La búsqueda de leyes que expliquen los cambios de las sociedades es una tarea en la que se han embarcado muchos pensadores desde Platón hasta Hegel, y desde este hasta Fukuyama. El filósofo ruso Nicolai Berdyaev agrupaba estos esfuerzos en dos categorías, los que dan explicaciones tipo “Atenas” y los otros del tipo “Jerusalén”. La primera categoría considera que los sistemas sociales obedecen a leyes cíclicas, tal es el caso de Platón para quien los regímenes políticos surgen, maduran y declinan continuamente. La visión del tipo Jerusalén, en contraste, encuentra que las leyes que explican los sistemas sociales tienen una naturaleza teleológica, es decir, tienen una finalidad. Las sociedades avanzarían progresivamente de una condición “inferior” a otra “superior”, de un estadio que es poco desarrollado a otro que es más desarrollado.   

Entre las cosas que tienen en común el liberalismo y el marxismo –algo que seguramente ambos bandos se nieguen a aceptar –es que sus concepciones de la historia son del tipo “Jerusalén”, como bien lo anota Branko Milanovic. Ambos ven a la historia moviéndose de una etapa inferior a otra superior a la que le sucede otra que es, a su vez, superior a la anterior hasta llegar finalmente a un estadio de plenitud. Para los unos sería el comunismo, para los otros la sociedad liberal. Hay una suerte de orden natural e indefectible en este “progreso”. Pero ambas visiones adolecen de problemas frente a hechos históricos –como el estallido de la Primera Guerra Mundial, en el un caso, y el colapso de la Unión Soviética, en el otro– que ponen en jaque esa visión de una marcha “natural” de las sociedades hacia una cima. 

Entre las cosas que tienen en común el liberalismo y el marxismo –algo que seguramente ambos bandos se nieguen a aceptar –es que sus concepciones de la historia son del tipo “Jerusalén”, como bien lo anota Branko Milanovic".

En un interesante libro que lleva el sugestivo título de Adam Smith en Pekín: orígenes y fundamentos del siglo XX (traducción de Juan Mari Madariaga, Editorial Akal, Madrid), el historiador y economista italiano Giovanni Arrighi (1937-2009) propone un sofisticado análisis histórico del tremendo surgimiento de la economía asiática. Debe recordarse que fue el propio Smith quien profetizó la equiparación que gracias al comercio un día iba a ocurrir entre la “atrasada” Asia y el opulento Occidente. El autor parte de una distinción entre el camino natural del capitalismo tal como lo concibió Smith, en el que el Estado jugaba un rol clave,  y aquel capitalismo que encontró Marx un siglo más tarde, es decir, un capitalismo “anormal” que invierte sus etapas naturales al desarrollar primero el comercio y luego la agricultura y que es, además, caracterizado por el asalto político del Estado por la burguesía. Lo que Weber llamó luego el “capitalismo político”. 

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Un libro denso al estilo de Braudel, lleno de observaciones muy interesantes para entender el fenómeno que anoté la semana pasada en esta columna, esto es, la consolidación del capitalismo como el sistema económico que hoy gobierna el planeta sin rivales. 

Otra obra del autor es El largo siglo XX, publicado por Akal también. El libro que hoy comentamos puede ordenarse a Casa del Libro en Madrid y otras librerías internacionales. (O)