Hemos pasado del 27 %. Según Unicef, ese es el porcentaje de desnutrición crónica infantil en Ecuador. El segundo país más afectado en la región de Latinoamérica y el Caribe. ¿Cómo combatir este problema creciente? Un grupo de profesionales ecuatorianos, apoyados por la empresa privada, ha empezado a aplicar un tratamiento.

CrezcoNut es una fundación liderada por la médica Giuliana Escala y el ingeniero industrial Juan Diego Álvarez, quienes en 2022 se propusieron la nada fácil tarea de empezar a luchar, desde sus posibilidades y de manera urgente, contra las cifras de desnutrición crónica infantil (DCI) en Ecuador.

Regresando de un viaje a la parroquia Atahualpa, en Santa Elena, donde hacen seguimiento a los niños beneficiarios, explican que están tratando de dar la máxima cobertura con un tratamiento especializado que no se había usado en el país, pero sí en muchos otros lugares. Es un suplemento alimenticio listo para el uso (ATLU), avalado por Unicef.

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“Tuvimos la suerte de asociarnos con la empresa (que lo elabora), importar el producto e implementarlo, vendiendo la idea a la empresa privada”, dice Escala, y añade que actualmente el Gobierno está haciendo una campaña importante en este tema, enfocado en la prevención. “El factor diferenciador de CrezcoNut es que nos enfocamos en el tratamiento, en diagnosticar a los niños que están sufriendo desnutrición crónica, que son más de 580.000 en nuestro país, y tratarlos de manera urgente”.

Foto: Cortesía

Esto último, enfatiza la doctora, porque pasados los 5 años de edad, el daño cognitivo y físico que la desnutrición causa en los niños es irreversible. “El tratamiento, gracias a Dios, existe, fue creado específicamente para África, y es tan bueno porque en Ecuador van de la mano la desnutrición crónica y la falta de agua potable”. Dar un suplemento en polvo en esas condiciones, señala, no solucionaría el problema. CrezcoNut desparasita primero a los niños y luego los inicia en un régimen con el alimento, hecho a base de frutos secos, más vitaminas y minerales, entre los cuales hay ácido fólico, hierro y colágeno.

El aporte de la empresa privada

Al momento, la fundación trabaja en el programa Creciendo Bien, en alianza con Almacenes Tía. “Ellos nos financiaron el programa terapéutico para 200 niños”, indica Escala. “Este se divide en tres fases: la primera es el monitoreo, fuimos a las comunidades con una convocatoria a los niños de seis meses a cinco años, les medimos peso y talla e hicimos unas encuestas a la familia para ver factores socioeconómicos y sociodemográficos; una vez que salimos de este primer llamado clasificamos a los niños”.

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Creciendo Bien se aplica en Atahualpa y también en el cantón Alausí, en Chimborazo. “Son las dos provincias con mayor tasa de desnutrición en Costa y Sierra”. Por motivos de presupuesto, muchos niños aún están en espera de tratamiento.

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“Eso nos abrió los ojos, hay mucho trabajo por hacer, pero por el momento estamos con 100 niños en cada lugar. Una vez diagnosticados, tomamos exámenes de laboratorio, los desparasitamos y luego empieza la fase de tratamiento según su estado”. Los niños de carpeta roja son los casos más alarmantes, están debajo del percentil 3. Los niños de carpeta anaranjada están por debajo del percentil 15, según la curva de DCI de Unicef.

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De acuerdo a eso, se entrega el alimento, que debe ser administrado en casa, por la familia. El equipo regresa cada 15 días a entregar más del producto y a hacer un control de peso y talla. Pueden pasar meses hasta que los niños sean dados de alta.

“Nuestra misión es sacarlos de esa cronicidad de desnutrición, evitar que tengan complicaciones y deban ingresar a un hospital o que estén enfermos de forma recurrente”. Y alcanzarlos antes de que cumplan los cinco años, para que su futuro no se vea afectado.

Cuando Escala y Álvarez hicieron contacto por primera vez con los proveedores del alimento terapéutico, no tenían una fundación, solo estaban investigando. “Les dijimos que queríamos traer esto a Ecuador, el segundo país de Latinoamérica y el Caribe con DCI y la mayor tasa de embarazo adolescente”. Ellos los orientaron para crear CrezcoNut, que está avalada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).

