Poco después de las 18:30 del 9 de agosto de 2023, en una clínica ubicada en el norte de Quito se confirmaba el deceso del candidato presidencial, Fernando Villavicencio Valencia. Una bala que atravesó de izquierda a derecha el cráneo del presidenciable le produjo un trauma craneoencefálico que acabó con su vida casi inmediatamente, tras recibir el impacto del proyectil de un arma de fuego, tipo fusil.

Faltaban once días para las elecciones presidenciales del 20 de agosto y en un coliseo en donde funcionó el colegio Anderson, la militancia de la alianza Construye – Gente Buena preparaba un acto de campaña entre las cuatro y cinco de la tarde.

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Unas dos horas antes, en un restaurante cercano, Villavicencio se reunía con uno de sus colaboradores y otras dos mujeres, para tratar temas de la campaña. En tanto, en los alrededores, quienes participarían en el ataque iban tomando sus posiciones en diferentes lugares, siguiendo las órdenes de dos cabezas que estaban al frente de la operación: alias Chino Honda y Carlos A. L., alias Invisible, ambos eran parte de bandas delictivas relacionadas con el grupo de delincuencia organizada (GDO) Los Lobos.

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Al interior del coliseo una mujer de 21 años era la encargada de observar cada movimiento de Villavicencio. Alexandra Elizabeth Ch. F., había sido parte de los simpatizantes y debía informar al grupo criminal a qué hora ingresaba y salía el objetivo, según la teoría del caso que presentó la agente fiscal, Ana Hidalgo Guayaquil.

Alexandra fue sentenciada a doce años de prisión por el asesinato en el grado de cómplice. Ella junto a Johann Castillo, un sicario colombiano que respondía al alias Ito, tenían que mezclarse en la multitud para cumplir su papel, en este último caso, él disparó y acabó con la vida del reportero y político a sus 59 años.

Alias Ito vestía una camiseta del movimiento de Villavicencio y atado al cuello llevaba una bandera. Entre sus holgadas ropas guardaba el arma.

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En los alrededores estaban ubicados otros miembros de la banda: unos daban vueltas en motos; otros consumían bebidas en una panadería, ubicada sobre la avenida Amazonas y Gaspar de Villarroel, cercana al coliseo, para no levantar sospechas.

Pasadas las 16:00 de ese miércoles 9 de agosto, el capitán de Policía Cristian Cevallos, jefe de la cápsula de seguridad de Villavicencio, junto con otros agentes, recogieron al candidato y a las dos mujeres que estaban en el restaurante.

En el recorrido, el presidenciable le entregó al capitán su celular personal, quien a su vez se lo pasó al conductor. “Era un día normal de trabajo, como todos los días, siempre con todas las precauciones del caso”, contó Cevallos en su testimonio, que dio en la audiencia de juzgamiento que concluyó el 12 de julio de 2024, con la sentencia a prisión en contra de cinco sospechosos materiales a los que se atribuyó el crimen del exasambleísta.

El equipo de seguridad llevó al candidato hasta la tarima en donde lo esperaban aspirantes a la Asamblea Nacional y simpatizantes. En las gradas y en la cancha del coliseo estaban entre 800 y 1.000 personas.

El evento duró entre 30 y 40 minutos, recordó Cevallos y terminó a eso de las 18:00. Empezaron a salir en medio de una multitud que querían hablar con Villavicencio o tomarse una foto o tocarlo.

En la algarabía, una persona habría gritado “¡Sácale, sácale!”. Seis o siete pasos más adelante, Cevallos abrió la puerta de la camioneta para subir a Villavicencio y escuchó las detonaciones que venían de muchos lugares. Lo que hizo el uniformado fue “reducir silueta”, sacar su pistola e inmediatamente repeler el ataque.

Para ese momento, Alexandra Ch. habría dado aviso de que el objetivo salía, lo que dio origen a que alias Invisible vía celular se contactara con Castillo, alias Ito y le diera la orden de acabar con la vida de Villavicencio.

QUITO (09-08-2023).- Exteriores de la clínica donde fue atendido el candidato a la presidencia del Ecuador, Fernando Villavicencio. Carlos Granja Medranda / EL UNIVERSO Foto: El Universo

A la misma hora en que salía el candidato, videos de cámaras de seguridad evidencian que dos personas que estaban en la panadería tomaron sus cascos y salieron presurosas hacia sus motos. La operación contra el presidenciable estaba en marcha.

Los disparos empezaron cuando Villavicencio ingresó su cuerpo por el costado derecho de la camioneta doble cabina. El cabo primero, Jhonny Cañizares, quien conducía el vehículo, recuerda que ni bien ingresó el candidato comenzaron los disparos.

Él asegura que no sabía de dónde venían los impactos de bala, solo vio que por la ventana de su costado caían pedazos de vidrio hacia su rostro.

“En medio del ataque, giro mi cabeza y veo a una persona que pasa en precipitada carrera con un arma de fuego y me comienza a seguir disparando. Yo ya no pude hacer nada adentro del vehículo y me tocó bajar de la camioneta y disparar para repeler esta amenaza”, narró Cañizares.

Desde otro lado de la cápsula de seguridad, en medio de la gente que gritaba desesperada y corría para protegerse, Cevallos se arrastró por la parte posterior de la camioneta para seguir respondiendo al ataque.

Ahí vio pasar dos motocicletas por el costado izquierdo. Una vez que logró levantarse, lo que hizo fue ingresar a ver el estado del candidato.

