Con un comunicado en donde revelaban que eran víctimas de la inseguridad que azota el país, la librería La Gloriosa anunciaba el cierre de sus puertas en su local de la Kennedy Vieja. “Hemos suspendido la atención física de forma indefinida hasta que la ola de delincuencia sea medianamente controlada, no pondremos en peligro la integridad de nuestros clientes, ni la nuestra”, se lee en la decisión tomada el pasado 27 de mayo, que incluyó la eliminación de sus teléfonos y correos de sus redes sociales por temor a las ‘vacunas’ extorsivas. Continuarán con la venta de libros en Guayarte y con entregas por courier.

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Librería 'La Gloriosa'.

Pero no han sido las únicas puertas que se han cerrado, la sucursal de Livraria, en Kennedy Norte, optó por lo mismo el pasado 21 de abril. “Lamentablemente debido a la inseguridad en la que vive el país, nos vemos obligados a cerrar temporalmente la sucursal en esta ciudad (Guayaquil)”, expresó en un carta para sus lectores, en la que subrayan que los libros solicitados se enviarán a domicilio.

Comunicado de Livraria.

Patricia Ruiz, propietaria de la librería a nivel nacional, cuenta que en la zona donde funcionaba el local se comenzó a dar los casos de vacunas extorsivas. “Por marzo, aproximadamente, hicieron estallar una bomba casera en la panadería que quedaba a la vuelta de Livraria”, relata.

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El temor creció la noche que un hombre intentó ingresar a la librería que funcionaba en una casa. El acto se dio inlcuso con un trabajador en el interior. “A pesar de que hay cámaras, no les dio miedo”.

“El hombre tenía estudiado todo porque la cara la cubría el letrero que teníamos ubicado, entonces, esto ya me dio a mi el parámetro de que en cualquier momento o nos pidan vacuna o la integridad de nuestros trabajadores estaba en riesgo”, comenta la propietaria que continúa atendiendo físicamente en la matriz de Quito.

“Con el dolor del alma tuve que decidir el cierre temporal, porque espero en algún momento volver a abrir la sucursal en Guayaquil”, acota.

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Ruiz afirma que tomó esta decisión pensando en la integridad de sus lectores, trabajadores y visitantes de la librería; aún habiendo reforzado la seguridad previamente. “Aunque implicó un tremendo gasto, pusimos todas las seguridades. Lo que faltaba es poner una vigilancia armada, lo que representaba otro gasto”, apunta.

Livraria continúa con su matriz en Quito.

La primera vez que la librería La casa morada, en Urdesa, recibió una llamada extorisva fue hace un año aproximadamente. “En ese momento pensé que se trataba de algún tipo de estafa telefónica”, menciona a este Diario María Paulina Briones, quien admite que revela su identidad con mucho miedo.

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En marzo de este año la gestora cultural empezó a recibir varias llamadas de números extranjeros, los mismos que prefería nunca contestar hasta el 22 de abril cuando respondió a una de ellas. “Me dijeron que querían hablar conmigo, con mi nombre y apellidos, que sabían que La casa morada era una librería y que si no pagaba lo que ellos querían me iban a matar. El número era el mismo que llamó la primera vez, un número extranjero. Cerré el teléfono. No quise escuchar hasta el final”, relata.

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Su siguiente reacción, en ese entonves, fue llamar a los números públicos para hacer la denuncia. “Me dijeron que debía ir a la Fiscalía. Esto ya me pareció un problema más. Pensé que si llamaba a esos números de ayuda sería suficiente”, afirma.

Tras ver los casos de Livraria y La Gloriosa ha pensado en qué medidas tomar, porque considera que ya no es seguro mantener el espacio. “Siento que no puedo poner en peligro mi vida o la de las personas que aún se animan a visitar la librería. Y siento que nadie puede ayudarnos en este tema”.

“Estoy pensando mi situación y la de las otras personas. Tal vez este tiempo me sirva para replantearme nuevamente mi vida en Guayaquil. Y bueno, eso nunca es negativo”, acota.

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La Casa Morada en uno de sus tradicionales garajes de libros. Tomada de Facebook.

¡Quieren un alto!

EL UNIVERSO acudió a varios gestores y actores culturales que están delante de la administración de varios de los espacios culturales de la ciudad, y todos pidieron reservar su identidad, alegando que no querían exponer el local y que temían por su seguridad y la de sus trabajadores.

“Vivimos siempre asustados… que entren a robarnos en la noche”, declaró a este medio el propietario de un espacio de microteatro, el cual desde que aumentó la ola delictiva reforzó su seguridad “en un espacio donde nunca hubo la necesidad”.

Esta persona le exige a las autoridades mayor seguridad en las zonas donde están asentados este tipo de espacios independientes. “Somos los que activamos la zona comercial en la noche. Somos muy pocos en la zona además. Esa calle es botada”, apuntó de la Circunvalación Sur, en Urdesa.

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Este malestar no es un caso aislado, una librería del norte de la ciudad, que prefirió quedar en el anonimato, afirmó que ha recibido llamadas de supuestos extorsionadores. “Las autoridades deben reaccionar, los espacios que son las bases para la educación son los culturales, callar a un gestor cultural es callar el futuro de las generaciones que vendrán (...) si las autoridades no entienden que los espacios culturales educan, no entienden de políticas públicas”, enfatizó el librero.

Briones ve como una de las alternativas de solución que las librerías puedan ocupar uno de los espacios vacíos de la ciudad y que tienen seguridad. “Somos varias personas en la ciudad que desde hace años intentamos crear comunidades de lectura. En mi caso no se trata solo de una pequeña librería, hay todo un proyecto cultural detrás”, dice en referencia a los talleres, conversatorios, diálogos, lanzamientos y más actividades, que al igual que muchos espacios, promueven la cultura desde verias esferas.

“Hemos apostado por la cultura y la educación porque estamos seguras de que son las respuestas a muchos problemas y la posibilidad de habitar de una manera positiva este mundo. Cada espacio cultural en barrios de Guayaquil contribuye al desarrollo de la ciudadanía. No puede ser que las autoridades no intervengan en estos temas”, reclama.

En esto coincide Ruiz quien describe a la situación como un golpe para la cultura. “No es bueno que se cierre la sucursal de una librería porque en el gremio, los libreros que somos pequeños, nos cuesta mucho montar una librería y hacer todos los gastos pertinente para que los lectores estén cómodos”.

Foto de archivo de La Fiesta de la Música 2022 en Plaza Guayarte.

En Quito, los extorsionadores y delincuentes han violentado la paz de algunos locales culturales. El administrador de una conocida librería al norte de Quito describe a esta problemática como lamentable. “Afecta a toda la sociedad, y los espacios independientes de arte y cultura no son la excepción. Hay temor de salir e interactuar. Y eso se refleja que la gente a veces desiste de asistir a actividades lúdicas y prefiera atrincherarse en casa”, menciona.

“Los teatros, los cines, los museos, las librerías y otros lugares sin concurrencia se enfrentan a dificultades de supervivencia y, a la vez, la sociedad corre el riesgo de perder la posibilidad de encontrarse, hablar y vivir la cultura”, acota.

“Ayer fue la pandemia que nos separó, hoy es el miedo a la inseguridad y una aparente ausencia del estado para garantizar el derecho a la movilidad, la paz y la vida. Una sociedad asustada y encerrada, pierde la libertad”, concluyó. (I)