Sus días transcurren entre el ejercicio profesional, el activismo social, la docencia, la militancia en sus agrupaciones políticas y hasta sus emprendimientos. Siete expresidentes cuentan cómo es su vida luego de su paso por Carondelet.

Osvaldo Hurtado, Rodrigo Borja, Abdalá Bucaram, Rosalía Arteaga, Fabián Alarcón, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio coinciden en que no gozaron de protección especial una vez que culminó su mandato.

No como Rafael Correa, que días antes de salir de la Presidencia aprobó una normativa para tener custodia militar hasta un año después de su relevo, con posibilidad de extenderse más tiempo.

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Pero esta semana, el régimen resolvió retirarle la seguridad luego de que un informe interno concluyera que no corre riesgos. Él vive en Bélgica.

EL UNIVERSO se contactó, además, con colaboradores cercanos a Jamil Mahuad y Gustavo Noboa, para concertar entrevistas. En el primer caso se envió un cuestionario por e-mail, ya que reside en Boston (Estados Unidos), pero no contestó. En el segundo, se excusó.

Osvaldo Hurtado: Conmigo el Estado no ‘gastó ni un centavo’

No oculta su indignación de que Rafael Correa se haya concedido a través de un decreto seguridad estatal por un año. Osvaldo Hurtado fue presidente de 1981 a 1984, ahora es directivo de la Corporación de Estudios para el Desarrollo (Cordes) y asegura que jamás requirió seguridad militar o policial. “Siempre he caminado y he viajado solo. Conmigo el Estado no ha gastado un solo centavo. Ni pasajes, ni viáticos, ni personal que me acompañe”, relata.

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Rememora que cuando era presidente en algunas ocasiones la gente le hacía señas o le increpaba. Pero prefería seguir leyendo el periódico.

Y una sola vez, saliendo de un partido de fútbol vivió un momento desagradable, cuando alguien le insultó.

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“Son los tiranos, los dictadores, los autócratas los que se llenan de seguridad porque tienen mala conciencia porque tienen cuentas que rendir, y tienen terror”, opina.

Rodrigo Borja: Siempre ha caminado solo con ‘gran suerte’

“Siempre he estado rodeado de una gran suerte”, narra el expresidente Rodrigo Borja, quien en varias ocasiones se salvó de ser víctima de un ataque, por no aceptar la guardia presidencial.

Al dejar la Presidencia en 1992 se dedicó a escribir. Y cada jueves camina por las calles del Centro Histórico de Quito hasta llegar a la Academia de la Lengua de la que es miembro.

Muchos lo reconocen y lo abrazan. Creció en la casa rosada de sus abuelos, ubicada en la calle Benalcázar, y recorrer ese sector le recuerda a su niñez. Por ello, cuando era presidente, terminaba su jornada a la medianoche e iba a caminar.

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Una vez, cruzaba por la Plaza de San Francisco y alguien lo seguía. Se asustó.

Dio la vuelta y pensó que eran personas con fusiles, pero era un equipo de prensa colombiano. Querían hacerle una entrevista, pues creían que era mentira que un mandatario camine solo y sin guardia en la noche. “Lo que pensé que eran fusiles eran los trípodes para la televisión”. Sonríe.

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Abdalá Bucaram: En algunas salidas lo acompaña su gente

Su celular no para de sonar. La canción La fuerza de los pobres, que se escucha como ringtone, sube de tono e interrumpe a ratos la entrevista la tarde de un martes en su casa, en el norte de Guayaquil.

Viste ropa deportiva. Es uno de los días en que el expresidente Abdalá Bucaram Ortiz, además de recibir visitas y reunirse con coidearios y amigos, lo dedica para ir al gimnasio y luego a comer hot dog en carretilla en una esquina conocida de Urdesa. Lo lleva su chofer. Accede a tomarse fotos con transeúntes. Desde algunos carros los pitos suenan. Él saluda y sonríe. “Yo no necesito seguridad, yo no gasto seguridad”.

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Sin embargo –añade–, hay ocasiones como los sábados en que se traslada a sus enlaces a una emisora y varios compañeros y dirigentes deciden acompañarlo. Recuerda que a las dos horas de haber sido destituido (1997), se quedó sin seguridad. En Panamá, por su condición de asilado cuenta que tuvo vigilancia, pero pidió que sea retirada por ser innecesario.