“Ingresé a la camioneta y lo vi herido; le tomé del pecho y en ese momento le dije: ‘¡Nos atacaron, resista, nos atacaron!’. Le senté bien, porque estaba un poco inclinado. En el interior de la camioneta, las dos señoritas que estaban desde el restaurante estaban gritando. Una de ellas dijo: ‘A mí también me dieron’. Una se tomaba del cuello, y a la otra chica se le preguntó cómo estaba; ella se tocó el cuerpo y dijo: ‘No, yo no estoy nada’”, explicó Cevallos en el juicio.

Al lograr salir del vehículo, Cañizares sometió a Castillo, el atacante, quien al sentirse atrapado botó algo hacia el parterre. Finalmente, lo pudo controlar en el piso y dejó al sospechoso a cargo de un agente policial.

Para esto, un oficial de las Fuerzas Armadas, que colaboró en aprehender al sicario, dijo en su testimonio que de entre las ropas del atacante cayó un celular, que había sido recogido por otra persona, pero lo conservó él hasta que lo entregó a las autoridades policiales.

El uniformado dijo conocer a la persona que ayudó a detener cuando la gente que estaba en la concentración política agredía a Ito y exclamaba que él era el responsable de haber atacado a Villavicencio.

En medio del tumulto, el cabo Cañizares alcanzó a escuchar al capitán Cevallos que les decía que fueran a los vehículos.

Al regresar a la camioneta, observó que el candidato presidencial tenía una herida en la cabeza, por lo que condujo velozmente y en contravía hasta llegar a la clínica cercana. Entre el capitán y el cabo subieron al herido a una silla de ruedas y, metros más adelante, dentro de la casa de salud, lo colocaron en una camilla.

Cevallos recordó que el personal que recibió a Villavicencio dijo que aún tenía signos vitales, pero minutos después le confirmaron su muerte.

El oficial salió a proteger el ingreso de la clínica, porque temía que vinieran a ‘rematar’ a la víctima, y un médico salió y le dijo que hizo todo lo que pudo pero que acababa de fallecer. Momentos después, ingresaron más personas heridas alcanzadas por los disparos.

En la audiencia de juzgamiento, el médico legista que hizo la autopsia al cuerpo de Villavicencio, detalló que la causa de muerte fue un traumatismo craneoencefálico por arma de fuego.

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Que el disparo se hizo de izquierda a derecha, de atrás hacia adelante, de arriba hacia abajo; y concluyó que, por la trayectoria de la bala, el disparo se realizó a larga distancia. Aunque no precisó la distancia exacta, mencionó que pudo haberse hecho al menos a un metro o más.

Una de las trece personas que resultaron heridas fue la asambleísta Gissella Molina. Ella recordó que, antes de recibir un fragmento de bala en el ojo, pudo ver cómo en medio de la multitud un joven delgado que usaba una camiseta de campaña de Villavicencio y una bandera de la alianza en el cuello se acercaba presuroso a la camioneta de color gris para sacar de entre sus ropas un arma.

En medio de la histeria, Molina logró observar que el tipo que estaba cobijado con la bandera se encontraba en el piso, vivo, pero había mucha gente que lo golpeaba por la indignación y le gritaba que él fue el causante y que otros se fugaron.

Herido por las balas de la seguridad de Villavicencio y con golpes infringidos por la multitud, Johann Castillo fue trasladado en una patrulla policial a la Unidad de Flagrancia, en la esquina de las avenidas Patria y 9 de Octubre.

Ahí solo se confirmó la muerte del extranjero y se concretó la entrega, en cadena de custodia, de su celular, que fue clave para que la Fiscalía General defina las llamadas y los mensajes que recibió e hizo para concretar su rol dentro del asesinato.

QUITO (26-06-2024).- Audiencia del caso del asesinato de Fernando Villavicencio, excandidato a la presidencia de la República, en el Complejo Judicial Norte. Alfredo Cárdenas/ EL UNIVERSO. Foto: Alfredo Cárdenas.

Una de esas conversaciones quedó en el equipo Iphone A 1778, que había pertenecido a Johan Castillo, alias ‘Ito’, identificado como el sicario y que murió en el lugar del crimen.

Un diálogo refleja que Ito tenía contacto con una persona identificada como “INV1″, cuyo número de acuerdo con los investigaciones, pertenecería a Carlos A. L., alias Invisible, pues su dirección IP provenía de la cárcel de Latacunga, y habría sido el que coordinó el asesinato.

Los registros exponen que ese 9 de agosto, a eso de las 17:47, el celular de Ito, reportaba contacto con INV1, quien le escribió: “Bien brother”. A las, 17:48 “como usted lo vea, lo pega”; a las 17:53, “Confío en usted, usted controla bien”.

Por último, a las 18:16 recibió la respuesta: “Hágale”.

Entonces, Fernando Villavicencio fue asesinado en medio de sus simpatizantes que lo acompañaban en el acto.

Mientras se confirmaba la muerte de Villavicencio y las víctimas colaterales eran atendidas en diversos hospitales, agentes de unidades especiales de la Policía arrancaron con las primeras pesquisas.

Videos obtenidos casi de inmediato daban pistas de hacia dónde se debían enfocar las investigaciones y los allanamientos.

En el lugar del crimen, peritos policiales levantaron 65 vainas percutidas de 9 milímetros, nueve cartuchos, seis balas deformadas y tres vainas percutidas de calibre 2,23. Dos armas de fuego también fueron incautadas, una pertenecía a Castillo, y tres alimentadoras.

Solo en la camioneta en la que fue atacado Villavicencio se encontraron catorce orificios de entrada y de salida de las balas; y, en el costado izquierdo del automotor, sin blindaje, tres balas deformadas.

Asimismo, el equipo antibombas de la Policía ejecutó la detonación controlada de una granada lanzada por los atacantes en su huida contra la seguridad del candidato. (I)