La preocupación actual de los especialistas que son parte del programa municipal Por un Futuro sin Drogas es la mezcla de sustancias, como crack, heroína, marihuana, cocaína y las de diseño (comprimidos), como la metanfetamina o el éxtasis.

Julieta Sagnay, directora del plan, sospecha que ya se consume el fentanilo porque la conducta es parecida a la de los adictos de Estados Unidos, los llamados zombis.

Retuercen el torso con crisis convulsivas, agitación, alucinaciones, se rascan hasta producirse laceraciones, llagas y heridas muy profundas, son los síntomas del consumo de las drogas de diseño. Pasan de una a otra y los consumidores ni saben realmente lo que consumen. Lamentablemente los chicos se han cronificado por la poca atención que tuvieron en su momento. Pasaron más de diez años con el mismo esquema de ir al centro de salud, donde solo recibían paracetamol”.

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Es la consecuencia porque el tratamiento aplicado no era el correcto. “Solo se enfocaba desde la psicología. Un paciente venía con abstinencia y lo máximo que le daban era paracetamol y el resto era fuerza de voluntad, ‘pon de tu parte’, entonces había negligencia en la forma de tratar”.

Carlos, quien vive de la personificación de un payaso, consumió sustancias ilícitas entre los 13 y 26 años de su vida. Cuenta que empezó con marihuana en la isla Trinitaria, en el sur de Guayaquil, donde nació y creció. “Después probé hache (mezcla de heroína con sustancias dañinas), LSD y pepas (drogas alucinógenas), base de cocaína”.

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Ahora, con 30 años de edad, cumplirá este 21 de marzo cuatro años sin consumir. “Cuando tenía 24 ya estaba en la calle y todo lo que ganaba como payaso lo consumía en drogas”, afirma.

De lo que más se arrepiente es de los golpes que le propinaba a su esposa y de los gritos. “Un consumidor no tolera que los bebés lloren, entonces le gritaba a mi hija que se calle”.

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El deseo de consumir sigue latente a diario, manifiesta. Pero el recuerdo que tiene de cuando tenía 9 años y llegó un circo con sus colores y personajes al barrio donde vivía le ayuda a disipar ese ímpetu. Fue allí cuando descubrió el arte de hacer reír a través de un personaje que creó producto de sus vivencias tempranas. Cuenta que sufría desgracias de las que siempre salía airoso, esos episodios ahora son parte de su acto.

Carlos se recuperó tras ser parte del programa municipal. “Al inicio lo vi como una pérdida de tiempo, pero cuando vi que no era como en esas clínicas en las que te pegan y me dieron medicamentos de una receta que valía como 300 dólares, allí vi que era mi última oportunidad. Ahora aprovecho más tiempo con mi hija y estudio Ingeniería Industrial”.

Algunos de los jóvenes consumidores deambulan por las calles del centro de la ciudad en estado psicótico con cuchillos y armas. “Los transeúntes están peligrando porque si están con paranoia pueden agredir, por eso se necesita una intervención radical y revisar el tema de la voluntariedad, porque por el efecto de las drogas pierden la voluntad”, recalca Sagnay.

El consumo de drogas, añade, refuerza en algunos la conducta antisocial. “Anestesia la culpa, la moral. Los chicos que hoy están en mafias y enrolados en el sicariato se drogaron y su conducta se volvió sociópata. Además, eran encarcelados y allí en las cárceles se formaron”.

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En la red de atención del programa municipal se atiende un promedio de hasta 200 personas al día con problemas de adicciones.

El número total de pacientes llega a 25.000 desde el 2019, pero en total han atendido a 253.836. “Algunos de ellos son de distintas provincias que deambulan en Guayaquil consumiendo”.

El programa municipal empezó de forma ambulatoria con brigadas que se hacieron a partir del 2018. El tratamiento incluye la toma de medicinas para enfrentar los síntomas de la abstinencia.

“Les dábamos la medicación para desintoxicar a los que iban con los familiares, porque de lo contrario la iban a vender o la consumían de manera compulsiva. Les explicábamos cómo tomar, que debían regresar al tercer día cuando la abstinencia es mucho más fuerte, entonces hay que doblar las dosis de la medicación. Al décimo día se hacía la prueba de droga. Si era negativa, se asignaba al psicólogo, todo de forma personalizada, allí la diferencia”, dice Sagnay.

Los especialistas del plan revisando los casos de personas internadas en el hospital General Bicentenario de Guayaquil. Foto: Xavier Ramos

Los signos del periodo de abstinencia son insomnio, dolor articular y muscular, depresión y alucinaciones.

