Tienen juntos una década y casados desde el 2017. En este tiempo, la comunicadora guayaquileña Gabriela Guzmán ha construido una relación fuerte y sólida junto con su esposo, Fabricio García. Antes de enamorarse, admite, fueron amigos. Se conocieron a través de una amiga en común, convivencia que dio paso a sentimientos más profundos. En su matrimonio hay mucha camaradería. Mientras se desarrolla esta entrevista, uno comienza la frase, el otro detalla el momento. No hay poses. Hay una cercanía real, de las que se producen cuando el amor es mutuo.

“Durante un viaje que ella hizo comenzamos a extrañarnos, aún éramos amigos y teníamos miedo de que la relación no funcione y que perdiéramos la amistad. Yo le robé un beso y ella dejó de hablarme”, menciona Fabricio sobre el inicio de su noviazgo.

Después de ocho meses hicieron pública su relación, aunque su círculo cercano ya lo sabía, y es la cautela con la que se han manejado lo que permite que puedan vivir su intimidad alejada de la crítica y exhibición extrema.

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Construir su hogar

Si bien su primogénito llega a su vida después de siete años de casados, la pareja afirma también que aprovecharon el tiempo previo para disfrutar juntos. “Nosotros no buscamos el bebé al inicio, viajamos, hicimos muchas cosas como para no extrañar nuestro tiempo de pareja ahora que ya somos padres y estamos dedicados a él”, agrega Fabricio, de 39 años.

“Nadie sabía realmente nuestras luchas internas y lo que estábamos haciendo para que llegara esta bendición a nuestras vidas. Nunca nadie supo que yo tuve una pérdida también y luego de eso yo me comencé a hacer una serie de tratamientos”, revela Gabriela.

Aunque sus respuestas públicas ante la imprudente curiosidad de allegados y extraños sobre convertirse en madre eran sutiles, en la intimidad se cuestionaba por no lograr un embarazo. “Yo les respondía: cuando Dios me lo mande, pero en mis adentros decía por qué la gente no es empática y dejan de preguntar. Es una decisión personal, nosotros sí estábamos buscando un bebé, pero era siempre la misma pregunta con la que nos abordaban”, sostiene.

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Camino a la maternidad

La planificación ha sido una constante en la familia García Guzmán. En este año, dicen, deberían estar en la casa que compraron y que los contratistas aún no han terminado de construir. “Inicialmente lo buscamos de manera natural, publicamos solamente lo que queremos publicar”, dice Fabricio.

En el 2019 quedó embarazada de manera natural, sin embargo a las tres semanas lo perdió. Durante la pandemia, la mamá de Gabriela fue diagnosticada con cáncer. En ese lapso de tiempo, de alrededor de un año y medio, dejaron de buscar el bebé para cuidar a los padres de ella.

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Por recomendación del ginecólogo buscaron una clínica de fertilidad, un proceso aún más largo y costoso. “Son muchos exámenes, es prepararte también de mente y físicamente con inyecciones, medicamentos, es mucha paciencia. El primer procedimiento no resultó, el segundo funcionó. Hablamos de dos años que tomó todo. El embarazo se dio por fecundación in vitro”, detalla Gabriela.

“Hay que preparar el cuerpo con las inyecciones, luego extraer tus óvulos y enviarlos al exterior a analizar y ver si son buenos, por así decirlo, para fecundar, realmente sin dudarlo lo volvería a hacer, pero en su momento tuve muchas dudas y nervios”, añade.

Se extrajeron ocho óvulos, de los que hay cinco fecundados y tienen tres en reserva, para poder intentar un nuevo embarazo, en el caso de que ellos así lo deseen o planifiquen.

“Todo este proceso y de cambios hormonales y en el cuerpo no es solo para la mujer, a los hombres también les toca su parte. Él también pasó por muchos exámenes, pero creo que aquí ambos, tanto la mujer y el hombre, cuando quieren algo lo buscan hasta conseguirlo”, refiere Gabriela.

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Ella resalta además que Fabricio ha sido un verdadero apoyo durante todo este camino. “Él nunca ha faltado a un eco, a un examen, él estuvo desde el día uno, quien se queda en las madrugadas con Alessio es él porque yo lo cuido todo el día y lo tengo aquí (en el regazo) porque come hartísimo”, expresa, mientras Fabricio agrega: “Para mí la paternidad, hablando de padre y madre, nunca he visto bien que la mamá esté hecha trapo porque desgasta dar de lactar. Siempre se ha entendido que el hombre ayuda y no es así, para mí es un deber hacerlo. Yo lo hago con amor y con gusto porque es mi hijo y quiero vivir todas las etapas de él. Yo quiero estar presente”, añade.

