Es el mes del pasillo y eso significa un reconocimiento a uno de sus principales promotores, Héctor Jaramillo, el Señor del pañuelo blanco, de parte de la Empresa Pública Municipal de Turismo de Guayaquil. Esto se hará durante un show artístico de libre entrada, el sábado 8 de octubre, en el Paseo de los Presidentes en el Malecón, a las 18:30.

El invitado de honor está listo, y promete clásicos: pasacalles, sanjuanitos, pasillos y los temas de mayor éxito, entre ellos, por supuesto, El pañuelo blanco, su primer tema como solista. “Me han pedido entre 15 y 16 minutos”, dice, pues compartirá el escenario con otros artistas que participarán del homenaje. Da algunos nombres: los hermanos Miño Naranjo, Fresia Saavedra, el Cuarteto Mestizo, Christian Jaramillo, Olga María y Fernando Vargas.

Héctor Jaramillo sentado ante el piano de su esposa, Adelaida Fabre. Foto: Carlos Barros

El día anterior, Héctor Jaramillo habrá estado en Cuenca para un espectáculo con el mismo propósito, celebrar 75 años de trayectoria musical. Él recuerda muy bien la fecha, el 10 de agosto de 1947.

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La envidiable salud del contador que nunca pensó ser solista

Dado que el próximo noviembre cumple 91 años, Héctor Jaramillo está muy satisfecho con su estado de salud; no tiene enfermedades catastróficas ni crónicas. Su único problema han sido las caídas; hace poco tuvo una en el aeropuerto, y se lastimó una vértebra, lo que le produce mucho dolor. Y en casa tuvo otra, al tropezarse con el gato, comenta su esposa Adelaida.

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Una caída hace más de 20 años le imposibilitó volver a tocar la guitarra. Le ocurrió al acudir apresuradamente al escenario en la Plaza de Toros Leganés, en Madrid. Se levantó, siguió con el show, volvió a salir momentos después para unas canciones más, y como secuela, perdió la agilidad para pulsar las cuerdas, a pesar de que se esforzó en la rehabilitación.

Se cuida mucho, hace ejercicio, pero lo mejor que tiene, asegura, es su familia, en especial su esposa, Adelaida Fabre, “porque hay un antes y después del matrimonio; cuando era un joven con gran éxito, era volátil, pero me casé con ella y eso se cortó de plano; toda mi vida está dedicada a ella, y ella a mí”.

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Así que considera que su estado “es envidiable”, excepto cuando la preocupación de las actuaciones le sube la presión arterial, “pero lo tengo controlado, puedo cantar con igual intensidad en la Sierra como en la Costa”. ¿Entonces aún se pone nervioso antes de cantar? “Eso no se me pasará nunca; he sido tremendamente nervioso desde el primer día en que comencé a cantar, pues no creí llegar a ser cantante”.

Su destino era ser contador. Estudió en el Colegio Mercantil de Quito y se graduó como perito contador y luego como máster en contabilidad; estudió la carrera de economía, pero desde la secundaria había tenido afinidad por el canto. Fue solista en el coro del colegio. Luego pasó a formar parte de un trío profesional. Hace memoria de sus primeras agrupaciones, Los Latinos del Ande, Los Cuatro Brillantes y el trío Los Brillantes. “Nunca pensé cantar como solista”.

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La historia de ‘El pañuelo blanco’

Al terminar su historia con los grupos, se alió con el arreglista Naldo Campos para hacer grabaciones de acompañamiento a artistas como Máximo León, Ana Lucía Proaño, los hermanos Benítez Valencia y las hermanas Mendoza Suasti y Mendoza Sangurima, así como Pepe Jaramillo y Julio Jaramillo. Su cargo era contador en la casa discográfica RCA Víctor, de Quito, pero usaba también su talento para unir cada nuevo tema con el intérprete ideal. “Y de pronto, me cayó El pañuelo blanco”, la composición de Fausto Galarza, en 1972.

Uno de los múltiples reconocimientos en el estudio del cantante: la asociación de ecuatorianos en Perugia, Italia celebró los 59 años de vida artística de Héctor Jaramillo. Foto: Carlos Barros

Intentó dársela a otro artista, pero fue rechazado. Eso lo entristeció, pero su esposa lo animó a cantarla él mismo. “Fui al jefe musical de Ónix y le dije: tengo este pasillo”. Grabaron esa misma noche, con Naldo Campos en el requinto, el Gato Santos en la guitarra eléctrica, Héctor Jaramillo en la segunda guitarra, y Ramón Alarcón en el bajo. Crearon el lado B en esa misma sesión, Ódiame si quieres, con letra de Milton Torres, Campos y Jaramillo. “Naldo agarró la guitarra y le puso la música”.

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La promoción se hizo a través de las rocolas de la casa musical J. D. Feraud Guzmán. “Fue una de cal y otra de arena”, recuerda, porque los dueños de los locales creían que el público no aceptaría una voz grave cantando pasillos. Pero entonces, Carlos Armando Romero Rodas escuchó su canción y la puso en radio Cristal. Y Bernard Fougères lo invitó a Ecuavisa. “Una semana después teníamos más de 20.000 discos vendidos. Desde ahí soy el Hombre del pañuelo blanco”.

Pocos años después, pese a la oposición a su tono de voz, Héctor Jaramillo seguía deseando hacer algo especial con las canciones folclóricas del momento. Con su guitarra unió pasacalles, sanjuanitos, tonadas y albazos y los grabó. Volvió a ser rechazado, y recurrió nuevamente a Francisco Feraud. Me dijo: “No te preocupes, este disco va a salir por cuenta del almacén”. Naldo Campos, a quien apodaban Miseria, se hizo cargo de los arreglos. Después de un mes habían vendido 30.000 discos de esos ‘pegaditos’ (fragmentos de temas, uno después de otro), y tenían pedidos del sello en Colombia y Estados Unidos.

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Así empezó la segunda parte de su carrera. “Hasta ahora es un éxito; hace 20 años que no grabo, y todavía recibo regalías (como intérprete, músico y letrista) de mis temas que se escuchan o que otros graban”.

Las nuevas versiones y las nuevas generaciones de la música nacional

El intérprete sabe que El pañuelo blanco ha dominado su trayectoria. Ha grabado temas que considera “de gran elevación”, pero el público insiste en escuchar el clásico de 1972 (otros favoritos son El paisano y Chola cuencana). Las versiones de otros cantantes lo alegran, pues lo han ayudado a mantener la popularidad. Alguna vez le obsequió a un artista argentino un disco, y luego escuchó la canción en tango, y posteriormente una versión en guarania, el ritmo musical paraguayo, con arpas. Agrega que Sharon La Hechicera hizo El pañuelo en ritmo de paseíto, y dice haberlo oído en bachata, por un artista cuencano.

Teme que la música nacional se ha perdido, en cierta forma, “porque la influencia extranjera ha hecho que se adapten esos ritmos a lo ecuatoriano, y no veo una proyección nueva” a nivel nacional. Pero siempre optimista, resalta el valor de la Escuela del Pasillo en Guayaquil, que cuenta con profesores como Fresia Saavedra y Naldo Campos, y que ha producido artistas jóvenes. “Eso no la dejará morir, está renaciendo”. (E)