He escuchado, desde hace mucho tiempo, a personas que tratan de ejemplificar su manejo emocional y laboral con la frase: “Los problemas de la casa se quedan en la casa, y los del trabajo en el trabajo”. No niego que suena atrayente la posibilidad de separar las instancias del día como compartimentos estancos, pero la verdad es que eso no resulta tan realista, especialmente cuando los problemas ni siquiera te dejan salir de casa.
La estación lluviosa de este año ha sido totalmente inusual, causando estragos en todo el país y generando cuantiosas pérdidas no solo materiales, sino -lamentablemente- también de vidas humanas. Ante esto, no es inusual que tengamos que lidiar con tormentas e inundaciones que nos obliguen a cambiar de prioridades y generen dificultades para ejercer nuestras labores. Es una complicación seria que debe ser analizada desde varios puntos de vista.
Por un lado, tenemos al empleado que, ante la imposibilidad de poder trasladarse o asistir, busca que comprendan su situación personal, familiar, económica y emocional. Por otro lado, se encuentra el empleador, quien también podría verse afectado por las condiciones climáticas, pero que además necesita que se entienda que arriesga su capital o los resultados de la empresa. Si estos involucrados se polarizan, encontraremos torpezas como multar a los trabajadores que no asistieron debido a la inundación, o colaboradores que dejaron de asumir sus labores irresponsablemente.
¿Están bien? La frase que se repitió en el día del terremoto del 18 de marzo
Las metodologías ágiles nos enseñan que empatizar es el primer paso para entender el problema y buscar soluciones. Por eso se hace necesario entender, mediante el diálogo, cuáles son los inconvenientes y preocupaciones de quienes conforman las organizaciones. El líder de un equipo necesitaría plantearse ¿realmente es necesario tener asistencia presencial? ¿La oficina brinda las condiciones para desarrollar el trabajo con normalidad? ¿Puedo asumir el riesgo de exponer a los colaboradores en su traslado? Asimismo, los colaboradores deberían pensar ¿qué alternativas tengo para ejecutar mis responsabilidades? ¿Cómo mantengo -aunque sea- el mínimo viable de mi servicio? ¿Qué información es importante que otorgue a mis líderes para tomar decisiones en caso de emergencia?
Este fenómeno climático es un problema común que requiere el esfuerzo de todos para gestionarlo. Y así, en este contexto tan complejo, la mejor manera de salir adelante es que busquemos juntos la comprensión, la corresponsabilidad, la solidaridad y la unión para permitir que las soluciones “no se queden en casa”. (O)