Una persona puede elegir reducir o eliminar su consumo de productos de origen animal por múltiples razones: por razones religiosas, como los hindúes, que siguen el concepto de ahimsa, la compasión y no violencia contra todos los seres vivos; por cuidar el medioambiente, pues el 60 % de las emisiones de CO₂ de la industria de comida proviene de la producción de carne, según un estudio realizado en 2021 por la Universidad de Illinois (EE. UU.); o por razones éticas, para evitar apoyar a la industria de producción de carne y productos animales, que aquellos que reducen o eliminan su consumo de productos de origen animal (vegetarianos y veganos) consideran cruel.

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La diferencia entre vegetarianos y veganos es que, mientras que los vegetarianos eliminan la carne animal de sus dietas, los veganos son más estrictos y eliminan todo producto derivado de animales de su dieta, incluyendo lácteos y huevos. Algunos incluso dejan de comprar ropa hecha a base de materiales animales, como el cuero, y evitan comprar marcas de maquillaje que realizan pruebas en animales.

Así, Veganuary, la organización sin fines de lucro creada en el Reino Unido, busca convertir a más y más gente para que eliminen o reduzcan su consumo de carne animal y productos derivados de animales. El reto de Veganuary consiste en pasar todo el mes de enero de cada año con una dieta vegana. En 2022, más de 620.000 personas se registraron en el sitio web de la organización para tomar parte del reto, y más de 2 millones de personas de todos los países del mundo, excepto Corea del Norte y Tayikistán, han participado desde la concepción del reto en 2014. Como apoyo para los participantes, Veganuary les envía un libro de recetas y consejos de nutrición.

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El reto ha tenido buena acogida en Latinoamérica. Según estadísticas recogidas por la organización, cinco de los diez países con más adherentes a la campaña en 2022 fueron latinoamericanos: México, Argentina, Colombia, Chile y Brasil. Mauricio Serrano, director de Veganuary para Latinoamérica, asevera que Ecuador formó parte del top 20 global en 2022. Además, el organismo colabora con iniciativas como Animal Libre Ecuador, que les ayudan a visibilizar la campaña en el país.

Para Serrano, la popularidad del reto se debe a que Latinoamérica tiene una cultura “muy rica” en productos locales, como frutas, verduras, hortalizas y frutos secos, que hacen “más fácil” participar en el reto. “Si quieres comer vegano, tienes una infinidad de opciones y productos que son mucho más económicos hoy en día que la carne, que la misma leche”, explica Serrano, quien añade que, en comparación con productos de origen animal, las frutas, verduras y hortalizas no pasan por tantos “procesos químicos” para ser seguros para su consunción.

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Sin embargo, el objetivo de Veganuary no es lograr que la gente se vuelva vegana solo por un mes. La meta de la iniciativa es lograr cambios a largo plazo en la conducta alimenticia de los participantes. Según Serrano, las encuestas que realizan al final de enero de cada año a la gente registrada en el reto demuestran que el proyecto es efectivo para retener a la gente en el veganismo: más de un 80 % de los encuestados expresó que redujo sustancialmente su consumo de productos de origen animal seis meses después del desafío, y un 30 % de los encuestados dijo que se mantuvo en el veganismo seis meses tras el reto.

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Motivación, nutrición y mitos

Lo primero que hace Ericka Borbor, nutricionista especializada en alimentación vegetariana, cuando un paciente quiere transicionar a ser vegetariano o vegano es enfatizar la razón para hacerlo, ya sea por los animales, por el medioambiente o por razones de salud, como las personas a las que les sientan mal los lácteos. El impulso ideológico, dice, es importante: “Si viene desde un lugar de ayudar a alguien más, en este caso a los animales, el medioambiente o a nosotros mismos, no hay ningún problema”. No obstante, añade, buscar perder peso no es razón suficiente, pues cree que las restricciones alimentarias y buscar controlar el peso no son estrategias sostenibles a largo plazo, y que puede existir salud en todas las tallas.

El siguiente paso, expone, es buscar cambiar la proteína animal del plato por proteína vegetal. Reemplazar proteína animal por vegetal es un juego de números. Los mejores aliados para reemplazar la proteína animal en la alimentación, explica, son las leguminosas: garbanzos, lentejas, frijol, edamames, arvejas... Sus derivados, al ser la proteína más concentrada, tienen más proteína; estos incluyen el tempe, el tofu y las bebidas de soya.

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Sin embargo, una consideración para transicionar a este tipo de alimentación es tomar suplementos de vitamina B12. “La dosis habitual es de 2.500 microgramos; esa es la cantidad estándar en personas mayores a 14 años”, sostiene Borbor. Recomienda realizar pruebas analíticas para revisar los niveles de vitamina B12 si se busca reducir o eliminar productos de origen animal en la dieta.

Uno de los mitos sobre el vegetarianismo y el veganismo, comenta Borbor, es que los niños, madres en lactancia y deportistas de élite no pueden restringir su consumo de animales y productos derivados. “Ya se sabe que es seguro para cualquier etapa de la vida: cualquier persona puede llevar este tipo de alimentación”. Otro mito, subraya, es que se come menos, cuando en realidad reemplazar proteína animal por proteína animal implica un volumen más alto de comida.

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Para Melissa Suriaga, vegana, hubo un momento en específico que la impulsó a tomar el paso de convertirse en vegana: vio un documental sobre crueldad animal. “Después de ver este documental, dije: ‘Bueno, el día de mañana como lo que sea, pero no voy a seguir participando en esto’”, expresa Suriaga, quien añade que ya tenía la “semillita” en su cabeza de ser vegana años antes de su decisión definitiva. Un día típico de comida para ella, cuenta, consiste en helado de maní con guineo congelado, frutas y cereal en el desayuno; ensalada de chochos, tofu, pepino, tomate, perejil, embutidos vegetales y sopa de zapallo en el almuerzo; y en la cena, un batido de cualquier fruta con germen y zapallo de trigo.

Miguel Flor, vegetariano, tuvo motivaciones parecidas a las de Suriaga para cambiar su alimentación. “Siempre quise ser vegetariano, desde chiquito”, dice Flor. “Me parecía absurdo que nos sea tan familiar encariñarnos con animales de todo tipo no solo en la vida real, sino también en las caricaturas, pero sin embargo nos los comemos”. Lo que lo empujó a ser vegetariano fue una experiencia que tuvo en una avícola que visitó: vio cómo mataban y tenían enjauladas a las aves. Cortó la carne roja y el pollo de su dieta inmediatamente, y en seis meses logró dejar de comer pescado. (I)

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