A Son of Man es una de esas raras películas artísticas que han salido de Ecuador. Esta afirmación hecha en una publicación por la revista Variety es una descripción precisa de la sensación con la que uno queda después de ver este filme dirigido por Luis Felipe Fernández-Salvador y Pablo Agüero. Es que quizás las mejores palabras para definir A Son of Man sean rara y diferente. Y ese es el gran mérito de la cinta, que muestra un cine ecuatoriano distinto, atrevido y arriesgado. Es cierto también que esto no necesariamente quiere decir que este filme sea perfecto.

La película narra la historia de Pipe, un adolescente que vive en Estados Unidos y que un día recibe una carta de su padre (con quien no se ha criado) desde Ecuador con un pasaje para que vuelva y se una a él en una expedición para buscar el tesoro perdido de Atahualpa. Es así como padre, hijo y un peculiar equipo parten rumbo a la jungla en busca de la mayor aventura de sus vidas.

Visualmente la película es imponente. El uso de drones presenta a la Amazonía ecuatoriana en toda su majestuosidad, con magníficos paisajes y una fotografía que simplemente refleja que tenemos una naturaleza privilegiada. En ese aspecto, la calidad de A Son of Man es indiscutible. Las influencias del filme no son poca cosa: parte de un prólogo que nos recuerda a Emir Kusturica, por la mitad hay un –en mi opinión– fallido homenaje a El padrino, de Francis Ford Coppola, y toda la cinta en general es un gran guiño a Fitzcarraldo de Werner Herzog.

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Se nos advierte en este prólogo que esta película no tiene guion para no interferir con la naturalidad de los actores, que tampoco son actores. Y ambas cosas se notan. La falta de una guía concreta provoca como resultado una historia que a veces no se sabe para dónde va, o que momentos que se proyectan como interesantes se vean cortados por un suceso que poco o nada aporta a la trama.

A veces esta película es como un experimento, pretencioso y, por momentos, absurdo. Y es una lástima que la que pudo haber sido una gran cinta ecuatoriana se haya quedado en eso, una buena intención. 

Una reseña de Hollywood Reporter manifiesta que al final “nos quedamos con una película valiente pero fallida, llena de momentos intrigantes y memorables… momentos que son visionarios y que claramente requieren de mucho talento para ser filmados. Pero A Son of Man nunca ayuda al espectador a aclarar qué es aquello por lo que se esfuerza tanto en ser visionario”. 

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A Son of Man es sin duda un gran paso para el cine ecuatoriano, un ejemplo más de que nuestros cineastas cada vez se arriesgan más y nos traen propuestas diferentes que buscan atrapar no solo al mercado local, sino también trascender fronteras. Y aunque en la función a la que asistí el público se mostró confundido, nadie quedó indiferente ante la cinta. 

Ahora hay que lograr que ese interés mostrado por los espectadores para asistir al cine se vea recompensado con un producto mejor construido. (O)