Su casa de la infancia olía a maní tostado. Ese acariciante aroma provenía de la arraigada costumbre de su abuelita materna, Cumandá Carrillo Mejía, de tostar ese grano en su propia cocina para luego sentarse a la mesa y con santa paciencia descascararlo en un ritual que podría parecer trivial y vacío, pero que estaba cargado de emotiva sustancia porque era la forma en que ella entendía la preparación de la comida para su familia: con esmero en cada detalle.