La prohibición de la caza comercial de ballenas en el Ártico, en 1984, empieza a mostrar frutos. Se han descubierto 41 nuevos ejemplares de ballenas azules en la isla subantártica de Georgia del Sur. Es la primera vez, en cuatro décadas, que se observa un retorno a esta región.

"Solo en la Antártida, durante 70 años se terminó con la vida de 1 millón 300 mil ballenas. Aunado a la cosecha industrial, la población de esta especie se mermó hasta llevarlas cerca de la extinción", recordó National Geographic.

Pero las ballenas azules empiezan a retornar, según lo que se ha observado durante los últimos años. En esa región están los crustáceos krill, del que se alimentan, y que también ha empezado a proliferar, debido a la ausencia de cazadores.

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Situación similar ocurre con las ballenas jorobadas en el oeste de la Península Antártica, que están de vuelta.

"Aunque las comunidades indígenas de la zona siguen practicando la caza para su propio consumo, esto no representa un riesgo real para la población total de ballenas. El problema se decantaba de la matanza comercial", se recordó en la publicación.

Sin embargo, aún persiste el problema del cambio climático, que provoca el aumento de la temperatura en el agua, y esto altera a las ballenas. Además, las embarcaciones grandes producen intensos sonidos que ocasionan problemas a la comunicación de estos animales. Incluso, algunas crías terminan separadas de sus madres porque se interrumpe su conexión.

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"Esto es así porque las ballenas necesitan comunicarse entre sí para obtener alimento. Es un caso similar a cuando intentamos hablar con alguien al lado de una construcción muy ruidosa: el sonido no pasa, o es muy difícil entender lo que el otro está tratando de decir", se indicó en la publicación. (I)