Beatriz Palacios miraba sentada desde una banca del parque San José, en Manta, como los demás recordaban a las víctimas del terremoto del 16 de abril del 2016.

Era un momento nostálgico. Todos se habían reunido este martes, 16 de abril, frente al memorial de los fallecidos ubicado en este parque de Tarqui, para dejar flores, palabras, recuerdos. Beatriz Palacios llegó allí y no contuvo el llanto.

Apenas se inició el acto, a las 09:00, los ojos se le enrojecieron porque empezó a recordar a su Érick, a su muchacho. El día del terremoto había hablado con él por celular, unos 20 minutos antes. Le dijo que lo amaba y que pronto iban a encontrarse, porque así era su Érick, era consentido.

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Ese 16 de abril del 2016, Beatriz estaba en los Estados Unidos. Su hijo, Érick Figueroa, se encontraba en su casa, ubicada en Tarqui. El reloj marcó las 18:45, todo empezó a temblar. La desgracia tuvo una magnitud de 7,8, epicentro en Pedernales, Manabí.

Terremoto en Ecuador del 16 de abril ha desencadenado 1.896 réplicas

“Enseguida llamé y nadie me respondía, me desesperé mucho. Tenía una sensación fea en el pecho”, expresó. Beatriz tenía eso que algunas madres llaman corazonada. Algo que no tiene explicación, pero sí mucho sentido para ellas.

El evento por los ocho años del terremoto continuaba. Los políticos llegaron con sus ofrendas, con sus ramos, envueltos en sus mejores trajes. Beatriz llegó vestida de negro, porque aún vive el luto.

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El terremoto fue un sábado y el cuerpo de su hijo lo encontraron el lunes bajo los escombros de una casa. Ese mismo día lo sepultaron, pero ella llegó el martes de los Estados Unidos, solo alcanzó a ver la tumba.

Desde entonces había algo inconcluso, una historia sin terminar. Beatriz le pedía a Dios, en oración, de rodillas, que aunque sea en sueño le permitiera despedirse de su hijo, que se lo prestara un momento mientras ella dormía.

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Un 2016 marcado por la tragedia que dejó terremoto de 7,8 en Ecuador

Y así sucedió. Una noche, ya hace cuatro años, su Érick llegó en sueños, la abrazó con fuerza, y le dijo que dejara de llorar, que él estaba bien. Le dijo incluso que había llegado a decirle adiós, a despedirse.

“Yo lo abrazaba fuerte, no quería que se fuera, él era mi niño. Ese año iba a sustentar su tesis y yo estaba feliz, iba a ser mi economista, mi primer profesional y se me fue, se me fue de un momento a otro”, señala mientras llora y observa como los demás recuerdan a los muertos del terremoto sin una lágrima. Ella no lo entiende, comenta. “El día que enterraron a mi hijo, se murió una parte de mí”, agrega entre sollozos, apenas articulando palabras.

En Manta, ese 16 de abril, murieron 237 personas. En Manabí unas 670. La zona más afectada fue la parroquia Tarqui, por eso colocaron un memorial en un parque de la zona.

Beatriz Palacios perdió a su hijo en el terremoto del 2016.

Gina Guanoluisa llegó al lugar con una foto de su hijo, Patricio Chávez, en los brazos. El día del terremoto, él estaba en una capilla, ubicada en el barrio Santa Marianita, centro de Manta.

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Gina llegó a rendirle homenaje al lugar donde está su nombre. Llegó a decirle que jamás lo ha olvidado, porque no hay nada más doloroso para una madre que la muerte de su hijo, comenta.

“Son ocho años ya, ocho años desde que se fue , desde que me lo arrancaron”, señala mientras abraza la foto. “Es difícil estar parada hoy aquí”, expresa.

17 de abril del 2016: Terremoto y angustia

Jaime Macías asistió al evento con una camiseta donde tiene la foto de su madre. Ignacia Palma murió sepultada en una casa el día del terremoto. Jaime estaba reunido con los vecinos en la vereda de enfrente y apenas dejó de temblar, empezó a buscar a su gente entre los escombros. Primero encontró a su hijo, luego a sus hermanos. Los habitantes del barrio también ayudaron, hasta que encontraron a su madre de 86 años. Estaba muy golpeada y no reaccionaba. La llevaron al hospital, pero ya había fallecido. Duro momento.

“Uno siente una angustia y un vacío tan grande por la muerte de la madre. Es un ser querido. Yo todos los años pido permiso el 16 de abril, yo no trabajo ese día. Mi mamá está por encima de todas las cosas”, expresa.

El evento terminó cerca de las 10:30. Jaime se sacó las gafas para secarse las lágrimas. Gina Guanoluisa no dejaba de abrazar la foto de su hijo y caminaba por el lugar con la imagen pegada al pecho.

Beatriz, en cambio, se abrazó con una de sus hijas, lloró fuerte, le decía que extraña a su hijo, como no se lo imagina, con todas la fuerzas.

Luego se puso de pie, se acercó al memorial, buscó el nombre de Érick en el mármol y se llevó las manos al pecho mientras lo miraba con ternura, con pena, con un duelo que revive cada 16 de abril. (I)