La inclusión de los actos de corrupción como delitos de lesa humanidad requiere de reformas constitucionales y legales, dice Jaime Costales, profesor de Psicología Social de la Universidad San Francisco de Quito. El catedrático recalca la importancia de perseguir la corrupción y menciona que una de sus consecuencias son las distorsiones sociales que genera en los ciudadanos.

¿Por qué los actos de corrupción deberían considerarse delitos de lesa humanidad?

Propongo desde hace rato, en mis libros e intervenciones, que la corrupción de alto grado, pública y de empresas privadas, sea declarada delito de lesa humanidad, pues produce enormes daños, incrementa la pobreza, deteriora los servicios sociales básicos y degrada la conciencia ciudadana: causa muertes y gran sufrimiento por desatención de salud, incremento de la ignorancia y adhesión fanática a líderes corruptos.

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¿Cuál sería la hoja de ruta para incluirlos y a cuáles del abanico de delitos que abarca la corrupción se los consideraría como tal?

Reformas constitucionales, reformas legales explícitas que tipifiquen el delito: robos de cuello blanco causados por funcionarios públicos, y funcionarios privados que entablan negocios turbios con aquellos.

Ecuador estableció la imprescriptibilidad del peculado, cohecho, enriquecimiento ilícito... ¿Qué cambio se daría si son delitos de lesa humanidad?

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Se volverían imprescriptibles y pesquisables de oficio en el país, y deberían serlo en el mundo entero. La gente entendería que la corrupción de alto grado no es “viveza criolla”, sino un crimen contra el país y la humanidad. Dejaría de ver a los grandes corruptos como “sapos” y casi “héroes” y los repudiaría cada vez más.

¿Cómo conseguir una sociedad civil más fortalecida y ciudadanos que tengan la capacidad de generar y exigir transformaciones frente al problema de la corrupción?

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Urge un programa de psicopedagogía social que mejore los comportamientos básicos de la ciudadanía, enmarcándolos en el respeto a la ley. La honestidad debe ser promovida como un mérito y una gran contribución al desarrollo democrático y a la prosperidad del país. Cabe declarar héroes ciudadanos a personas valerosas y pulcras como los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción, periodistas que han defendido la libertad y la democracia, y otros ciudadanos de reconocida honradez. Así se promovería el aprendizaje social de esos modelos.

La corrupción también alcanza al sector privado que paga las coimas, acepta los sobreprecios, evade los impuestos y aplica la doble contabilidad. ¿Qué cambios deben darse para un mejor resultado en el combate en el ámbito privado?

Primero, que la justicia dicte sentencias ejemplares contra los grandes corruptos de cuello blanco, que han dejado al país en ruinas. Esos grandes cacos no deben volver a ejercer ninguna función pública. Segundo, la consigna: ni un solo voto para los grandes corruptos ni para los dirigentes violentos. Demos el voto solo a candidatos de probada honradez. El cambio fundamental: transformar la conciencia ciudadana, para que los ecuatorianos dejen de ser ingenuos, fanáticos de mesías de pacotilla, de populistas ladrones. Un despertar de la conciencia colectiva: aprender a respetarnos, repudiar a los farsantes y corruptos y actuar en el marco de las leyes. Un renacimiento de los valores democráticos superiores. Y en eso los medios pueden y deben jugar un rol crucial. (I)