Tulcán

Este miércoles arribó a Tulcán el féretro con el cuerpo del sargento de Policía Pablo Javier Cifuentes Muñoz, de 40 años, una de las víctimas del ataque sorpresivo registrado el pasado lunes, 10 de abril, en el interior de la iglesia Santísima Trinidad, en el cantón La Libertad, provincia de Santa Elena.

En el salón central del Club de Clases y Policías de Carchi, ubicado en el norte de la ciudad, a tres cuadras de la Subzona de Policía, sus compañeros y familiares levantaron una capilla ardiente.

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En la parte frontal de esta sede social, dos policías, a los dos lados del ataúd, rinden honores impecablemente uniformados y con sus respectivas armas de dotación.

Asesinan a un servidor policial y una mujer en el interior de iglesia de La Libertad

En la improvisada sala de velación son evidentes los rostros llenos de tristeza y dolor, que testimonian cierta impotencia y desazón por esta nueva muerte violenta que enluta a la institución policial.

Los familiares explican que tienen prohibido hablar sobre el suceso, ya que está en investigación; no obstante, demandan justicia.

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Un medio centenar de arreglos florales, una rezadora como se estila en los actos litúrgicos, gente vestida de negro y grupos de familiares acompañan a la atribulada familia.

Pablo Yacelga, autoridad policial local, señaló que grupos de efectivos de distintos servicios realizan el acompañamiento y le darán el último adiós al excompañero.

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“Resulta increíble entender cómo ahora hasta los servidores policiales incluso no están seguros en el interior de las iglesias”, dijo llorando una de sus primas.

Pablo nació en Tulcán, pero vivió su infancia y parte de la adolescencia en Chical, una parroquia fronteriza ubicada a 100 km de la capital provincial.

Su madre, Rosa Cifuentes, docente de profesión y oriunda de Ibarra, por situaciones de trabajo debió establecerse en ese alejado poblado, ubicado en el noroccidente carchense.

Los habitantes de esa parroquia fronteriza (Chical), donde era conocido y hacia donde viajaba constantemente a compartir con familiares, amigos y vecinos, están consternados.

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Su madre contó que desde muy joven él quería formar parte de las filas policiales; ella, en cambio, le decía que siguiera Ingeniería Agronómica. Por eso lo matriculó para los tres últimos años de la secundaria en el colegio técnico agropecuario Jorge Martínez Acosta, de San Gabriel. Pero optó al final por ingresar a la Policía Nacional.

Ella dijo que hace doce años le dieron el pase a La Libertad, donde decidió radicarse. Deja en la orfandad a dos hijos: Pablo Andrés y Pablo Luis.

Su esposa, Fátima Rosales, no entiende qué sucedió. Rosa Cifuentes señaló que, cuando sacaba licencia de vacaciones, su hijo siempre iba a visitarla; o, cuando ella terminaba las labores docentes, viajaba a La Libertad.

Al despedirse de su vástago hace dos semanas acordaron verse en agosto en La Libertad, cuando ella saliera de vacaciones.

Los hechos violentos de los últimos meses la tenían preocupada por el riesgo que corría Pablo Javier, por lo que le hizo más de una recomendación.

“Mijito, cuídese; hay tanto peligro ahora”, le dijo el pasado domingo, cuando dialogaron telefónicamente por última vez. Él le contestó: “Yo sé cuidarme, mamá, y realizar bien mi trabajo”. Le comentó finalmente que el lunes se reintegraría a su trabajo y le pidió la que sería la última bendición. (I)