Los bloques de la Ciudadela Valdivia se apilan en un sector del sur de Guayaquil, entre la Avenida 25 de Julio y Domingo Comín. La pintura carcomida, las rejas que encierran al conjunto residencial y las fundas de basura desbaratándose en las calles son lo primero que los visitantes ven al llegar a la zona.

La Valdivia, como se conoce a la ciudadela inaugurada en 1987, es un diseño urbanístico creado por la División de Ingeniería y Vivienda del IESS, durante el gobierno de León Febres Cordero. Su fundación la recuerda con claridad Francis Mieles, uno de los habitantes de la zona y dirigente comunal desde 1997.

Los bloques de la Valdivia se fundaron en 1987.

La basura que se desborda

La ciudadela Valdivia, además de la Casa Comunal que actúa como centro de reuniones y eventos, cuenta con canchas deportivas, una iglesia, una escuela fiscal y varios comercios de los mismos habitantes.

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En una de las esquinas, frente a la escuela, se ubica un gran contenedor de basura, de color verde, que ha sido señalado como el lugar indicado para botar la basura. Alrededor de los bloques, donde pasan los camiones recolectores, varios carteles colgados indican la hora en la que se debe sacar la basura.

A pesar de los esfuerzos de algunos moradores, esta sigue siendo una de las problemáticas más grandes de la ciudadela. En las esquinas, las fundas abandonadas por los habitantes no llegan al sitio correcto y los desechos y olores se vuelven parte de la escena diaria.

Aunque los camiones recolectores de basura pasan todos los días a una hora específica, las personas botan sus desechos a destiempo.

La delincuencia y el ‘micro’

La ola de inseguridad y delincuencia que azota a la ciudad se replica también en el sector. A pesar de estar ubicada en la misma peatonal que una sede de la Fiscalía, donde se concentran autoridades y desfilan autos de policía, los habitantes de la ciudadela Valdivia no dejan de sentir miedo al salir de sus hogares.

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Los robos de carros y asaltos son apenas una parte del crimen que se vive tras las rejas del conjunto residencial, que se sacude con los estragos del tráfico de drogas. Los asesinatos, resultado de las disputas en pandilla, no asustan a las personas que ingresan de noche a consumir drogas a sus anchas.

Mieles, dirigente de la ciudadela, asegura que “seguridad no hay en ninguna parte” y demanda más atención por parte de los moradores. “Cuando se convoca a los habitantes que vengan a una reunión con la policía, no vienen. Vienen unos 6 o 10 de 800, casi 900 propietarios que hay en esta ciudadela”, expresa.

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Sin embargo, muchos habitantes han tomado el tema de la inseguridad en sus propias manos. Puertas de metal son ahora las entradas a los edificios, que impiden el paso a quien no tenga llave. En los condominios, la mayoría de los departamentos tiene puertas de rejas para reforzar la seguridad.

Una advertencia de seguridad colocada por un habitante del sector.

Un proyecto abandonado

Mieles no olvida que, lo que alguna vez fue una residencia familiar, ahora se ha convertido en un proyecto abandonado. El expresidente de ciudadela Valdivia menciona que en 2011, durante su período presidencial, se consignó la regeneración urbana de parte del Municipio. Ahora, 10 años después, esa regeneración no ha sido completada.

La falta de adoquines, luminaria y arborización se nota más en ciertas etapas de la ciudadela, pues según Mieles, el cambio de administración de la Alcaldía de Guayaquil no permitió continuar con los trabajos de mantenimiento iniciados en el 2011.

El proyecto de regeneración empezó pero no ha sido culminado.

“Mandé nuevo oficio a la alcaldesa y me contestaron que no iban a continuar con la regeneración, por cuanto es una ciudadela privada y que compete a los habitantes de la misma ciudadela dar el mantenimiento y regenerar”, dice el dirigente, quien también afirma que el conjunto residencial no cuenta con los recursos necesarios para hacerlo.

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Algunos bloques, no obstante, se han puesto de acuerdo para arreglar su zona. Alrededor del bloque 13, un jardín decora la entrada principal. Este mismo edificio implementó cámaras de seguridad que apuntan hacia la calle y la puerta del bloque. Unos metros más allá, a la entrada de una tienda, unas señaléticas de colores llaman la atención de los moradores.

Algo que tampoco escapa de la vista de las personas, es la cantidad de gatos que aparecen en los caminos. Felinos de todos los tamaños y colores merodean entre los bloques, algunos alimentándose de la comida que los habitantes más compasivos dejan en las esquinas de los edificios.

Según Mieles, el fenómeno de los gatos se debe a que, durante la pandemia, falleció un ciudadano que cuidaba gatos en su departamento, tras lo cual la mayoría salió y se han reproducido.

Transporte, comercio y hospital

La ciudadela Valdivia, que cuenta con 28 condominios, que albergan 32 departamentos cada uno, no escapa de la vida comercial. Carnicerías, panaderías, carretas de salchipapas, farmacias, peluquerías y locales de desayunos se exhiben en la peatonal principal del conjunto residencial.

Además, en la Avenida 25 de Julio, se encuentra el Hospital del Día Sur, un dispensario médico del IESS, a 10 minutos de caminata para los habitantes de la ciudadela. Unos metros más allá está el Complejo Judicial Valdivia Sur. El centro comercial Riocentro Sur y la Universidad Agraria también se encuentran en la avenida principal, frente a una estación de la Metrovía que es frecuentada por muchos moradores de la ciudadela, por su cercanía.

Del lado de la avenida Domingo Comín, el comercio más cercano a la Valdivia es un centro comercial abierto, que alberga restaurantes, papelerías y un local del supermercado Akí. En esta calle los habitantes de la ciudadela también pueden hacer uso de la estación de metrovía Pradera II. (I)