“Los indicadores más grandes son la pobreza y el embarazo adolescente. Tenemos encuestas en las que el ingreso es el bono y viven en una casa de diez a ocho personas, dos o tres familias. Ellos (los fabricantes) vinieron a conocernos, les encantaron el proyecto y las localidades, y dijeron vamos”.

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La Amazonía, el próximo paso

Una de las partes más delicadas de Creciendo Bien es probar que el producto puede funcionar en Ecuador, que las familias entiendan que este no puede venderse ni tampoco deberían distribuir el tratamiento de un niño entre varias personas, que han sido seleccionados por una razón.

Después de las primeras visitas, Escala cree que han alcanzado un nivel de confianza ‘increíble’ con las comunidades. “Tenemos una asistencia mayor al 80 % en cada brigada. Hemos visto niños que han aumentado 5 centímetros de talla, más de cuatro libras, en este primer mes, y faltan dos meses más, entonces nos da mucha emoción tener esa data, que esto está funcionando”.

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Las estadísticas en Ecuador son de varios años antes de la pandemia. “Hemos encontrado lugares donde se dice que hay un 20 % de desnutrición, y cuando vamos con las brigadas o se nos acercan las autoridades, la realidad es que hay un 88 %. “Esperamos que la demanda y la responsabilidad del uso vaya en aumento y podamos llegar a muchísimas comunidades”, dice Escala.

Su socio, Juan Diego Álvarez, entró en contacto con la realidad de la DCI cuando su hijo enfermó y empezó una conversación con Giuliana Escala de cuán rápido pierde peso un niño en estas condiciones. De esa charla y de la indagación posterior resultó CrezcoNut, que a fines del mes pasado firmó un convenio con el GAD de la comunidad de Taisha, en Morona Santiago. Examinarán la talla y peso de 300 niños para escoger a otro grupo; todo esto lo hacen con el apoyo de voluntarias, entre ellas un grupo de nutricionistas encargadas de dar charlas a las familias, de profesionales en odontología, psicología y educación infantil, y de representantes de CrezcoNut en las comunidades.

“Nuestro indicador es cuántos niños podemos atender adecuadamente con un cuidado terapéutico, que pueden hacer en sus propias casas”, dice Álvarez. “Estamos levantando datos cada vez que llegamos a una comunidad, dándoles seguimiento, y estamos viendo resultados en corto plazo; la suplementación tiene acogida, las familias están comprometidas, y las mejoras en los niños, hay mayor energía, menos sueño, más apetito”.

El ingeniero Álvarez describe el alimento terapéutico como un producto maduro, con más de 70.000 toneladas al año. Los mayores compradores son Unicef y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), mientras que los grandes consumidores son los países africanos e India. “En Guatemala, el país con mayor tasa de desnutrición de la región, han hecho proyectos similares, y cada vez hay más fundaciones que quieren implementar este modelo”.

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Toda la información que recojan, explican los directores, irá a una plataforma en la nube. “Sabemos que esa data puede cambiar muchísimo la urgencia y la atención que le prestamos a la desnutrición”, comenta Álvarez.

Están conscientes de que llegar a la Amazonía será diferente, más difícil y con otros costos. “No queremos ser una fundación que viva de la caridad, no podemos siempre pedir plata, rogar que nos donen”, dice Escala. “Queremos mostrar un verdadero programa, que una empresa sienta un retorno tangible, que puede ser con publicidad. Queremos hablar de esta problemática, que muchas veces es maquillada”. Y quieren lograr un programa que trascienda, que tenga lo que creen que les falta a las campañas nacionales contra la desnutrición crónica infantil, que es la continuidad.

“(Los ecuatorianos) no podemos sentarnos a esperar a que las cosas sucedan. Queremos crear conciencia y levantar fondos para seguir con los programas en las comunidades. Buscar inversión es la parte más dura y tediosa, pero creemos que con los resultados que tenemos podemos captar a la empresa privada”, dice la médica.

Álvarez añade que ahora tienen los conocimientos, la experiencia y a los niños; están reuniendo los datos que les den validez científica, y en algún momento, piensan, se podrá producir un alimento similar en Ecuador, como ya han hecho otros países que están en la red. “En Latinoamérica nadie tiene una planta para estos suplementos. Podríamos ser los primeros”. (F)