Un hombre no está realmente muerto hasta que no haya muerto también el último hombre que lo conoció, decía Jorge Luis Borges. Con esta referencia comienza Elisabeth Roudinesco (1944) su brillante biografía de Segismundo Freud. La autora, directora del Departamento de Investigaciones de la Universidad de París Diderot (París 7), cree que la frase de Borges se aplica a Freud. Aunque probablemente aún haya por allí algún individuo que cuando era niño lo habría conocido al Dr. Freud, lo cierto es que el fundador del psicoanálisis pasó su vida escribiendo y aun cuando llegó a destruir alguno de sus escritos –como para complicarle el trabajo a historiadores como Roudinesco– más fue lo que dejó y se ha logrado preservar que lo que destruyó.