El magnesio es un mineral con diferentes funciones en el organismo. Se trata del cuarto mineral más abundante en el cuerpo humano y es necesario para la actividad de más de 600 enzimas, así como para la activación de casi 200 procesos vitales.
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Sin embargo, a pesar de su importancia, se estima que más de la mitad de la población no consume la cantidad adecuada de magnesio, lo que puede tener graves consecuencias para la salud.
¿Qué pasa cuando hay deficiencia magnesio?
Un estudio reciente publicado en el European Journal of Nutrition, citado por la revista Men’s Health revela que la falta de este mineral puede aumentar el riesgo de daños en el ADN y de desarrollar trastornos degenerativos crónicos.
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La investigación destaca la relación entre los niveles bajos de magnesio y la elevación de un aminoácido genotóxico llamado homocisteína, cuyos excesos están vinculados a diversas enfermedades como el Alzheimer, el Párkinson, ciertos tipos de cáncer y diabetes, apunta la publicación.
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Los resultados del estudio indican que mantener niveles adecuados de magnesio en sangre es fundamental para proteger el ADN.
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El biólogo molecular de la Universidad de Australia del Sur, Permal Deo, citado por Men’s Health, explica que una ingesta inferior a 300 mg de magnesio al día puede incrementar el riesgo de múltiples patologías, especialmente en lo que respecta a la prevención de daños genéticos.
“Unos niveles suficientemente altos de magnesio en la sangre son esenciales para proteger nuestros genes de la toxicidad causada por la homocisteína, que aumenta cuando el folato y la vitamina B12 son deficientes”, añade el doctor Deo.
Asimismo, Michael Fenech, coautor del estudio, señala que la deficiencia crónica de magnesio puede alterar la capacidad del organismo para producir energía, lo que conlleva un envejecimiento acelerado de los tejidos y un aumento de enfermedades.
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Un primer paso para evitar la deficiencia de magnesio es consumir alimentos ricos en este mineral.
Las fuentes más destacadas incluyen cereales integrales, verduras de hoja verde, frutos secos, avena, quinoa, legumbres, ciertos pescados como el salmón, así como frutas como el plátano y el aguacate. (I)
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