El ritual de apareamiento de Cephalopterus penduliger es un espectáculo. Así lo describe Luis Carrasco, ornitólogo de la Fundación de Aves Tropicales, quien ha podido trabajar con esta especie en su hábitat natural: los bosques del Chocó en el norte de Ecuador. También habita en Colombia.

El macho usa su ‘corbata’, una carúncula plumada que le cuelga del cuello, para atraer la atención de las hembras. La infla y la mueve hacia adelante, complementando esto con su canto, parecido a un mugido, y movimientos sacados de una ‘pista de baile’, como describe Carrasco a los leks, los grupos de machos de esta especie que se reúnen para el rito.

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Cephalopterus penduliger tiene varios nombres comunes: se lo conoce como pájaro toro, por su canto parecido al de un vacuno que también usa en el ritual para atraer hembras, o pájaro paraguas longuipéndulo. El término ‘paraguas’ se refiere al copete que presenta en sus cabeza, que también esponja durante el ritual de atracción sexual.

Su coloración es totalmente negra a excepción de las plumas que están dentro de sus alas, que son blancas.

Al final, las hembras se deciden por los machos que más las hayan impresionado, copulan con ellos, y vuelven a su hábitat, pues viven separadas de los machos. Estos, a su vez, no se ocupan de ningún aspecto de la crianza del polluelo resultante, que pasa hasta un año junto a su madre.

Foto: Bioweb - Dušan M. Brinkhuizen

Sin embargo, es considerada una especie vulnerable según la escala de conservación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Este organismo, que depende de reportes de campo emitidos por una red de científicos, estima que existen entre 7.500 y 15.000 de estas aves.

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Según Carrasco, la especie sufre por la deforestación de su hábitat. Aunque las hembras pueden hacer nidos en lugares poco ortodoxos (Carrasco cuenta que han encontrado nidos incluso al pie de carreteras), los leks, donde los machos hacen su ritual, pueden situarse “únicamente en bosques primarios, en los bosques bien conservados”.

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Sin embargo, el experto también señala que las aves solían ser cazadas justamente por su aspecto fuera de lo común.

Además de su impactante ritual de atracción sexual, son importantes propagadores de semillas, pues son pájaros frugívoros, es decir, solo comen frutas de la zona.

Así, los esfuerzos por conservar el hábitat de esta especie cobran importancia.

La familia Ajila convirtió su terreno ganadero en una reserva para proteger esta especie

Un ejemplo es el de Luis Ajila y su familia, quienes decidieron convertir su operación ganadera a un par de horas de Quito, cerca del recinto 23 de junio, en un lugar de avistamiento de Cephalopterus penduliger hace trece años.

Todo comenzó cuando unos científicos de la fundacion Birdlife International visitaron la propiedad de los Ajila y divisaron a la elusiva ave. Les recomendaron que debían tomar medidas para proteger ese espacio, y así lo hicieron: con el pasar de los años iniciaron un proyecto de regeneración de la propiedad, enfocándose en especies nativas y de utilidad para la especie, e invirtieron en un lodge para recibir a turistas.

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“El área donde está ahora viviendo esta ave solía ser de pastoreo, nosotros criábamos ganado ahí. Nos vimos en la necesidad de rentar otra propiedad para ganadería y dejar que eso sea bosque”, explica.

Al inicio de su proyecto solo veían a máximo 8 individuos. Ahora, con las medidas que han tomado, avistan a 24.

Esto se debe en parte a los protocolos que toman: los visitantes no pueden usar ropa de colores intensos, no cuentan con una torre de observación por limitar el impacto de una construcción en el área, los fotógrafos no pueden utilizar flash, no se acercan al área con autos, y tienen un cupo máximo de 25 personas para realizar avistamientos. Todas estas medidas están enfocadas en producir el menor impacto posible en la flora y fauna del lugar.

Sin embargo, los ingresos que tienen “no son tan representativos”, dice Ajila, en parte por la dificultad de acceder a la zona: los visitantes deben llegar en vehículos 4x4, y hay ocasiones en que los caudales de los ríos no permiten pasar a los turistas. La mayoría de sus visitantes, además, son adultos de alrededor de 60 años, y les han cancelado tours por esta dificultad en la movilidad.

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Casi no tienen visitas de ecuatorianos, pues la mayoría de turistas provienen de Estados Unidos y de Europa. “La idea es darnos a conocer acá, que venga, que nos visiten para que vean estas especies únicas”, dice Ajila.

En la propiedad de los Ajila también es posible ver colibríes, tucanes, tangaras y gavilanes, entre otras especies. En su lodge también ofrecen platos de Loja, provincia de la cual proviene su familia.

“La idea es que al familia viva del turismo. En primera instancia nosotros pensábamos deshacernos de todo nuestro ganado y dedicarnos 100 % a esto, pero se vino la pandemia, no llegaron turistas por años. Nos vimos en la obligación de rentar otra propiedad para ganadería”, explica. (I)