Rosalía Arteaga: Se sintió la misma al dejar el cargo

Abrió su propia oficina, “desempolvó” su título de abogada, creó la Fundación Fidal y desde entonces tiene una “vida normal”, cuenta Rosalía Artega, la primera mujer presidenta de la República posesionada el 7 de febrero de 1997.

“Nunca he tenido seguridad del Estado”, dice Arteaga, quien reconoce que el acompañamiento estatal hace perder la privacidad y su familia sufría por eso. “Tener un cargo político es un servicio al país. Cuando termina, usted vuelve a ser una persona común y corriente. No se piensa que por haber estado en funciones vamos a ser diferentes. Yo me sentí siempre la misma”.

No ha enfrentado un momento “desagradable”, ni una agresión. Pero reconoce que le habría “encantado” tener una escolta mujer.

Está escribiendo un libro de cuentos para jóvenes, y se emociona al mostrar una de las paredes de su oficina en la que está coleccionando azulejos antiguos y con frases pintorescas.

Fabián Alarcón: Salí a pie, no tengo de qué avergonzarme

Veinte años pasaron desde que dejó la Presidencia de la República (1998), y del Palacio de Carondelet “salí a pie”, recuerda Fabián Alarcón.

“Cuando salí de la Presidencia no tuve ningún vehículo del Estado. Creo que una o dos personas me acompañaron por tres meses como seguridad. Luego no necesité porque no tengo de qué avergonzarme o de qué temer”, afirma.

Lamenta que su retrato presidencial haya sido retirado del Salón Amarillo por una orden del expresidente Rafael Correa. “Y en una ocasión, una señora me llamó y me dijo: ‘Yo tengo algo que es de usted y este momento voy a su oficina con ese objeto’. Vino con el cuadro y me contó que le habían pagado una deuda que tenía la Presidencia dándole como valor de pago mi cuadro. Ella dijo que esto era mío”.

Al dejar el cargo se dedicó a su actividad de abogado y retornó a su antigua oficina, ubicada en la avenida Amazonas. Desde entonces retomó sus actividades y conduce su vehículo, un Suzuki SZ.

Lucio Gutiérrez: Pronto lanzará bebidas sin dejar la política

Recuerda que una vez que dejó la Presidencia, tras ser derrocado en el 2005, no necesitó de protección especial. Ni siquiera luego de ser encarcelado en la Cárcel 4 de Quito.

“Nunca, gracias a Dios, he necesitado seguridad, ni privada, peor pública, porque cuando un expresidente ha manejado el Estado y los recursos con honestidad, con transparencia y tienen la conciencia tranquila, no necesita seguridad...”, dice Lucio Gutiérrez, quien actualmente suele recorrer el país en su carro que muchas veces él mismo conduce.

A su paso, sostiene, muchos lo saludan y se toman fotos. Cuando está en Quito –donde vive– sale a trotar solo en la mañana, luego camina con su esposa, Ximena Bohórquez, y seguidamente atiende asuntos políticos o de sus dos emprendimientos: produce dos tipos de bebidas que pronto saldrán al mercado.

El exmandatario señala que también se dedica a la agricultura y a la asesoría en ingeniería civil y educación física.

Alfredo Palacio: Entre el anonimato, la Medicina y la docencia

Disfruta de cierto anonimato hoy en día, dice, en que hay una nueva generación que no lo recuerda o no lo identifica, aunque en el medio académico y profesional en el que se desenvuelve aún le siguen pidiendo autógrafos y fotos.

En la sala de su departamento, en el noveno piso de una urbanización en Samborondón, el exmandatario y cardiólogo Alfredo Palacio comenta que días después de que dejó su cargo (2005-2007), sin pedirlo, le enviaron dos policías que le dieron resguardo por unos tres meses en el edificio de su Instituto de Cardiología y en donde también vivía. Pero: “Yo salía solo, no tenía un custodio permanente. Andaba con mi secretaria y chofer y con franqueza y satisfacción nunca tuve ningún problema”.

Su tiempo ahora lo divide entre la cátedra, la investigación y sus pacientes. Cada viernes da clases en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. De lunes a jueves labora en un hospital en Manta, Manabí. (I)