Hace 20 años el único lugar que daba cabida a los espectáculos drag queen en Guayaquil era la desaparecida discoteca Vulcano (2002-2013), y allí llegó la drag queen, maquillador, entertainer, artista musical y personalidad de redes sociales Dicesar Ferreira, conocido con el nombre artístico de Dimmy Kieer, para imprimir un nuevo concepto a ese y otros locales de entretenimiento.
Este sábado, 31 de agosto, regresa al país para ser anfitrión y artista principal de la fiesta drag basileña en el rooftop L’Olive restobar (Kennedy norte, Alberto Nuque y Víctor Hugo Sicouret), donde promete que cantará en vivo y compartirá con el público a partir de las 21:00.
También dará una master class de maquillaje de fantasía y transformación, ese mismo día, en la Escuela Julito Rangel (IG: @escuelajulitorangel).
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Ferreira fue el primer competidor drag queen del reality show Big brother Brasil, en 2010. Esa, cuenta, ha sido su más grande oportunidad. “Tan solo que me maquillé una vez en el programa y, desde allí, mi agenda ha sido sin parar en shows drag y como maquillador”, en tiendas, boutiques, ferias y con numerosas marcas. De allí fue a México, Chile, Panamá, Santiago, Madrid, Lisboa y Dubái, tanto a eventos como a la televisión. Lleva seis años participando en la parada gay de Madrid, a la que ha aportado canciones.
Actualmente, tiene su propia tienda de pelucas con su nombre, las Dimmy Kieer. En cuanto al maquillaje, dice que nunca quiso un estilo futurista, sino retro (1970-1990), y sus inspiraciones son figuras como Cindy Lauper, Madonna, Boy George y Linda Evangelista. No se fija mucho en las tendencias actuales, porque en sus 34 años de artista drag ha comprobado que la moda es cíclica y rescata lo que alguna vez estuvo en boga. “Por ejemplo, ahora el maquillaje de los 70 está en auge. La moda retorna”.
“Cuando yo comencé no existía la palabra drag queen, se nos llamaba transformistas. En los 90 se empezó a usar en Brasil el término clubber”, y él fue parte de ese movimiento, dice Ferreira, cuyo look diario es completamente distinto al que utiliza al subir a una tarima.
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Viene de una ciudad pequeña en el sur de Brasil, donde todos sueñan en llegar a São Paulo, una metrópolis tan desafiante que estar ahí, describe, es el equivalente a “matar cinco leones al día, solo para sobrevivir”. En su caso, una de esas fieras ha sido la actuación. Mientras prepara su fiesta en Guayaquil, ensaya para un show de comedia stand-up en un teatro de São Paulo y acaba de terminar una serie de presentaciones drag en el Teatro Bibi Ferreira.
Sin embargo, no se lo ve estresado. “Estoy contento, porque Ecuador significa mucho para mí”, asegura sonriente. “La ciudad de Guayaquil está en mi corazón, mucha gente canta mis canciones como si fuese el espectáculo de una diva famosa, se emociona con mi música. Estar en la zona rosa de Guayaquil cambió mi vida”, sostiene.
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Pero pronto revela que hay un sector de la ciudad que le fascina todavía más: la Bahía. Aunque no la ha visitado en 16 años y está al tanto de que todo ha cambiado, le recuerda sus inicios en un local similar en el que se dedicaba a hacer vitrinismo, vestir y arreglar a los maniquíes. Ahora espera promover el transformismo a través de su espectáculo y de su taller. (E)
