Eddy Cevallos se considera el “engreído de Los Ceibos”. Él es heladero desde hace 25 años y en este sector se ha ganado el cariño de los moradores, quienes le han permitido recorrer las calles y vender su producto.

Un triciclo amarillo, elaborado con fibra de vidrio y cuyo interior está adecuado con dos pequeños tanques de metal en los que envasa los helados, lo acompaña todos los días en su jornada, que se inicia a las 06:00.

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La corneta tradicional de heladero la tiene sobre uno de los timones del triciclo y la aprieta a diario cuando recorre esta ciudadela del norte de la urbe.

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Eddy es manabita. Salió de su provincia a la edad de 15 años y llegó a Guayaquil para buscar mejores oportunidades.

Un cuñado le enseñó el oficio de heladero y él, en plena adolescencia, aprendió a elaborar fórmulas de los helados Ideal, que se comercializan de la mano de varias personas en la ciudad.

El oficio lo enamoró, pues al recorrer el sector de Miraflores —el primero en el que empezó vendiendo su producto— recibió la aceptación de la gente que vivía allí. Luego pasó a Los Ceibos, en donde hasta la fecha se mantiene recorriendo y tocando la corneta para captar a niños y adultos.

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A diario, este heladero sale desde su casa, ubicada en el sector de San Francisco, para dirigirse al mercado de Montebello a comprar las frutas para la elaboración de su producto.

En ese centro de abasto adquiere los cocos, moras, naranjillas y demás ingredientes de los que sacará las pulpas que serán la base de sus helados. La fábrica en donde se hace la magia, como él la considera, está en el kilómetro seis y medio de la vía a Daule. Llega hasta allí en bus.

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Ya en la fábrica, Eddy raspa los casi 20 cocos que adquiere en Montebello, pela las naranjillas y empieza a licuar y sacar el jarabe que usará en la preparación cremosa. También adiciona homogel y leche, en el caso que lo requiera el sabor que venderá en ese día.

En los 25 años que lleva como heladero, se ha modernizado y ampliado su catálogo: pasó de elaborar helados de coco y naranjilla a incluir sabores como ron pasas, capuchino, chicle, menta, mora, entre otros.

La elaboración de los helados le toma cinco horas; el heladero comienza a las 07:00 y culmina entre las 11:00 y 12:00. Luego tiene al menos una hora hasta que el producto se endurece y puede empezar su recorrido en la ciudad.

A partir de las 13:00, la corneta empieza a sonar en los exteriores del colegio Alemán Humboldt. Allí se ubica para esperar a los estudiantes que salen de la jornada matutina. “El helado solito se vende”, dice el heladero, que suele extender su jornada hasta las 19:00.

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En Los Ceibos se ha convertido en un morador más. Los vecinos lo esperan todos los días y, en el caso de no verlo en sus puestos habituales, lo llaman.

“Todos tienen mi teléfono, me piden helado y les llevo. Cuando no me ven, se preocupan y me llaman; me dicen: ‘Don Eddy, ¿qué pasó que no lo hemos visto?’. Aquí yo soy como el engreído de Los Ceibos”, afirma.

Aunque se pensaría que sus clientes frecuentes son los niños, los adultos mayores son quienes le piden helado a domicilio y los que lo buscan, sobre todo los domingos, luego de la misa en la iglesia del sector.

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Por ello, ha optado por tener dentro de su funda, en la que almacena servilletas, conos y vasos, también tarrinas para vender por mayor cantidad.

A Eddy no le cuesta decir que es heladero; de hecho, este oficio lo llena de orgullo y le ha permitido conocer a familias que le han dado el soporte para seguir. Con la venta de helados logró pagar los estudios de su hijo, que ya es bachiller, y también con este oficio ha mantenido su hogar en los últimos 25 años.

Para el manabita, su trabajo a diario le inyecta energía y no ve pronto dejar de salir a recorrer las calles de su ciudadela. “La gente me dice que qué hago para mantenerme así, clientes que he conocido niños y ya están adultos. Y es que trabajando uno se siente y se mantiene bien”, afirma.

Ahora, la única interrogante que tiene y que le transmiten sus clientes es quién quedará con el oficio cuando él ya no esté. “Yo solo les digo que yo seguiré hasta que Dios me dé vida”, manifiesta. (I)