Rosa María Arequipa tenía 34 años cuando acudió por primera vez a la procesión de Jesús del Gran Poder, una de las principales actividades religiosas que se realiza en Quito por la Semana Santa.

Ella recuerda que su hijo, Patricio, había ingresado al colegio, estaba en octavo año y se quedó supletorio.

Preocupada por los estudios de su hijo dice que llegó para desfilar de cucurucho, uno de los personajes penitentes de la procesión que tiene túnicas de color morado y un largo cono que va por encima de la cabeza.

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Al siguiente año su hijo volvió a peligrar el pase de año con los temidos supletorios.

Volvió a caminar y esta vez llevó a su hijo, ahí le dijo que todo lo que haga con devoción será escuchado por Dios.

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Rosa recuerda que, en el 2003, para el tercer año, ya formó parte del voluntariado Jesús del Gran Poder, un grupo de la iglesia integrado por feligreses que se encargan de toda la organización previa a esta procesión.

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Sin embargo, todos los años tenía que pedir por la aprobación de las materias de su hijo. Entre suspiros recuerda que durante toda la etapa de colegio él se quedó supletorio.

“Nunca me ha dejado sola, no perdió ningún año mi hijo, él se quedó hasta sexto curso en supletorios, pero no perdió. En quinto curso me acuerdo que ya para dar el último examen le dije a mi hijo vamos, échate una buena oración, tú puedes, nos arrodillamos juntos y le rezamos a Jesusito del Gran Poder (…) se fue a la última prueba mi hijo y volvió sacándose 15, es la prueba milagrosa de mi Dios, le dije ya ves mijo, sí pudiste”, relató la madre desde los patios del convento San Francisco.

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Luego de todo ese periplo, se convirtió en su tradición. Rosa no se imagina un año sin acudir a la preparación y procesión por Jesús del Gran Poder, aunque se mantuvo suspendido por la pandemia de COVID-19.

Ahora, caminará como una coordinadora, no se vestirá ni de Cucurucho, ni de Verónica (otro personaje). Ahora forma parte del equipo que acomoda los trajes de los cucuruchos y arreglan todo para que esté listo para la procesión que convoca a miles de fieles.

Sobre su hijo, dijo que él ya no quiso estudiar la universidad. Salió a buscar trabajo y lo tuvo por varios años, pero en la empresa donde laboraba recortó personal y se quedó sin trabajo.

“Ahora, justo antes de la Semana Santa Diosito me regaló la bendición, mi hijo encontró un trabajo cerca de Cumbayá”, agregó sonriendo.

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Rosa forma parte de las dos mil personas que estarán en la escena principal de la procesión Jesús del Gran Poder, una actividad que inició en 1961 y que prevé concentrar a cerca de 500.000 fieles. (I)