La demanda aumentó cuando el 16 de marzo del 2020 se determinó el encierro en las casas debido a la pandemia del COVID-19. El último día antes de que nos encerraran llegaron casi 200 jóvenes a las unidades móviles en un solo día. Todos decían que no iban a poder comprar la droga y no querían pasar la abstinencia sin medicinas”, agrega Sagnay.

Inicialmente durante la pandemia se adecuaron diez camas (ahora hay doce) para internación en el hospital municipal Bicentenario, que funciona en el centro de la ciudad, con el fin de que los pacientes pasen los diez a quince días del proceso de abstinencia y desintoxicación.

Las mujeres quedan internas ahora en el Centro de Desintoxicación de Adicciones (Cetad) en el bloque nueve de Bastión Popular, en el noroeste de Guayaquil.

Este cuenta con 30 camas de internación, baterías sanitarias, área social, piscina, juegos biosaludables, canchas de uso múltiple, áreas verdes, talleres de oficio, enfermería, consultorios de terapia psicológica, psiquiátrica, trabajo social, farmacia, entre otros espacios que complementan el plan terapéutico.

La atención incluye a embarazadas para evitar que sus hijos nazcan con el síndrome de abstinencia neonatal (un grupo de problemas que pueden ocurrir cuando un bebé es expuesto a drogas adictivas opiáceas por un periodo de tiempo mientras estaba en el útero de la madre, lo que los vuelve adictos al igual que ellas). El tiempo mínimo de tratamiento es de un año.

“Necesitamos que más alcaldes se involucren, esto debe ser a nivel nacional. Hay que evitar que más jóvenes estén prostituyéndose en el parque Centenario, como pasa en Guayaquil”, asegura la especialista esta semana durante el acto de celebración de uno de los pacientes que se mantiene limpio sin consumir por un año.

Los otros cuatro puntos de atención, con el cuidado continuo y programa de prevención de drogas y conductas adictivas denominado Prever, son Zumar en Mucho Lote 1, en el noroeste; en Fertisa, en el sur de la ciudad; en una unidad móvil que hace atención primaria de desintoxicación en sitios estratégicos aproximadamente por un mes y en la parroquia Posorja, donde funciona en las instalaciones del hospital Isabel Estrada de Jurado, a partir de julio del 2022.

Una de las principales problemáticas se centra en el consumo de hache.

Sagnay se encontró con los primeros casos de consumo de heroína a partir de 2012 cuando trabajaba en el Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. “Eran jóvenes, la mayoría de ellos usaba camisas manga larga porque se inyectaban. En ese entonces costaba 40 dólares cada gramo. Me contaron que los estadounidenses detenidos en las cárceles del país la trajeron”.

De ahí salió a los colegios de forma rebajada (mezclada) con otras sustancias dañinas y adictivas, como cemento, la pintura de las paredes.

Una cápsula de heroína pura costaba 200 dólares, pero después bajó a 60 dólares. Al menudeo, ya mezclada, se vende hasta cincuenta centavos en funditas.

Julieta Sagnay, directora del plan municipal Por un Futuro sin Drogas. Foto: El Universo

Un programa que combata el consumo de drogas debe ser manejado por especialistas. “Para tratar la parte psicológica primero hay que eliminar la sustancia del sustrato cerebral, entonces el primer punto es médico, en el que se evalúa, diagnostica, es una enfermedad médica. Hay que ver si hay patologías duales, lo que quiere decir que además de la adicción tienen una enfermedad mental como paranoia, trastorno bipolar o de personalidad. Luego viene la parte psicológica para evitar recaídas y llegar al año sin consumir”, manifiesta Sagnay.

En el tratamiento municipal se hace la prueba de consumo de droga a los diez días y cada mes. Son instantáneas con una muestra de orina.

Los 60 trabajadores de esta iniciativa están en una especie de compás de espera, dice la especialista, en medio del periodo de transición por el cambio de administración.

El alcalde electo de Guayaquil, Aquiles Álvarez (del movimiento Revolución Ciudadana), tiene previsto asumir el 14 de mayo próximo. Reemplazará a Cynthia Viteri, quien termina con 31 años de administración socialcristiana en la ciudad.

No sabemos quién liderará el programa, solo esperamos que este siga con o sin mí, que incluso se mejore y refuerce”, afirma Sagnay.

Uno de los resultados obtenidos es que más de mil pacientes han sido reinsertados en el mercado laboral formal. “A las empresas privadas que nos han ayudado les garantizamos que su trabajador no se droga con las pruebas que hacemos”. (I)

Los jóvenes que son parte del plan Por un Futuro Sin Drogas que se ejecuta en Guayaquil. Foto: El Universo