Camila Romero lleva un buen tiempo enfocada en el tatuaje profesional (de gran tamaño, minis e incluso pecas), con ocasionales momentos para la pintura y el maquillaje artístico, pero este año quiere celebrar lo que ella llama su reconciliación con la plástica tradicional, en su caso, el acrílico.

“Es una recopilación de cuadros que empecé en 2023, que habla bastante de mí y de mi último año de vida, de los cambios y transformaciones. Es vulnerable porque conversa sobre lo que he vivido: la soledad, las relaciones que terminaron, las mudanzas de casa y de ciudad”.

El tatuaje es el oficio principal de esta abogada y pintora. Foto: Antonella García

Así llega la dualidad, y todas las piezas de esta colección vienen en pares. “Cada cuadro tiene su contraste: cómo empezó y cómo está ahora”, dice, aludiendo al trend de redes sociales.

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La dualidad no fue intencional al principio. Camila recuerda que simplemente estaba pintando tal como iba su vida. “Todo comenzó a caer en su lugar cuando me di cuenta de que cada uno tenía una pareja, para decirlo así, un opuesto”.

En cuanto a exponer su vulnerabilidad (Dualidad se exhibió este mes en una subasta silenciosa en Odisea Brewing, en Guayaquil), confiesa que siempre lo ha hecho a través del arte, pero es la primera vez que dedica tiempo a hablar con el público de los cuadros. “La mayoría de estos cuadros, si bien representan mucho en mi vida, también hablan de lo que estoy dejando ir. Siento que cumplieron un ciclo conmigo y me gustaría que vayan con alguien más”.

Enseguida agrega que hay dos cuadros de la colección que le duele entregar. Con ellos abrió Dualidad: el primero en su casa nueva, hecho hace más de un año, y su contraparte, un autorretrato de la artista riendo, cerrando esa etapa de su vida. “Es una colección melancólica, personal”, asegura Camila, pero también afirma estar encantada de que alguien desee tener algo pintado por ella.

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Sin embargo, el oficio principal de la artista y abogada sigue siendo el tatuaje. “Se me dio la oportunidad de ser aprendiz de un tatuador y dejé mi vida botada para aprender, y es un trabajo que disfruto muchísimo”. Lleva tatuando tres años y medio.

Las obras de Romero se subastaron en Odisea Brewing, en Guayaquil. Foto: Francisco Verni Peralta

En cambio, pintar ha sido un escape. “Pintaba cuando estaba triste o abrumada. Y asocié la pintura con estar triste; por eso dejé de pintar. Rocío Soria Díaz, la curadora de Dualidad, dice que esta es mi reconciliación con la pintura, mi regreso a algo que hago desde que tenía 4 años, porque era la manera de conectarse con su padre y pasar tiempo con él.

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“Estoy tratando de separarme de esa idea que he tenido toda mi vida; estoy recibiendo un feedback positivo, y a disfrutarlo de nuevo”, dice Camila, quien ya piensa en su próxima colección.

Como artista del tatuaje, Camila Romero se deja ver en Instagram como @camalatattoo, @@babycamalatattoo y @@camalatattoopmu (dependiendo del estilo). Las pinturas pueden apreciarse en @camilaromerof.

Por el momento seguirá con su estudio de tatuaje en Quito, donde siente que este arte tiene mayor aceptación que en Guayaquil. “Si bien (la pintura y el tatuaje) son dos técnicas bastante diferentes, tienen un medio en común. Yo creo que mi estilo de tatuajes es vintage, victoriano y oscuro, y eso se ve también en mis pinturas. Hay una conexión”. (E)