Colgado de un arnés, Cristian Sosa Orellana, un operario de la concesionaria Interagua (que da el servicio de agua potable y alcantarillado en Guayaquil), se sumergió en una alcantarilla en la zona de Samanes, en el norte de la ciudad.

Son seis metros de profundidad desde el ingreso por la tapa circular metálica de 60 centímetros de diámetro hasta la superficie de la cámara.

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El obrero, de 28 años de edad, descendió ayudándose también de la escalera corroída del costado. “Igual me voy apoyando para ayudar y mis compañeros de la parte de arriba no hagan demasiado esfuerzo físico haciéndome descender”.

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Al llegar hizo un giro para obtener una visión de 360 grados, que se dificulta por el traje de neopreno que lleva, más el tanque de oxígeno, protectores de rostro y otros implementos.

Lo primero que observó son dos enormes ratas que huyen de las cámaras por las redes del alcantarillado sanitario que están secas, por el momento.

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Antes de cada intervención se bloquean las estaciones de bombeo para que los líquidos dejen de fluir por la cámara donde se hará la verificación y el trabajo.

En este caso, es una obstrucción denunciada por los moradores en los alrededores del redondel de las avenidas Isidro Ayora y Teodoro Alvarado Oleas, en uno de los bordes del Parque Samanes.

En el primer descenso Cristian hizo la verificación de la situación. El tiempo máximo que puede estar en la cámara es de hasta 20 minutos debido al desgaste físico, ya que con el traje y los equipos sí podría estar más tiempo.

Al llegar observó que una tapa de alcantarillado estaba atravesada sobre los sedimentos acumulados (cañas, piedras, o basura). Se encontraba entera, por lo que pidió que lo suban a través del arnés sujetado a una polea.

Desde arriba una cuadrilla de siete personas más controlaban el nivel de gases y preparaban los implementos que se necesitarán.

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Al subir Cristian afirmó que hay que romperla con el uso del martillo neumático para extraer los pedazos a través de baldes impulsados desde la superficie de la calle con la polea.

Vuelve a ingresar con los implementos que miden, por ejemplo, la cantidad de gases tóxicos y el nivel de oxígeno que no puede ser menor al 20,8 % del aire que respiramos.

Si baja esos umbrales automáticamente fluye el oxígeno desde los tanques de la superficie y el que lleva en la espalda, de ser el caso.

“Lo que hicimos fue recuperar una tapa que a los contratistas se les había caído por error”, aseveró tras entrar dos veces a la cámara de alcantarillado sanitario.

El trabajador desciende y asciende suspendido en el aire. Foto: ALEXANDRA CASULO

El segundo ingreso fue para taladrar la tapa con el martillo neumático, cuya vibración se siente hasta la superficie de la calle. Permanece quince minutos intentando partirla en pedazos, pero solo logra hacer cuatro cortes en el tiempo que puede permanecer bajo tierra.

El trabajo se dificulta porque no hay una superficie plana de trabajo. Son capas de sedimentos que se hunden con la vibración, lo que dificulta la labor.

Entonces, se requirió que un segundo operario de espacios confinados ingrese a la cámara para que ambos puedan terminar la tarea.

El fin es que las aguas servidas puedan fluir sin obstrucciones. El trabajo de la cuadrilla en este punto se extendió por más de dos horas en la extracción de la tapa hecha añicos.

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Los peligros de este oficio son variados. “El más frecuente es una caída de los distintos niveles, por lo que bajamos suspendidos. El segundo peligro es una caída abajo (ya adentro de la cámara). Estamos rodeados de varillas oxidadas que podemos rozar al momento de subir o bajar. Nos podemos marcar y nos podría dar tétano o cualquier otra enfermedad. También que el traje se fisure y las aguas servidas puedan entrar. Como estamos sudados, los poros de la piel permanecen abiertos, nos puede provocar una infección más grave”, relata Cristian.

A ello se suma el nivel de gases tóxicos por encima de los parámetros permitidos. “En el caso del trabajo de Samanes lo que podemos encontrar es agua, metano. Hay que controlar el oxígeno, si baja su nivel por debajo del 20,8 % enseguida debemos salir”.

Hay parámetros fijos para cada gas o componente. De ahí los varios equipos que incluye el traje que son para medirlos. Si vibra o da la alarma, enseguida hay que observar los parámetros y ver si se superó el límite permisible. De ser el caso, hay que salir del lugar.

“Igual estamos protegidos con el equipo y el traje, pero si se supera el límite de metano puede darse una chispa, entonces se debe salir”.