Alistando su llegada

En Estados Unidos, mientras Gabriela viajó para comprar la ropa del bebé, el nacimiento debía adelantarse por seguridad. “Alessio nació de 33 semanas 5 días. Él estaba todavía chiquitito y Fabricio estaba en Ecuador, él viajó después para poder acompañarme”, cuenta.

En uno de los chequeos que se hizo antes del nacimiento, el doctor les indicó que la placenta ya no estaba alimentando al bebé, dice Fabricio.

“En medio de todo el estrés, ese día mi mamá cumplía un año más de fallecida. Yo cerré los ojos y me acuerdo que le dije: ‘Pompita, yo así le decía a mi mamá, si quieres que mi bebé nazca hoy, justo el día que falleciste, está bien’. Cuando yo le hablaba, él me daba pataditas. Pasó el fin de semana y ya la semana siguiente, por recomendación del doctor, decidieron sacarlo”, relata Gabriela. “Él tenía un peso de un bebé de 30 semanas, él nació grande como su papá, pero superbajo de peso. Él no ganaba peso. Junto con nuestra amiga Liliana (Troya), nos fuimos a la iglesia, me encomendé a Dios, a la Virgen y a mi mamá, antes del parto, dice la también emprendedora.

Alessio

Todo el proceso de fertilización lo mantuvieron en secreto. La única persona que conoció sobre ello fue la mamá de Gabriela, a quien se lo revelaron antes de que falleciera.

“Es duro, pero a la vez es lindo recordar cuando le dijimos que Fabri y yo estábamos haciendo el tratamiento. Ella alzó la mirada y se sorprendió. Ella entonces me dijo: ‘y por qué me lo dices así, como si yo no voy a estar aquí para verlo’. Se me hizo un nudo en la garganta en ese momento, que ya sabíamos lo que iba a pasar. Yo estoy segura de de que ella tuvo mucho que ver con que esta bendición llegara a nosotros”, cuentan ambos, quienes no pueden contener las lágrimas mientras nos comparten esta vivencia.

Con 3 kilos y 8 onzas al nacer, Alessio debía pesar 4 kilos y medio para recibir el alta médica y poder irse con sus padres.

“Este tiempo nos sirvió muchísimo. Gaby estaba hecha una cesárea, estábamos en la casa de nuestra amiga, tuvimos 18 días en el hospital en los que Gaby aprendió muchísimo y le preguntaba de todo a las doctoras y enfermeras, como madre primeriza”, explica Fabricio.

Ese espacio de ‘aprendizaje’, Gabriela lo denominó ‘la escuelita’. “Ahí aprendí todo, yo no sabía ni cambiar el pañal y como cada tres horas debía alimentar a Alessio, por turnos lo levantaban, y le daba leche. Primero le tomaba la temperatura, él tenía que regularla, por eso estaba en la termocuna. Ahí había especialistas en lactancia, de todo”, narra la ahora mamá de tres (incluyendo a sus hijas de cuatro patas Dolce y Chloe).

La elección del nombre se dio después de su nacimiento. Ambos afirman que no querían ponerle uno de ellos ni de la familia y en su lista individual, coincidieron con uno. “Él quería una niña y yo tenía los nombres de niño y en ambas listas estaba Alessia/Alessio. Y ese nos gustó”, dice Gabriela sobre su ‘dragoncito’, como inicialmente le decían y como lo siguen llamando de cariño y por el animal que rige al año (según el horóscopo chino) en que nació.

En familia

Aunque sus familiares de ambas partes aún no conocen en persona al nuevo integrante de la familia, este tiempo también los ha unido más como padres primerizos. Antes de retornar a Ecuador debieron sacar su pasaporte para poder viajar.

“Nuestro mayor miedo era el avión porque no tenía todas las vacunas, lo llevamos tapado en el avión, al despegar y aterrizar temíamos que se le taparon los oídos, pero nos recomendaron darle el pecho o fórmula para evitar el dolor de oído”, dice Gabriela.

Hasta ahora solamente la mamá de Fabricio ha compartido con ellos y ha ayudado durante estos primeros meses de su reciente maternidad. “Con mi suegra conversábamos de todo y me contaba las historias de cuando él era bebé. Cuando veo a mi suegra con Alessio sé que me hubiera encantado que mi mamá estuviera aquí conmigo viviendo este momento. Hubiera dado cualquier cosa para que mi mamá pudiera disfrutar a Alessio”, dice Gabriela mientras observa a su hijo en brazos de su esposo.

“Con Alessio he descubierto un amor diferente a cualquiera que pudiera haber sentido, yo amo a Fabri, pero el amor a un hijo es de otro planeta. Todo ha llegado en el tiempo que Dios ha querido”, asevera. (E)