“A todos los seres humanos cuando nacemos nos dicen que en algún momento de nuestras vidas nos van a lanzar a un río turbulento”, dice el neuroeducador y licenciado en educación integral Carlos Guía, trazando una ilustración de las emociones. “¿Qué deberíamos aprender desde el nacimiento? A nadar, a flotar o, al menos, a ir con un flotador”.

La contención emocional es ese flotador que se tiende, muchas veces, en las escuelas, colegios y universidades. Pero los hay de dudosa procedencia. “Veo gente en redes sociales hablando sobre las emociones: satanizan unas por encima de otras; te dicen que tú decides ser feliz... Y a mí me preocupa, porque somos un organismo que interactúa con el medio. ¿Quién en una situación adversa se siente feliz?”.

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Guía también cuestiona decir a una persona triste o frustrada que ella es el problema porque carece de inteligencia emocional, sin saber qué le ocurre. “Por ejemplo, una señora dice que nadie te insulta: tú decides si te insultan. Entonces, ¿nadie te dispara: tú decides cuáles son las balas que llegan a ti? Estos mensajes en nada benefician a una sociedad”.

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Para Guía, esto ocurre porque el concepto de empatía no está bien entendido ni difundido. “La empatía permite que yo pueda observar a la otra persona, pero sin conectar totalmente con ese dolor, para poder ayudar”.

Las emociones no están aisladas en el individuo, alega el educador, sino que son colectivas. “En algún momento nos daremos cuenta de que en una familia no solo importa lo que piense o sienta uno de los miembros, sino lo que sientan y piensen todos en casa. Igual pasa en una sociedad, en un pueblo o en una empresa. Si hablamos de gestión emocional, es una corresponsabilidad: yo influyo en las emociones del otro y él en las mías”. Descubrir esto lleva a la solidaridad. “Cuando entiendo que lo que yo diga y haga puede perjudicar o beneficiar al otro, tomo conciencia”.

La educación emocional a través del juego

Es suficientemente desafiante tratar con nosotros mismos, ¿pero qué herramientas tienen los padres y los profesores para iniciar en la educación emocional a los niños? Cuando se trata de niños, hay un mundo en el que ellos reinan: el juego. Sea libre y espontáneo o guiado por los adultos, es un espacio de observación y descubrimiento en el que aprenden a tomar la iniciativa, crear reglas e incluso dar órdenes, como cuando le dicen a papá que se siente a comer lo que ellos han preparado en su cocinita de juguete.

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Durante el juego se puede ver cuáles son las necesidades que tienen los pequeños, mientras ellos van encontrando sus habilidades y sus límites, controlan su cuerpo y van ganando autonomía, pero también se relacionan con los adultos y con otros niños que, como ellos, tienen su propia voluntad y emocionalidad.

Ghada Aboud Jiménez, profesora de la Universidad Europea de los grados de Infantil y Primaria y nominada a mejor docente de España 2022, recomienda acompañar y cuidar a los niños en el juego, sin darle un tinte de competencia.

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“En lugar de frases de aprobación como ‘Muy bien hecho’ o ‘Eres un campeón’, simplemente estando cerca, asintiendo, con una mirada cómplice o con una sonrisa desde una zona de no influencia en su actividad”. Eso, explica, es lo que se entiende como un entorno seguro y de confianza y desarrollo de la personalidad. “Demasiada interferencia en el juego no es buena”.

Contención emocional en la escuela

Sara Guacho, docente de Música de primaria, dice que el juego en el aprendizaje es una forma de exploración, que atiende la curiosidad y fomenta la creatividad en los niños. “Es sumamente útil y necesario; introduce al niño al conocimiento de una forma divertida, sin que se sienta juzgado o criticado. El juego está sí o sí en mis clases”.

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Además, pueden comunicarse a través del arte; y en la escuela es posible identificar las emociones y las afecciones de un niño a través de lenguaje no verbal. “Como ocurre en la pintura o en la música, la enseñanza del arte está profundamente ligada a lo emocional”, concluye Guacho.

Por su parte, Ericka Herrera, profesora de educación básica, explica que, cuando se trata de dar contención emocional a los alumnos, el apoyo psicológico en la escuela se hace sentir por su falta, y son los maestros los que asumen esa responsabilidad sin haber sido adecuadamente capacitados. “Tratamos de hacer de todo, y hacemos lo que podemos; es poco lo que nos ayudan en este aspecto”.

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Construcción emocional: ¿cómo equiparnos para una vida satisfactoria?

Para empezar a hablar de emociones con los niños hay que revisar antes el concepto que como adultos tenemos de ellas. Guía, investigador y conferencista que este mes estuvo en Guayaquil celebrando un congreso internacional de salud mental, invitado por el Instituto Superior Tecnológico Lemas, dice que “muchas personas han comprado el mito de que las emociones son positivas y negativas, cuando en realidad toda emoción es adaptativa; pueden ser agradables y desagradables de sentir, pero tienen una función”.

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Es normal sentir tristeza ante la pérdida, ira ante la injusticia, miedo ante la amenaza, ansiedad ante el peligro. “Cuando te dicen que la tristeza, la ira y el miedo son malos, ¿quién va a querer tenerlos? Lo que sucederá es que la persona que está triste no va a querer confesarlo”.

La tristeza, insiste Guía, es sana porque permite llorar y desahogarse, pero primero hay que aceptar que se está triste y que esto es funcional y permitido. “Ojalá en ese momento puedas conseguir una persona que, en vez de invalidar tu emoción y decirte que seas feliz, te diga que está allí para que llores”.

La emoción desbordada, por otra parte, que rompe cosas y puede hacer daño a otras personas, es un extremo. “Las emociones en su justa medida tienen un carácter funcional y adaptativo; y, para que no se desborden, debemos repensar lo que significan y ser solidarios”.

Guía recomienda:

  • Ver más allá de la emoción. “Vemos tristeza y decimos: ‘Está triste’, pero no vemos lo que llevó a ese resultado”, que pudo ser la pérdida de un familiar, acoso o, en el caso de los adultos, pérdida del empleo, infidelidad. “El ser humano es reduccionista por naturaleza”.

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  • No apuntar a soluciones inmediatas. “Ojalá la vida fuese tan fácil como lo plantean los libros de autoayuda o los coaches motivacionales, pero las personas para divorciarse duran años, porque no quieren hacer daño a sus hijos, porque tienen dependencia muy fuerte hacia su pareja; no renuncian al trabajo porque saben que para conseguir uno nuevo pueden pasar años, y quién va a pagar la renta y quién va a pagar la comida”.
  • Hablar del malestar emocional y hacer contención. Si la persona cree que lo que está sintiendo es malo, no querrá hablar. “Cuando se habla, se ve el problema menos gigante, menos terrible”. (F)