Al riesgo se unen las quejas de los moradores, que en algunas ocasiones son iracundas. Fue el caso en Flor de Bastión, en el norte de la ciudad, donde una habitante le dio un “manazo en la espalda” a Cristian en reclamo por las constantes inundaciones que se daban en la calle debido a la obstrucción de las redes de alcantarillado sanitario.

El operario dice que lo tomó con calma. “Al final sacamos cinco sacos con pañitos húmedos, fundas, botellas, basura, ropa. Después la moradora me pidió disculpas y nos regaló una cola”.

En cambio, en el sector de Los Ceibos, una mujer quiso pagarles a cambio del servicio. La red también estaba obstruida por la basura generada en las inmediaciones del lugar. “Ella sí reconoció que era la responsable, al terminar nos quería pagar, pero le dijimos que nosotros recibimos nuestro sueldo y que no recibimos coimas, ya que solo hacemos nuestro trabajo”.

Uno de los requisitos para ser operario en espacios confinados es saber nadar, ya que por algún percance las aguas pueden empezar a fluir y hasta que haya la reacción en la superficie el obrero tiene que ponerse a buen recaudo.

Cristian toma sus precauciones al terminar su jornada laboral de ocho horas. A su vivienda ingresa por el patio, donde hay un baño que solo él usa. Allí entra a bañarse y cambiarse de ropa antes de ir con su esposa y las dos hijas que han procreado, afirma.

Hay operarios en espacios confinados que descienden hasta los 12 metros de profundidad en las estaciones de bombeo. En ese caso también se usan escaleras telescópicas. Foto: ALEXANDRA CASULO

La sensación de adrenalina cautiva a Cristian desde que era un niño. “Soy de las personas que me gusta la adrenalina, me encanta un poco lo que es jugar con el peligro. Aquí no me dejan jugar mucho, por lo que tengo mi equipo de seguridad y todo, pero desde niño me ha gustado ver, ser curioso, nunca he sido una persona quieta”.

Cuenta que siempre quiso laborar en Interagua, lo que consiguió en diciembre del 2020 en plena pandemia del COVID-19.

Primero laboraba como obrero en la planta de tratamiento de La Toma, donde se procesa el agua del río Daule que se distribuye ya potabilizada a los hogares de Guayaquil. Él se encargaba de la limpieza de filtros y de los clarificadores.

El año pasado recibió el correo electrónico interno en el que solicitaban a quienes estén interesados en trabajar como operarios en sitios confinados. Fue su oportunidad y así ingresó en enero pasado a una capacitación más exhaustiva, hasta ahora que empezaron las intervenciones.

Capacitación es constante para reducir el nivel de riesgo

Juan Andrés de Santis, coordinador de mantenimiento preventivo de alcantarillado y diagnóstico de la red de Interagua, afirma que los trabajos en los espacios confinados se hacen con limitaciones de oxígeno y con el riesgo de que los gases tóxicos estén por encima de los niveles permitidos.

De ahí la aplicación de protocolos y el uso de trajes y equipos. Incluso próximamente llegarán trajes importados de Portugal.

Las cuadrillas se activan para hacer limpieza en las cámaras o retirar lo que obstruye el flujo por las redes de alcantarillado sanitario o pluvial.

Los riesgos son importantes, agrega, por eso se usan los equipos especiales que ayudan a mitigar y reducir estos peligros.

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Principalmente está el tema de los gases tóxicos como el h2s (ácido sulfhídrico), el monóxido de carbono que proviene de los carros, el oxígeno que es bastante limitado. Normalmente la concentración que tenemos en el ambiente es de 20,8 % en el aire y si baja del 19,3 % ya es peligroso para el ser humano”, asegura.

Recientemente los operarios en espacios confinados de Interagua tuvieron una capacitación por parte de un técnico español.

Los niveles de h2h no pueden sobrepasar las cinco partículas por millón. Este es un gas incoloro e inflamable llamado ácido sulfhídrico, su olor es a huevos podridos. En altas concentraciones puede ser venenoso.

Con los equipos se miden los umbrales de estos gases. El control se hace también desde la superficie. La consecuencia ante la alerta es salir del espacio confinado lo más pronto que sea posible.

Interagua cuenta en total con treinta trabajadores capacitados para laborar en espacios confinados. (I)

Los operarios en espacios confinados solo pueden permanecer en esas condiciones hasta un máximo de 15 a 20 minutos, por eso siempre hay otro que lo reemplace cuando el trabajo aún no se culmina. Foto: ALEXANDRA CASULO