Se conoce como septicemia a la presencia de bacterias en la sangre (bacteriemia) que a menudo ocurre con infecciones graves. También conocida como sepsis, esta condición es una respuesta grave y potencialmente mortal a una infección que puede empeorar de forma muy rápida.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) encontró que el esfuerzo para abordar millones de muertes y discapacidades debido a la sepsis se ve obstaculizado por graves lagunas en el conocimiento, particularmente en los países de ingresos bajos y medianos.

Según estudios recientes, la septicemia mata a 11 millones de personas cada año, muchos de ellos niños. Incapacita a millones más. Como referencia, el cáncer acaba anualmente con la vida de unas 10 millones de personas en todo el mundo.

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La sepsis ocurre en respuesta a una infección. Cuando no se reconoce a tiempo y no se trata con prontitud, puede provocar shock séptico, insuficiencia orgánica múltiple y la muerte. Los pacientes que están gravemente enfermos con afecciones infecciosas tienen un mayor riesgo de desarrollar y morir a causa de sepsis.

Incluso los supervivientes de la sepsis no están fuera de peligro: solo la mitad se recuperará por completo, el resto morirá en el plazo de un año o sufrirá discapacidades a largo plazo, indica la OMS.

La sepsis afecta desproporcionadamente a las poblaciones vulnerables: recién nacidos, mujeres embarazadas y personas que viven en entornos de bajos recursos. Aproximadamente el 85,0% de los casos de sepsis y las muertes relacionadas con la sepsis ocurren en estos entornos.

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Casi la mitad de los 49 millones de casos de sepsis que se producen cada año ocurren entre niños, lo que provoca 2,9 millones de muertes, la mayoría de las cuales podrían prevenirse mediante un diagnóstico temprano y un tratamiento clínico adecuado. Estas muertes son a menudo consecuencia de enfermedades diarreicas o infecciones de las vías respiratorias inferiores.

Las infecciones obstétricas, incluidas las complicaciones posteriores a un aborto o las infecciones posteriores a una cesárea, son la tercera causa más común de mortalidad materna. A nivel mundial, se estima que por cada 1.000 mujeres que dan a luz, 11 experimentan disfunción orgánica grave o muerte relacionada con infecciones.

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El informe de la OMS también encuentra que la sepsis frecuentemente es el resultado de infecciones adquiridas en entornos de atención médica. Alrededor de la mitad (49%) de los pacientes con sepsis en unidades de cuidados intensivos adquirieron la infección en el hospital. Se estima que el 27% de las personas con sepsis en hospitales y el 42% de las personas en unidades de cuidados intensivos morirán.

La resistencia a los antimicrobianos es un desafío importante en el tratamiento de la sepsis, ya que complica la capacidad de tratar infecciones, especialmente en infecciones asociadas a la atención médica.

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La OMS detalla que la mejora del saneamiento, la calidad y disponibilidad del agua y las medidas de prevención y control de infecciones, como una adecuada higiene de manos, pueden prevenir la sepsis y salvar vidas, pero deben ir acompañadas de un diagnóstico temprano, una gestión clínica adecuada y el acceso a medicamentos y vacunas seguros y asequibles. Estas intervenciones podrían prevenir hasta el 84% de las muertes de recién nacidos debidas a sepsis. (F)


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