El cambio climático antropogénico ha generado debate sobre el modo de consumo, producción y el sistema económico en general. Empresas y Gobiernos alrededor del mundo han hecho de los principios de sostenibilidad y de responsabilidad con el medioambiente focos centrales de sus estrategias.

Esto, a su vez, ha generado la necesidad de profesionales con una formación acorde, y muchas universidades ecuatorianas han respondido a esta necesidad del mercado laboral.

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La Universidad San Francisco de Quito (USFQ), por ejemplo, fue pionera en implementar la carrera de Ecología Aplicada, según Carlos Valle, decano del Colegio de Ciencias Biológicas y Ambientales de la USFQ. La oferta, indica, ha cambiado con los años.

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Originalmente diseñaron la carrera de Ecología Aplicada, en la cual se capacitaba a estudiantes en soluciones medioambientales. La oferta en la USFQ fue evolucionando y creciendo a partir de esa opción.

Desde su facultad ofrecen dos carreras: Biología, en la que se los forma en el área de investigación. Valle lo considera importante por la biodiversidad única del país. La otra es Ingeniería en Biotecnología, que aplica las técnicas de la biología molecular, que podría tener aplicaciones en los campos médico y agrícola.

“En mis tiempos tenía bastante teoría, pero no tenía práctica”, resalta el docente.

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Todos los estudiantes de la USFQ, añade, deben tomar cursos ambientales, sin importar la carrera que estén cursando.

También tienen una carrera de Gestión Ambiental, ofrecida a estudiantes en Galápagos.

De las opciones de carreras en el campus en Quito, la que más demanda tiene es la Ingeniería en Biotecnología.

Esta demanda, a nivel macro, sin embargo, más que subir o bajar a través del tiempo ha sufrido fluctuaciones. En eso coinciden René Rodríguez, coordinador de la carrera de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), y Paola Romero, vicerrectora de docencia de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol).

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“No ha habido el aumento (de demanda) que se podía esperar”, señala Rodríguez.

Aunque ahora “todos los jóvenes son proambiente”, resalta Rodríguez, no todos se deciden por carreras enfocadas en el medioambiente.

Muchos eligen, continúa, seguir posgrados con enfoques ambientales, y que la oferta ahí es mayor que la de grados.

Las carreras de la Escuela de Ciencias Ambientales de la UEES oferta dos ingenierías: una Ambiental y la otra en Biodiversidad y Recursos Genéticos. Ambas buscan ayudar a resolver dos problemas ambientales globales, según Rodríguez: la contaminación del aire, agua y suelo, y la pérdida de biodiversidad biológica.

Sin embargo, el tema del ambiente toca otras ocupaciones. Rodríguez, por ejemplo, realiza un pódcast en conjunto con los estudiantes de Comunicación de la UEES llamado Ambiental comunica, donde graduados de carreras con este enfoque pueden compartir sus experiencias en el campo laboral.

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La Espol, por su parte, ofrece varias carreras centradas en temas ambientales, como Biología, Ingeniería Agrícola, Turismo y Oceanografía.

El resto de los alumnos, no obstante, también ve una materia sobre sostenibilidad, presente en todas las mallas.

“En esta asignatura se habla de temas de calidad ambiental, estrategias de sostenibilidad”, expone la vicerrectora y añade que esta materia toca el aspecto social y económico de actividades con impacto ambiental, como la carrera de Minas y la de Petróleo.

“Son carreras con una alta responsabilidad ambiental y social. Se les da mayor esfuerzo y formación de valores”.

Las carreras con enfoque ambiental que más demanda tienen en la Espol son la de Química y la de Turismo.

La Universidad Casa Grande, por su parte, ejecuta los principios de sostenibilidad, entre otras instancias, en sus proyectos de aplicación profesional, que son iniciativas creadas por alumnos de la institución para poder titularse.

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Uno de estos es el Colectivo Cabos, que problematiza el desecho de cabos pesqueros al mar, pues son altamente contaminantes para los océanos.

Reutilizar los cabos es parte clave de los esfuerzos del colectivo. Los recogen y los transforman en otros productos, intentando darles una segunda vida y siguiendo los principios de la economía circular. (I)