Enla película de 1997 Mejor… imposible, Melvin Udal (Jack Nicholson) es un escritor obsesionado con la idea de contaminarse (y con muchas otras cosas). Sale a la calle con guantes, camina de puntillas y evita pisar las grietas de la acera. Abre la puerta con recelo, se lava las manos repetidamente con agua muy caliente y varios jabones nuevos que termina botando a la basura. Enciende y apaga cada luz de la casa tres veces, sin poder evitarlo. Ama a su perrito, pero se ve obligado a ponerse guantes para tocarlo.

Es un ejemplo clásico del trastorno obsesivo compulsivo (TOC), una condición muy subdiagnosticada, a decir del psiquiatra Germánico Zambrano. “A la persona le da mucha vergüenza, porque no tiene psicosis sino que está consciente de que es asediada por ideas absurdas que no puede detener”.

Los dos componentes

El primer elemento lo constituyen las obsesiones: pensamientos o imágenes no deseados, a veces intrascendentes, que se repiten en la mente y la persona experimenta como inapropiados, sin poder escapar de ellos.

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Suelen ir acompañadas de las compulsiones: conductas (lavarse las manos, limpiar, ordenar, comprobar, realizar cada cosa múltiples veces) o actos mentales (repetir una palabra en silencio, rezar, contar, sumar hasta llegar a X cifra). La repetición no les da seguridad; por eso pueden volver a la misma tarea una y otra vez.

Por supuesto, las compulsiones son las más notorias.

Falla en los neurotransmisores

No se conoce con exactitud el origen del TOC, pero las investigaciones apuntan a los neurotransmisores. “La serotonina está alterada, similar a lo que pasa en la depresión”. El psiquiatra añade que los tratamientos de esta van bien en las obsesiones. “Los estudios de resonancia magnética o de tomografía por emisión de positrones (PET) permiten ver cómo se activa el cerebro de la persona obsesiva. Se ve que hay zonas donde faltan estas sustancias y también se ve cómo va mejorando el funcionamiento en el cerebro con el tratamiento”.

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“Sí hay tratamiento médico para el TOC; el trastorno no es su destino o, peor, algo sobrenatural”.

Técnicas para el tratamiento

Pueden ser útiles las estrategias de relajación, la técnica de parado del pensamiento y las técnicas cognitivas-conductuales para analizar los hechos y reducir la ansiedad. También existe la terapia de exposición y prevención de respuesta. “El paciente se expone deliberadamente a las situaciones que generan estas conductas y aprende a resistir”. Zambrano añade que hay que considerar que el contexto social podría estar aportando a un estancamiento en los pensamientos obsesivos.

“El pronóstico es muy bueno cuando el tratamiento se da pronto. Hay buena respuesta a las primeras semanas”.

Adicionalmente están los psicofármacos que, aclara el médico, no son adictivos. “Se sabe que el estrés crónico debilita las neuronas hasta agotarlas. Los protectores neuronales evitan el estrés e incluso tienen un efecto neurotrófico que ayuda a las células a regenerarse”. El efecto se va midiendo según varias escalas, antes, durante y después del tratamiento para ver cómo disminuye la gravedad del trastorno.

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Hay casos muy graves que no mejoran con un solo fármaco, sino que se suman antipsicóticos atípicos de segunda generación en bajas dosis. Tal vez haya que recurrir a un ansiolítico por corto tiempo. Y también se puede probar con la estimulación magnética transcraneal. En resumen, “sepa que sí hay tratamiento médico, el trastorno no es su destino o, peor, algo sobrenatural”.

Aun si todas estas medidas no funcionaran, en el último de los casos, se recurre a la psicocirugía, que cauteriza las zonas en las que se producen los procesos obsesivos. Son técnicas no fáciles de realizar, hay pocos centros altamente especializados.

Los medicamentos sí pueden tener efectos colaterales. “Algunos provocan un aumento de peso; en los varones puede disminuir el deseo o la respuesta sexual”. Es necesario hacer un seguimiento clínico, pero las ventajas, considera el psiquiatra, valen el esfuerzo, pues la calidad de vida de las personas puede mejorar dramáticamente.

“El pronóstico es muy bueno cuando el tratamiento se da pronto. Hay buena respuesta a las primeras semanas”, comenta Zambrano. La mayoría de los pacientes se va de alta al año o dos años.

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Diferentes tipos de obsesiones

  • Contaminación (no puede dar la mano ni tocar nada).
  • Temor de haber dejado abierta la llave del gas o encendidas las luces.
  • Temor de haber atropellado a alguien (aunque no lo hizo).
  • Temor de embarazarse con dar la mano (está consciente de que es absurdo).
  • Temor de tener una enfermedad infecciosa grave por haber tocado a otro.
  • Temor a hacer daño a los seres queridos, especialmente a recién nacidos (característico después del embarazo).
  • Imágenes sexuales.
  • Obsesiones religiosas, temor a actos sacrílegos o blasfemos.
  • Un orden determinado, por tamaño, color o forma. La asimetría le causa angustia.
  • Temor irracional a los objetos punzantes (cuchillos, minas de lápices, tijeras).
  • Obsesión por la acumulación.
  • Manía numérica: repetir cada acción un número exacto de veces o sumar hasta llegar a la cifra que lo obsesiona. (D. V.)