Todas las mañanas, excepto cuando llueve, Judith Auqui camina por el parque lineal de la calle 29, en el suburbio oeste de Guayaquil. Lo hace por recomendación de su cardiólogo, para atenuar un soplo cardiaco de nacimiento que no le ha impedido criar cinco hijos profesionales, atender su negocio de artículos varios y, además, cocinar, lavar, barrer y cumplir todas las tareas de su hogar. Pronto cumplirá 70 años, 55 viviendo en esta ciudad a la que migró adolescente en busca de trabajo y a la que se acostumbró tanto que hoy no imagina volver a su natal Chimborazo más que de visita.