Ecuador conmemorará este 10 de agosto 215 años del denominado Primer Grito de la Independencia, episodio histórico que se dio en Quito, cuando un grupo fiel a Fernando VII –quien por entonces estaba recluido en territorio francés por decisión de Napoleón Bonaparte– destituyó al presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Urriés Conde Ruiz de Castilla, e instaló una Junta Soberana de Gobierno leal al exiliado monarca español.

El emperador de los franceses había nombrado rey de España a su hermano José I Bonaparte, cuyo reinado duró de 1808 a 1813. Fue un hombre impopular en las colonias de América; estas no lo reconocían como rey legítimo. Mientras, Fernando VII vivía en una especie de cautiverio, aunque recibía clases de baile y música, podía montar a caballo y pescar.

Juan Pío Montúfar, II marqués de Selva Alegre; Juan de Dios Morales, Juan Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea se convirtieron en los principales dignatarios de la Junta Suprema de Quito que se instaló el 11 de agosto.

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Cinco días después, el 16, se proclamó solemnemente todo lo actuado en la Sala Capitular del convento de San Agustín.

La realeza reaccionó inmediatamente ante lo sucedido. Antonio Amar, virrey de Santa Fe, dispuso marchar contra Quito a 300 fusileros. Algo parecido ordenó el virrey de Lima, José Abascal. Y los gobernadores militares de Guayaquil, Cuenca y Popayán prepararon sus ejércitos para marchar hasta la ciudad que gestó el movimiento.

Esta arremetida quiteña no demoró ante la deslealtad y temor de algunos juntistas y dirigentes. El movimiento fracasó y Juan Pío Montúfar restituyó en la Presidencia de Quito a Juan José Guerrero, quien entregó el cargo al conde Ruiz de Castilla. Con él se incrementó la represión como la del 2 de agosto de 1810, cuando masacraron a los gestores del episodio del año anterior.

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A su regreso a España en 1814, Fernando VII recuperó el trono, derogó la Constitución de 1812, promulgada por las cortes generales españolas o cortes de Cádiz, y reinstauró el absolutismo.

Esa Constitución fue abolida porque establecía un régimen liberal y constitucionalista al cual debía regirse incluso el rey, lo cual era coherente con la filosofía de Bonaparte. Pero las libertades no coincidían con los deseos de Fernando VII, defensor del absolutismo monárquico, quien desde entonces gobernó de manera déspota y vengativa en perjuicio de sus súbditos, incluidos los habitantes de las colonias de América.

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Su reino terminó el 29 de septiembre de 1833, y para entonces España –salvo por algunas islas en el Caribe– ya había perdido la mayor parte de sus colonias americanas.

El 1 de octubre comenzó la semana crucial para lograr a Guayaquil independiente

Esto es lo que sucedió en la madrugada del 10 de Agosto de 1809

10 de Agosto de 1809: grito de lealtad

Uno de los puntos claves del Acta del 10 de Agosto de 1809 indica lo siguiente:

“Declaramos que los antedichos individuos unidos con los representantes de los cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación y las que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima, y Santa Fe, las cuales se procura atraer, compondrán una Junta Suprema que gobierne interinamente a nombre, y como representante de nuestro legítimo soberano, el señor don Fernando Séptimo, y mientras su majestad recupere la Península, o viene a imperar”. Fragmento del Acta del 10 de Agosto de 1809.

El historiador y catedrático Jaime E. Rodríguez, en su obra Los orígenes de la revolución de Quito en 1809, recalca que la revolución de Quito de 1809 no fue un movimiento por la independencia, sino que se trató de una reacción local ante la crisis de la monarquía española.

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“A lo largo del siglo XVIII, el Reino de Quito experimentó un declive económico, político y jurídico. Supeditado a las capitales de dos virreinatos –Lima y Santa Fe–, Quito buscaba el estatus de una capitanía general independiente con el fin de liberarse del dominio de Nueva Granada y Perú“, detalla Rodríguez.

Se agrega que un grupo de quiteños, convencido de que España estaba perdida y de que los españoles en Quito traicionarían al reino y aceptarían el Gobierno francés, decidieron tomar el control del poder y poner en práctica un programa que garantizara la autonomía y que promoviera sus intereses económicos. No obstante, otras provincias del reino, cuyos intereses se vieron amenazados, se opusieron a Quito y unieron fuerzas con los virreyes de Perú y Nueva Granada para extinguir el levantamiento que duró unos tres meses.

El historiador Juan J. Paz y Miño, en el boletín Significado histórico del bicentenario del 10 de Agosto de 1809, indica que “si se examina con objetividad y lucidez históricas, se comprenderá que la Revolución del 10 de Agosto de 1809 no produjo la independencia”. Sin embargo, considera que la fecha fue el “punto de partida” del proceso que llevó a la independencia de lo que hoy es Ecuador, que se inició el 9 de Octubre de 1820 en Guayaquil y se concretó en la batalla del Pichincha, el 24 de Mayo de 1822. (I)