Los lugares que ofrecen al público teatro con formato breve o micro tienen una gran responsabilidad y también una oportunidad de formar espectadores.  Si bien es cierto que existe un ambiente de fiesta, que a nadie le viene mal, hay que separar aquel entorno de lo que concierne el acontecimiento teatral o el teatro como acontecimiento.

Aquí no se ahondará para responder la compleja pregunta de ¿qué es un espectador? Sencillamente apuntalamos a decir que su importancia es tan grande como el mismo concepto de teatro.  Para que el teatro como acontecimiento ocurra, se requiere del espectador como acontecimiento, metido en el adentro teatral como modificador, participante, y eso es parte de lo más relevante en dicho acontecimiento llamado convivio.

Más allá de ser un cliente del bar que el teatro brinda (y no de un bar que brinda teatro), el espectador es un individuo empoderado de su ser ahí en el teatro, para el descubrimiento de sí y de otros.  Capaz de defender lo que va a presenciar de otros malos espectadores e incluso de los mismos dueños del bar, si algo anduviese mal.

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De las tantas propuestas de teatro en formato micro se hablará de cuatro.

Microteatro Gye

Amarillo es un trabajo a cargo de la actriz Rocío Maruri, quien también dirige junto con Juan José Ripalda. Ambos muestran una estética muy interesante y seguramente nunca vista en nuestra localidad.  El espacio es inmersivo con el público, robándole las palabras y dejando un sabor de desorientación y afecto con lo que se vio.  Sabemos que una obra es buena porque se siente que ahí pasó algo y algunas veces 

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no se sabe qué.

Suicidas, en cambio, se gradúa como una comedia bien ejecutada, dirigida por José Fernando Cevallos y caracterizada por Carlos Allauca y Thalia Miño.  La historia se desarrolla en un escenario interesante; dos personas que quieren saltar de un puente se encuentran y comienzan un embrollo cómico que tiene como finalidad hacer reír a los asistentes, pero sin dejar nada en el aire.

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Pop-Up Urdesa

Fuimos participantes de dos obras que llevaron al teatro personajes clásicos del cine.  En esta temporada se presentan comedias necesarias para un público milenial. Una de ellas es Chaplin The Journey, una muy creativa propuesta monocromática dirigida por José Rengifo e interpretado por el talentoso Jaime Pérez.  Si estamos siempre detrás de la pista de actores como Pérez, evitamos perdernos del lenguaje que expresan en sus obras.  El actor explota muy bien sus cualidades corporales para contar la historia nostálgico-cómica del Charlot de Chaplin, en esta adaptación del significativo cortometraje El inmigrante.

Cantinflas es un riesgo que el Chino Moreira quiere tomar y este personaje tan representativo del mundo hispanohablante, difícil de por sí, conlleva un gran compromiso.  El Chino se consagra como el actor cómico que es, llena sus salas y deja al público contento.  Es un profesional que hemos visto en la pantalla chica, pero que en las tablas tiene mucho para dar y se lo tenía muy guardado.  Cantinflas entra en un banco y quiere reclamar por una deuda que no es de él.  La obra la dirige Fabo Doja y el Chino, cantinfleando por momentos momentáneos actúa junto con Gerson Quinde.

Hacer teatro es difícil, desde la producción, inversión para montar la obra, hasta las largas horas de ensayo, estudiar personajes (Chaplin, Cantinflas) o construirlos (Maruri o los suicidas). Los dueños de establecimientos y espectadores estamos advertidos de la separación necesaria que tenemos que hacer entre un buen momento momentáneo fiestando con los amigos, de acudir a una pieza escénica. (O)

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