagonista, clave fundamental de este admirable resultado, Luhrmann explicó: “Sabía que la película no hubiese funcionado si no encontraba un actor (Austin Butler) capaz de evocar las cualidades vocales de Elvis. Pero también su mímica sensual y aquel sentido de vulnerabilidad interior”.

Definitivamente, Elvis se convertirá en un filme imprescindible para muchos una vez que se estrene en las salas de cine. Para los fans, será todo un deleite. Para los editores de la obra cinematográfica -dos horas de proyección electrizante, donde ningún encuadre dura más de tres segundos y se subsiguen sin tregua-, podría ser un Óscar asegurado en su respectiva categoría.

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Además, los históricos y apasionados del rock and roll, podrán dilucidar sobre algunos argumentos: el recuerdo de su infancia, absorbiendo ritmos de la cultura afroamericana, interpretando y cantando el blues; la revalorización de sus interpretaciones musicales en Las Vegas a fines de los 60 que influenció a grandes artistas como Bruce Springsteen; y la figura del “coronel” Tom Parker (Hanks), el ambicioso manager sin el cual Elvis nunca hubiese alcanzado tanta gloria. Su cinismo repugnante y el talento de Elvis son las dos caras de la misma moneda. Para el resto de los espectadores, será una película, a veces excesiva, casi extenuante, pero muy entretenida. De no perdérselo.